Romans-Sur-Isère -Van Gogh pintó los girasoles dentro de una jarra. Estaban quietas las flores, modelos para el artista. Naturaleza muerta. Un bodegón. Las pinturas del Tour son vivas y salvajes, puro nervio, porque los girasoles cabecean locos en los campos, zarandeados por el viento, que barre con fuerza a los ciclistas, les pone nerviosos y tan tensos que salvarse es una premisa antes de verle la nariz a los Alpes, donde los favoritos, con Froome en cabeza, están prensados en solo 29 segundos. Los girasoles son un mar. El oleaje amarillo enfurecido en el macizo central. El amarillo es el color de Froome y el del Sky, orgullosos sus cascos al sol, poderosa su carrocería en el viento. Se encendió el equipo británico, sin velcro, cuando el viento roló. Giró el manillar Kwiatkowski y alteró el destino. Se activó el ventilador del Sky. Huracán. El polaco, contramaestre de Froome, tomó el mando para izar las velas del acorazado británico, lanzado al abordaje. Bandera pirata. Froome, al ataque. El keniata busca cada segundo del Tour con ahínco y desenfreno. Una cuestecita la convirtió en un puerto en Rodez para dislocar Aru. El viento de costado le arrancó un puñado de segundos a Dan Martin. Más aire para el británico. Sonó la corneta y con el polaco al timón, se soldaron Froome y Landa, al que los vientos han bendecido en la Grande Boucle. Soplan a favor del alavés, prodigiosa su carrera. Todos le quieren y es la gran irrupción del Tour cuando pespuntan los Alpes. “Nos sentíamos fuertes y quisimos ser ofensivos”, analizó Landa, que se apuró por momentos en medio de las ráfagas y la tensión. “He pasado un momento de tensión y me he quedado atrás, ni sé cómo he entrado en el grupo. Al final todo ha ido bien y he logrado recuperar unos segundos a Dan Martin y alejar a un par de rivales en la general”, expresó el alavés, quinto, a 1:17 de Froome. Las dos jornadas alpinas le saludan con fervor.

La maniobra del Sky tocó el sistema nervioso de Aru, Bardet, al que rescató Naesen, y Urán. “Salvamos una jornada importante”, analizó el colombiano, el rival que Froome más teme para la crono de Marsella. El viento y la ofensiva descarnada del Sky trocearon a Dan Martin, que no pudo agarrarse al rebufo del acelerón provocado por Kwiatkowski. El irlandés perdió 51 segundos en Romans-Sur-Ìsere, donde venció Matthews. Contador, desamparado, una cometa al viento sin hilos que la manejaran, se dejó 1:33 en meta. La derrota de Dan Martin fue oxígeno para Mikel Landa, que recuperó la quinta plaza y aventaja en 45 segundos al incansable irlandés, siempre dispuesto para la batalla y las emboscadas. En el mismo tiempo vigila Simon Yates al ciclista de Murgia.

Del viento se sabía porque estaba anunciado en el parte meteorológico y porque las banderas se desmelenaron. De sus consecuencias, se supo en el parte de guerra. Amortizado el día de descanso, la jornada amaneció a todo trapo, apresurada. Kittel y su verde se decoloraron en la Côte de Boussoulet. Se le borró la sonrisa al alemán, que resiste con el cuerpo debilitado. El Sunweb, el equipo de Matthews, que puja con Kittel por la zamarra de la regularidad, apretó las mandíbulas. El Sunweb mostró los incisivos. La jauría, con sus fauces abiertas, corría al galope para aislar a Kittel, atrapado con sus lanzadores, los pecherones que luego echó de menos Martin, que es ligero y le derrocó el viento. No hubo paz para el pelotón, de latigazo en latigazo. La fuga temprana de De Gendt, Impey, Edet, Chavanel y Degand quedó sepultada por los lobos del Sunweb, que no dieron resuello. Kittel y un puñado de corredores intentaron conectar con el grupo principal. Fue en vano. A sus pedaladas les faltaron profundidad. La muchachada de Matthews preparó el sprint desde el amanecer. A Kittel se lo quitaron de encima, pero aún así el Sunweb no se relajó. El Tour corría despavorido dentro de un túnel de viento.

Contador, cortado El miedo ululaba bajo un sol que derretía el plomo. Soplaba el mistral cálido por el valle del Ródano y en el Sunweb querían guerra. Al enemigo ni agua. Por la mañana, antes de salir, en el autobús del Trek, Markel Irizar dejó que le bautizaran con agua de Lourdes por una apuesta. La garrafa acompaña a Jarlinson Pantano, que cree en los milagros o al menos en su herencia. Agua bendita. En el Tour, símbolo de la laica Francia, no lo tiene tan claro. Para el Trek, que el domingo había festejado el triunfo de Mollema, el día fue una tortura, como si el agua estuviera maldita. Contador, compañero de Pantano, perdió el rumbo entre el viento y se despegó de los diez mejores de la general. Ni el agua de Lourdes refresca al madrileño, medio Tour abrasado por el asfalto, rodando por la brea francesa. “Me hubiera gustado estar delante, pero se han complicado las cosas. Hemos perdido a Pantano y quedaron descolgados Markel Irizar y Gogl. El final ha sido complicado, estábamos delante pero hubo un frenazo que casi me hizo parar y ya se estiró el grupo, de manera que se fueron y no pude conectar”, describió el madrileño. Tampoco pudo coserse Pantano, ferviente creyente, que se cayó en el ovillo de viento y terminales nerviosos. Se dañó la muñeca. Irizar y Gogl se quedaron en el islote de Kittel. El Trek es la orilla opuesta al Sky, que luce saludable y muestra bíceps. Después de que el intento del Trek por regular el viento fracasara, la formación británica se anunció con pompa y boato entre el aplauso de Sunweb, sin bozal, y el Movistar, que pudo proteger a Quintana en su lucha por evitar la caída libre. El viento mandó a la cuneta a los corredores y el Sky se creció. Froome y Landa fortalecieron su alianza. Aru, Bardet y Urán no se deshilacharon. Igualados asoman los favoritos ante el doblete alpino, que arranca hoy con las ascensiones a los colosos a la espera del Izoard mañana.