Bruselas - La relación de Philippe Gilbert con la Amstel Gold Race es como la de ese cliente con el camarero cuyo brazo es un extensión del tirador de cerveza. Gente que se comunica con la mímica de los dedos y el ritmo de la costumbre. Basta con levantar la mano a modo de saludo e indicar el número de tragos que uno quiere para que el barman reaccione con prestancia y profesionalidad exquisita. Hablar sin necesidad de hacerlo. El código morse de los bares. “Ponme una más”, dijo con el lenguaje corporal Gilbert que se bebió la Amstel de trago y lanzó el vaso de la victoria a la historia. Pedaleó con las manos el belga cuando superó el esfuerzo de Kwiatkowski, que se atragantó, demasiada espuma en el gaznate ante el poderío y el burbujeo del belga cuando los dos se batieron en duelo en la esgrima final. Kwiatkowski, que le rebañó la Milán-San Remo a Peter Sagan, se quedó con el molde ante el castillo de Gilbert, vencedor del Tour de Flandes, que soportó la descarga del polaco y le dio un repaso en el sprint. Una clase magistral por la alfombra roja. Su desfile resultó tremendo.

Gilbert sacó de plano a Kwiatkowski, que gateó cuando se imponía el galope. El polaco, un pulpo, sacó los tentáculos y se pegó a Gilbert, que bizqueaba y giraba el cuello para situar a Kwiatkowski, su ventosa a la espalda del maillot de campeón belga. Apretó el botón de ignición el polaco y Gilbert, experto, dejó que se le quemara el entusiasmo. Se quedó corto Kwiatkowski. También a oscuras. Extinguida la esperanza, Gilbert, sabio, con la métrica exacta de los grandes poemas, deletreó la victoria con el tumbao de los más grandes. Mirando al tendido. Lanzó un mensaje tan escueto como contundente. Nada críptico, en cualquier caso. Saludó su triunfo con cuatro dedos. 2010, 2011, 2014 y 2017. Ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Maestro cervecero Gilbert.

El último asalto a la gloria lo ideó Gilbert cuando asomó la pértiga de Kwiatkowski en la cota de Bemelerberg, la chepa final de la clásica que armó una cordillera con 35 cumbres con el Cauberg demasiado lejos. Ion Izagirre, Haas, Rojas, Albasini y Sergio Henao pusieron pie en la arena donde se dibujó el destino de la clásica. Los siete magníficos cabalgando por las Ardenas. Se habían desprendido Van Avermaet, Valverde, Jungels, Wellens, Rui Costa y Barguil, que no lograron atarse al pasaje de primera. Kwiatkowski pertenecía al segundo grupo de patricios hasta que en Keutenberg coceó los pedales y pudo vincular su mosquetón y se reunió con los opositores al triunfo, arengados por Sergio Henao, que agitó la coctelera para quebrar el orden establecido. Con un ramillete de segundos de renta en las alforjas y una tonelada de quilates en las piernas, se inició el juego de sombras. Rojas se instaló en la butaca. Desalojado Valverde de cualquier opción, se camufló en el anonimato.

Izagirre fue más visible. Su casco dorado le señaló. El de Ormaiztegi contribuyó en los relevos, al igual que el resto, todos ellos hermanados, en una gran actuación. Mostró los galones que se han posado en las hombreras del Bahrain. “Estoy contento por entrar en el movimiento decisivo, pero sabía que los otros corredores eran más rápidos que yo en el final. Ahora miro con más confianza a la Flecha-Valona y a La Lieja-Bastoña-Lieja”, analizó Izagirre. Henao se desgastó para Kwiatkowski. El Sky disponía de dos balas. La del polaco era de plata.

Gilbert, tatuada la carrera en su ADN, maniobró con convicción, avivando el grupo, conocedor de cada recoveco de la Amstel y de que “todos iban al límite”. Fuerte como un mulo de carga y listo como los ratones colorados, Gilbert reconoció que la dinamita la portaba Kwiatkowski. Se evaporaba la Amstel, olvidado tiempo atrás el Cauberg, y Kwiatkowski decidió alterar el armonioso paisaje. El estallido del polaco convocó de inmediato a Gilbert, el único con el motor suficiente para sostener el empuje del intrépido polaco. El eco de Gilbert, el rugido tremendo del valón, retumbó en la memoria de la Amstel. Pertenece el belga a su árbol genealógico. Así que tomó el joystick del sistema nervioso de la clásica, que se resolvió en un vis a vis entre dos que fueron campeones del mundo. Dos arcoíris en busca del sol, que anidó en el frontispicio del gigante belga. Reluciente dorado, el pantone de la Amstel. La clásica de la cerveza, que se compone de lúpulo, cebada y Gilbert.

Clasificación

1. Philippe Gilbert (Quick-Step) 6h.31:40

2 Michal Kwiatkowski (Sky) m.t.

3 Michael Albasini (Orica) a 10’’

4 Nathan Haas (Dimension Data)m.t.

5 José Joaquín Rajas (Movistar) m.t.

6 Sergio Henao (Sky) m.t.

7 Ion Izagirre (Bahrain) a 14’’

8 Michael Gogl (Trek) a 1:10

9 Sonny Colbrelli (Bahrain) a 1:11

10 Michael Matthews (Sunweb) m.t.