La perfección ha regresado a las canchas de tenis. Roger Federer es el renacido, el deportista que ha combatido contra los prejuicios que genera el paso del tiempo. El suizo desapareció del circuito tras la pasada edición de Wimbledon y casi todo el mundo daba su carrera por finalizada. Incluso él mismo tuvo dudas de poder regresar a un alto nivel, no en vano desde 2012 no había ganado nada más que dos veces en Cincinnati entre los torneos importantes, aunque sí había alcanzado finales. Pero este inicio de 2017 ha devuelto un Federer mejor del que paró seis meses, enorme a sus casi 36 años, como en sus mejores momentos.

Enorme, pero sobre todo excelso en la ejecución de su tenis, que apoya en un saque afilado y en un revés portentoso, un placer para la vista. Parece que es fácil lo que hace Roger Federer y, en realidad, todo parte de la pureza técnica, de la economía de gestos que le hacen recortar los puntos a base de acumular golpes ganadores. Ha ganado el Abierto de Australia y Indian Wells, los dos torneos más importantes que se han jugado hasta ahora, y la mayoría de sus puntos no han pasado de los cinco o seis golpes. En lo que va de año, el helvético solo ha perdido un partido, ante el ruso Donskoy en Dubai, de los catorce que ha disputado y ha ganado el 90% de sus juegos al servicio. Federer huye de los intercambios largos y toma máximos riesgos en busca de la iniciativa, una táctica que le está funcionando incluso contra Rafa Nadal, que siempre había torturado el revés del suizo con su bola alta y pesada, pero se ha visto superado en los últimos dos duelos entre ambos, y claramente además en el más reciente.

A punto de debutar en el Masters 1000 de Miami, el de Basilea, con 90 títulos ya en su haber, ha cogido carrerilla. Empezó el año en el puesto 17 del ranking y ya es el sexto. Sus rivales saben que puede perfectamente volver al número 1 este año. Además, con sus dos triunfos, lidera la carrera hacia las Finales ATP de Londres con mucha holgura y puede decirse que está casi clasificado para la cita de noviembre. “Mis planes eran llegar a Wimbledon entre los ocho primeros, pero se han adelantado”, ha confesado estos días en Crandon Park, a donde llega relajado para cerrar la primera gira sobre pista dura. Solo siete tenistas han logrado lo que se llama el Sunshine Double, ganar consecutivamente en Indian Wells y Miami, donde el calor y la humedad influyen en el juego. Federer es uno de ellos, en 2005 y 2006. “Sé que va a ser muy duro, pero me estoy sintiendo muy bien y me estoy divirtiendo en la pista. Las victorias te llenan de energía positiva”, ha añadido.

La gran incógnita ahora qué hará Federer en la temporada de tierra en Europa que arrancará a mitad de abril después del desgaste inesperado que ha acumulado en estos dos meses y medio. Incluso se habla de que podría renunciar a Roland Garros. Porque él sabe que la perfección no es ilimitada y que su tenis puede iluminar las pistas aún algunos años si mantiene su cuerpo sano.