Vitoria - En el mismo instante en el que estas líneas sean leídas, casi 2.400 atletas audaces estarán saliendo de las calmadas aguas de Landa, pedaleando como si no hubiera un mañana por las carreteras de la Llanada Alavesa o recorriendo las calles céntricas de Vitoria-Gasteiz mientras una masa de ciudadanos y aficionados les impulsa a la ansiada meta en un último aliento.

Es la magia del Triathtlon de Vitoria, un deporte que a lo largo del año apenas goza de atención mediática y pública pero que en el mes de julio es capaz de transformar a la capital alavesa en una capital del triatlón. Son once ya las veces que se ha celebrado esta prueba en Álava, cada una con mayor repercusión y medios. Para esta undécima edición, las mejoras más sustanciales están destinadas a mejorar las condiciones y seguridad de los participantes, como la disposición de desfibriladores inteligentes. Ligeras modificaciones en el circuito de natación aliviarán uno de los momentos más tensos -y también más bellos- de la competición, como lo es el inicio del circuito en la playa de Landa, donde los nadadores se lanzan al unísono y se producen los primeros agolpamientos de participantes.

La alteración del alargado circuito de ciclismo, que en esta edición intercambia el orden de las vueltas -primero la más larga, luego la corta- también se realizó con pretensiones de evitar el polémico drafting y de que coincidan los triatletas de larga y media distancia. Por último, la zona de meta, situada en la Plaza España, también ha sido ligeramente modificada para esta edición, de manera que favorezca la visión y el aliento del público. Porque si algo diferencia a este evento del resto de triatlones es que el aficionado es casi tan protagonista como el deportista. La propia zona de meta o el llamado Paseo de la Gloria, situado en la calle Fueros, son unos de los lugares donde más concentración de público hay. Algo que, como los propios triatletas se encargan de resaltar, es un claro distintivo del toque especial que posee el Triathlon de Vitoria. Pero la animación es algo que estará presente a lo largo de toda la carrera, gracias a los distintos puntos clave y autobuses que prepara la organización para que los atletas también reciban ánimos en la bici o en Landa, además de a lo largo de todo el recorrido a pie, que llega hasta el Paseo de Cervantes.

Quizá la mejor noticia para este año es que no se prevé un calor tan asfixiante como el de 2016, que golpeó a los participantes durante todo el recorrido y provocó más abandonos y problemas físicos de los que suelen ser habituales en una prueba de estas magnitudes.

Los favoritos Si ya de por sí participar y acabar un triatlón de estas dimensiones debe considerarse toda una gesta, aún hay algunos que van más allá y pelean por lograr un puesto entre los primeros participantes o ser los primeros en atravesar la cinta de meta, con el suculento premio en metálico que eso conlleva. En esta edición, además, hay a priori más competencia que nunca. Por encima de todos se alza la canadiense Brooke Brown, que con tres ediciones ganadas a sus espaldas está decidida a completar el póquer en la categoría de larga distancia femenina. La canaria Ruth Brito o la alemana Julia Bohn intentarán impedírselo. En categoría masculina, el veterano Alejandro Santamaría intentará recuperar el primer puesto arrebatado por Iván Álvarez en 2016, aunque este afirma “estar en mejor forma” que el año pasado. Para conseguirlo, ellas y ellos tendrán que pasar una odisea formada por 3.800 metros de natación, 180 kilómetros de bicicleta y otros 42 kilómetros a pie.

Los participantes de la distancia half que en principio tendrán más opciones de victoria son Miguel Ángel Fidalgo, que ya ganó la décima edición, y Pablo Dapena, que estuvo cerca de hacerse con el puesto de Fidalgo el año pasado. En femenino destacan Judith Corachán y Sarah Lester, que confía en hacerse finalmente con el primer puesto. Estos deberán nadar durante 1.900 metros, pedalear 93 kilómetros y correr otros 21 antes de llegar a la Plaza España, donde disfrutarán del Triathlon de Vitoria en su máxima esencia. Ellos y los otros 2.388 participantes, cifra más alta en los ahora once años de historia de este evento.