bérgamo - Tom Dumoulin, al que la comparación con Indurain le cae sobre la percha de contrarrelojista excelso que sube con eficacia, adquirió ayer un grado más de parecido cuando salió a flote su magnanimidad en una situación muy ventajosa. Nairo Quintana, su principal rival en la general, se cayó en un descenso. El colombiano no estaba herido pero se quedó cortado tras reemprender la marcha con la bicicleta de Rojas. Después paró para coger una bicicleta de su talla. Con todos los gallos salvo Quintana reunidos alrededor del líder, Dumoulin, honorable, no quiso hacer leña del árbol caído. Aflojó el ritmo y Nairo, ayudado por sus compañeros, pudo reincorporarse al grupo del líder. “No quiero ganar tiempo con los rivales cuando se caen o tienen un neumático desinflado, o lo que sea”, expuso el líder del Giro.

El momento era crítico para Quintana, pero Dumoulin prefirió optar por la diplomacia y hacer señales de humo invocando a la paz. Pacto entre caballeros. “No era realmente un momento para ir a tope. Era un descenso difícil”, describió Dumoulin, que curiosamente perdió seis segundos en favor de Quintana porque el colombiano fue segundo en el sprint de meta. En la caída de Quintana, a diferencia de la que se produjo en el extrarradio del Blockhaus, no hubo una moto. Aquello tachó a Landa, Thomas y Yates de la general y mandó a casa Kelderman. Nadie paró entonces. “Pienso que Quintana cometió un error. Se puso al frente y trazó mal la curva, por eso se estrelló. No fue muy inteligente por su parte, pero decidimos esperar a que Quintana regresara”, concluyó Dumoulin respecto al incidente.

Nairo Quintana, agradecido por el gesto, sacó rédito del final de una etapa que le pudo costar muy cara para la lucha por el Giro. “Hemos superado bien un momento difícil como el de la caída, en un día complicado con esas bajadas. Por fortuna, llegamos sin mayores problemas”, analizó el colombiano, que pretende lanzarse al ataque a partir de mañana tras el día de descanso de hoy. - C. Ortuzar