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Superado. Le ganó por completo la partida Ibon Navarro en la dirección. Se cansó de mover piezas y lo intentó todo para revertir el signo de la matinal, pero ningún planteamiento funcionó ante la dejadez defensiva. Desconectado Larkin al frente del timón, la búsqueda del triple se convirtió otra vez en el único recurso azulgrana. Cuando falla el acierto, brillan por su ausencia las soluciones.
Vuelta a los errores. Reapareció en Manresa el Baskonia inconsistente, laxo en defensa y con el triple entre ceja y ceja que comenzó a perder su crédito con la llegada del nuevo año.
Desenchufado Larkin. Para bien y para mal, el conjunto vitoriano supedita su éxito al papel de su cabeza pensante al frente del timón. Si hubo un jugador irreconocible ayer en Manresa, ese no fue otro que el base norteamericano.
El día de gloria de Ibon. El vitoriano preparó a conciencia un duelo especial y hurgó en las debilidades de su exequipo, al que no dejó correr y maniató por completo. De no mediar el vértigo de sus pupilos, el marcador habría sido más duro.
Del inenarrable éxtasis vivido en el Ulker Sports Arena al merecido descenso a los infiernos en el Nou Congost, testigo hace dos décadas de una dolorosa pérdida de un título liguero y ayer de otro de los episodios más duros de digerir en la reciente historia azulgrana. En el corto intervalo de 72 horas, el Baskonia pasó de conquistar la guarida de un firme candidato a la Euroliga a completar un fiasco gigantesco en la cancha del desahuciado colista de la ACB. Una radical transformación para mal por parte del conjunto vitoriano, que incluso cosechó un resultado benévolo para sus intereses tras un maquillaje en el epílogo que no debe llevar a engaño a nadie.
Cuesta mucho ganar el crédito y, en cambio, muy poco dilapidarlo. Eso le acaba de suceder al Baskonia, que dio un grave paso atrás en sus aspiraciones de cosechar el liderato de la fase regular. Fue una matinal de terror y un naufragio colectivo de los que hacen época, aderezada por la sospechosa actitud de un equipo que no se puso los guantes de boxeo hasta verse sonrojado hasta límites insospechados con 20 puntos abajo en el marcador /74-54). La inusual estampa de Hanga completamente fuera de sí y descargando su frustración sobre el trío arbitral tras serle señalizada una falta de ataque resumió a las claras el desquiciamiento y la nula pegada de un plantel devorado por su propia desmotivación y otra vez con graves desequilibrios.
Solo a partir de ese instante emergió algo de vergüenza torera y orgullo en la cancha del Bagés. Bastó una presión en toda la cancha para que al Manresa le temblaran las piernas y viera reducido paulatinamente su colchón gracias a una cascada de recuperaciones, pero ese activamiento ya era demasiado tarde para corregir el desaguisado. Concedió demasiado terreno un Baskonia irreconocible que entró en coma en el segundo cuarto y no despertó del mismo hasta verse en una situación límite. No bastó ese toque de corneta a la desesperada ni tampoco que el Manresa exhibiera sus limitaciones pese a los tres bases en pista, ya que el destrozo anterior fue de proporciones bíbilicas. En definitiva, el merecido día de gloria para Ibon Navarro, que se encargó de hurgar en las debilidades alavesas y cuyo plan de partido fue ejecutado a la perfección por sus pupilos.
Ya fuera por un exceso de confianza ante un anfitrión condenado irremediablemente a la hoguera del descenso, el desgaste derivado de la encarnizada batalla ante el Fenerbahce o simplemente por un día malo en la oficina, el Baskonia se pegó un tiro en el pie en la jornada más asequible que le deparaba el calendario para consolidarse en la zona noble. Demasiada candidez, laxitud y autocomplacencia ante un anfitrión limitado pero también entusiasta y con la confianza por las nubes a medida que pasaban los minutos. Una mezcla de incredulidad e indignación por los brotes de desidia detectados y el clamoroso desacierto desde la larga distancia.
No solo hubo que maldecir la falta de precisión en tierras catalanes, sino también el ardor mínimo para contrarrestar a un rival al que le iba la vida en la matinal. Por mucho que apareciera el colista en la acera de enfrente, a casi nadie se le supera hoy en día sin bajarse del autobús. Si hubo un jugador que ilustró la incapacidad azulgrana, ese no fue otro que Larkin. El estadounidense, una de las grandes estrellas del firmamento europeo, estuvo desconectado desde el salto inicial. Sus pares, Costa y Machado, le buscaron las cosquillas con insistencia y la riada de puntos no se hizo esperar en contra de un Baskonia otra vez incapaz de candar su aro con cierto decoro, superado bajo los tableros, horrible en la defensa del pick and roll local y con unos porcentajes raquíticos.
Reapareció en Manresa el colectivo insípido y apocado que estaba firmando una trayectoria desconcertante desde la llegada del nuevo año. Fallaron las estrellas, pero también los escuderos. Salvo Shengelia y Luz, nadie inyectó garra a un Baskonia vacío de fuerzas a nivel físico y mental. Las sucesivas reprimendas de Sito Alonso no surtieron efecto. A última hora y gracias al vértigo de un anfitrión exhausto, emergió un pequeño rayo de esperanza hasta la puntilla de Pere Tomás desde el 6,75. Un castigo merecido para la dejadez de un Baskonia que puede lamentar dentro de unas semanas este pecado que no entraba en ningún pronóstico.
De los pocos que opusieron vergüenza torera en el Bagés. Pese a que tampoco tuvo un gran día, al menos lo intentó y no se cansó de forzar personales y sumar desde el tiro libre.