IRUÑEA - La moneda de las semifinales del Parejas se lanzó ayer al aire en el frontón Labrit de Iruñea, donde el brillo se transformó en niebla por bandos. Es cuestión de lividez o clarividencia. Cuestión de polos. Le dicen a Aimar Olaizola computadora por su capacidad de análisis en un idioma binario y cerebral por encima del visceral que entona la cercanía al frontis. Le dicen al goizuetarra científico por su capacidad de síntesis y no lanzar hipótesis a la ligera. Le dijeron ayer a Aimar Olaizola que se desperezara con un juego sublime en la primera mitad. Lo que no le contaron fue que las entrañas de Oinatz Bengoetxea, su contrario en la cabina de mandos, iban a resucitar a Mikel Larunbe, que comenzó seco y sin brillo, para acabar nombrándole mariscal de campo. El de Galdakao, el que más tajo tuvo en la cita, completó una gran segunda mitad, pero los borrones en el inicio fueron los que pusieron cuesta arriba el partido. Después, la película cambió. Oinatz caminó por el filo de la moneda y fue Álvaro Untoria el que acabó por perder la brújula del compromiso, áspero y bonito. El dominio del vizcaino allanó la cita al leitzarra, dinamitador del partido tras el 12-3, con el que se abrieron las fallas del choque.
A él se llegó en un monólogo de Olaizola II en los cuadros delanteros, letal, inspirado, remando con el viento a favor. Le soplaba la espalda la fugacidad del garrote de Larunbe, que era incapaz de mover el material colorado. Hasta ese tramo, el galdakoztarra encajó tres saques, dos de ellos de llevar -en el tanto dos y en el tres-, y sumó tres yerros, que le penaron en su balance personal. Asimismo, asomó incapaz de quitar a Aimar, que ya había puesto en marcha el sistema operativo de un gancho exquisito. La zurda de Olaizola II es diamante y martillo. Es navaja suiza. Es delirio.
En los primeros compases, las virtudes y los defectos dejaron al najerino tranquilo en su parcela, trabajador y con trote, como siempre. Solamente flaqueó cuando Larunbe soltaba la zurda y empoderaba su derecha, por la que vinieron los tres primeros tantos azules: remates de Oinatz con el tajo hecho. Tras el 12-3, una escapada de Untoria cambió la tendencia. Por completo. 180 grados. Cielos e infiernos. La maldita moneda, en el aire. Cuestión de chispa; cuestión de vísceras. Fue un fallo de zurda del riojano el que devolvió el saque y la fe al inquebrantable Oinatz. Ejerció de faro de Larunbe y le otorgó galones en momentos de zozobra para que su diestra mandase. Untoria comenzó a recular. La distancia entre Olaizola II y su compañero se amplió y el abismo en el luminoso se cerró como un cepo. El 12-5 fue un fallo de Aimar y el 13-5, otro de Larunbe. Untoria tiró otra pelota con la derecha (13-6) y comenzó la resurrección. Redivivo Larunbe, su segunda mitad fue de escándalo. Oinatz respondió a dentelladas y las cosquillas de Aimar en el txoko desmantelaron su propuesta de acero. Untoria fue incapaz de sujetar a los azules. Larunbe era el dueño. La trampa para osos se transformó en un 15-15 justo y se largaron los azules hasta el 16-20 y el 17-21. Respondió Olaizola en el txoko, pero terminó el estertor con una falta de saque. Oinatz y Larunbe ya habían dado el golpe en el tablero.