Grenoble - “La defensa es para tiempos de escasez, el ataque para tiempos de abundancia”. Es uno de los numeros mantras que se agolpan, estratificados en el Arte de la Guerra, el manual de estilo de los conflictos, las batallas y las guerras. Un simposio del ser humano y un tratado sociológico del comportamiento de la humanidad cuando accede a la locura de la guerra, el peor de los episodios. Dicen que el deporte se inventó para no guerrear, pero este se rige desde los mismos principios. Inherente al ser humano, interiorizado hasta el tuétano el Arte de la Guerra es un asidero en la corona de Alpe d’huez, donde venció Kennaugh y convenció Richie Porte, que resumió el día con otra frase escrita por el cincel bélico. “La mejor defensa es un buen ataque”.

El australiano celebró una ofensiva en la montaña de los holandeses, recortada la cumbre alpina a la mitad, para arrugar el rostro de Chris Froome, que tuvo que agachar la mirada. Se plegó Froome ante el derroche de Porte, un látigo con enorme chasquido en el último tramo de Alpe d’Huez, que fue una sala de espejos que reflejó el triunfo de Kennaugh, el mejor de la escapada tras doblegar a Ben Swift y el asalto de Porte. En el kilómetro final se deshilachó Contador, que consiguió recortar tiempo respecto a Froome hasta que los jueces sancionaron al madrileño con 20 segundos de penalización por avituallamiento irregular. “No sé las posiciones, solamente miro mi rendimiento y sensaciones, que es lo importante. Estoy recuperando bien”, analizó Contador antes de conocer que el día le salió a deber, mientras que Valverde compartió vagón con Froome. Romain Bardet, segundo en la pasada edición del Tour, se negó a viajar con ellos y emprendió un vuelo en solitario. El escalador francés tomó volumen en Col de La Sarenne. Con la valentía impresa en sus pedales, Bardet cosió con el hilo del orgullo la afrenta del día anterior, en el que se le vieron las costuras. A la espera del Tour, Froome, aún por pulir, observó a Porte con catalejo. El australiano vive tiempos de abundancia y de inequívoca fortaleza. “Me sentía bien toda la etapay tiene sentido probarlo cuando te sientes así, no es que estuviera planeado”. El hormigueo del estómago lanzó a Porte hacia la aventura. Quedarse tamborileando los dedos dejó de tener sentido para el australiano, que por eso mismo abandonó el Sky tiempo atrás. Quería correr sin camisa de fuerzas ni órdenes.