El Alavés se salvó el domingo sin jugar, con nocturnidad y sin previo aviso. Alguien hizo los números tras la derrota del Granada y vio que matemáticamente ya era imposible terminar en puestos de descenso. Y lo lanzó en Twitter y fue un buen momento, ahora que atraviesa la peor racha de la temporada, de poner en perspectiva lo que ha conseguido el Glorioso. Estos días he estado en Vitoria y el viernes, echando un vistazo a El Correo, vi una carta al director que, pese a saber que es una corriente de opinión que tiene su público, no me dejó de sorprender. El Alavés perdió contra Osasuna por culpa del entrenador era el título de un conjunto de líneas que tenían perlas así: “El equipo daba lástima y es que no sabemos jugar bien más que contra equipos buenos”. “Perdimos tres puntos por culpa del entrenador, muy calculador, pero muy poco deportivo”. Y mi favorita: “Hemos jugado a nada”. El fútbol es un juego que tiende a anestesiar la felicidad y la crítica en algunos observadores. Hay aficionados para los que todo siempre está perfecto y cualquier objeción es un ataque al club. En el otro polo están los que nada les sirve. Ni volver a Primera, ni clasificarse para la primera final de Copa de la historia, ni salvarse con siete partidos por jugar. No pretendo que la oscuridad de la última década del Alavés convierta en un ‘todo vale’ su realidad actual, pero criticar a este entrenador simplemente me parece una locura y no detenerse a pensar lo que ha conseguido. Cuando se clasificó para la final de Copa dije que no me sorprendería ver una mala dinámica de juego y resultados. El Alavés no es un equipo construido para el desgaste físico y sobre todo mental que tuvo en las seis primeras semanas del año. Quizás la adrenalina le permitió dar continuidad al momentum pero inevitablemente ha acabado llegando la resaca del sobreesfuerzo copero. Ahora está en una especie de cruce de caminos en el que la preparación se centra en llegar como motos al 27-M. Se ha fabricado una situación en la que no tiene una final cada fin de semana e imagino que eso le ha permitido ser más creativos en cuanto a organizar la preparación física y psicológica de los últimos dos meses. Más pronto que tarde volverá ese equipo que gana la mayoría de los duelos, siempre está bien plantado y tiene fuerza para salir a la contra o incluso pararse con el balón en campo contrario. Hay aficionados que están aprovechando la mala racha para salir de la cueva y cargar de nuevo contra Pellegrino.
El Flaco es de esos técnicos que tienen perdido de antemano el concurso de la popularidad. No dejan frases para el recuerdo, no tienen grupis ni les escriben libros y carece del relato o envoltorio místico que acompaña a otros entrenadores, generalmente argentinos o de Santpedor. Y además su filosofía de juego está al otro lado de la línea que han trazado los que dicen lo que es jugar bien o mal, que es jugar bonito o “jugar a nada”. Como estos conceptos son tan nebulosos, les voy a ofrecer una par de preguntas que les pueden ayudar para evaluar el trabajo de un entrenador. ¿Ha cumplido el objetivo fijado a principio de temporada? ¿Suele conceder menos ocasiones de las que permite? ¿Se ve sobrepasado claramente por el rival? La respuesta a las dos primeras es ‘Sí’ y a la tercera, ‘No’. Luego ya otra cosa es lo atractivo estéticamente que te parezca su fútbol o que pienses que con los jugadores que tiene podría marcar tres goles por partido. Una es puramente subjetiva y la segunda no se corresponde con la realidad. Ocurre siempre en la vida que las cosas que se dan por hechas no se celebran como se merecen. Hasta los más pesimistas del lugar casi habían dado por sentada la permanencia ya hace unas cuantas semanas. Quizás desde la victoria en Gijón. Pero no por ello tiene menos valor. Mantenerse el primer año siempre es un exitazo. Hacerlo como lo ha hecho el Alavés es directamente una brutalidad.