Vitoria - Carlos Rubio acompañó al Everest a Alex Txikon pero tuvo que dar por terminada la expedición debido a una infección pulmonar. Ya recuperado, confiesa que seguirá con sus proyectos personales: “Voy a seguir con el equipo nacional de alpinismo”. La siguiente aventura está en el Pirineo, al que tiene “muchas ganas” de ir. Está motivado el madrileño, quien ya va cogiendo fondo con los esquíes. Además, Rubio protagonizó el documental Encordados 360º y da charlas. Es un todoterreno.

Pasó momentos complicados en el Everest, del que tuvo que ser evacuado el pasado 22 de enero. ¿Cómo se encuentra en la actualidad?

-Ahora estoy recuperado. Aun así, he pasado quince días bastante tocado. Lo único que me pedía el cuerpo era dormir. He estado hibernando como un oso. Ya me encuentro bien. Respecto al rescate, hice caso al cuerpo, porque en la montaña siempre hay que hacerle caso. Me llevaba avisando durante varios días.

Prosiga.

-Era la quinta noche a más de 6.000 metros de altura y la tercera a más de 6.400. Hicimos un cambio de Campo 2 de altura con un desnivel de cincuenta metros, aproximadamente. Eran diez minutos de andar y tardé alrededor de cuarenta o media hora. Ahí, Alex Txikon se dio cuenta de que no iba bien. Yo pensaba, por mi ignorancia de la altura, ya que era mi primera vez tan alto, que iba a recuperarme. A partir de esa altura, no recuperé. El Himalaya no son los Alpes en los que he estado muchas veces. Era mi primera aventura allá de alto nivel.

¿Es muy distinto lo que se encuentra en el Everest en invierno de lo que se esperaba?

-Sinceramente, yo me esperaba lo peor. Al final, vas en invierno al Everest y piensas en que puede haber una gran hostilidad. En mi caso, siempre me espero lo peor. Sin embargo, no fue tan heavy. Eran temperaturas muy bajas, pero yo presentía algo más salvaje. Creo que a partir de que me fui, la cosa se puso mucho peor. El tiempo empeoró, subieron más alto, nevó e hizo mucho viento. El Everest impone.

Era su primera aventura de este estilo.

-Sí. Era mi primera expedición en el himalayismo. Normalmente, yo soy un montañero de estilo alpino. Soy más de hacer recorridos, pero no de expediciones pesadas. Nunca me había llamado esto, pero hay que aprovechar las oportunidades y más con un compañero como Alex Txikon. Me brindó la oportunidad a través de mi amigo Aitor, de Avista Multimedia, y fui hacia adelante. Todo es experiencia y si la vida me pone una aventura por delante que me motive, no me lo pienso.

En este caso, para la motivación Txikon es muy bueno.

-Mete en líos de este calado a cualquiera (risas). Tiene una forma de contar las cosas que anima mucho a meterte en cuestiones como esta.

¿Cómo es el lemoarra como director de orquesta en una aventura de tamaña magnitud, que quiere hacer historia al hollar el Everest en invierno sin oxígeno?

-Es un tipo tranquilo, que sabe usar muy bien su experiencia. Alex escucha y comparte sus conocimientos. Siempre tiene los oídos abiertos para una posibilidad más. No se impone y escucha a los compañeros. Es un líder, sí; pero un líder amistoso y muy alegre. Siempre estábamos bailando. Nos juntamos un gran grupo entre Alex, Aitor Bárez, Pablo Magister y yo. Fue la caña. Siempre estás con los sherpas, pero tiendes a estar con tu gente.

Es decir, que hay un gran ambiente, ¿no?

-Vas a escalar algo complicado, pero vas tranquilo. En ningún momento hubo tensiones. Alex transmite todo su conocimiento y da sus puntos de vista, quizás en ocasiones se equivoca, como nos pasa a todos. Por ejemplo, con unos calcetines que me compré, que costaban 60 euros, según los vio me dijo que no servían, que con esos se le habían congelado los pies a él. ¡Me había gastado una pasta y no servían! Alex trata de enseñar todo lo que sabe. Es una persona muy social.

Fue a dar con un buen padrino para su estreno en versión himalayista.

-Es un buen compañero de aventuras. ¡Y seguro que no será la última! Hemos hablado y quiero motivarle para hacer vías duras en roca, que es a lo que yo me dedico.

¿Qué esperaba del ochomilismo?

-Es muy difícil. Se lo contaba a Txikon. Pensaba que era llegar allí y andar, pero hay que aclimatarse bien. Fíjese en mí, que me tuve que bajar a los 6.400 metros. Andar sin aclimatar... ¡ojito! A nivel técnico no estaba preocupado, pero sí que daba vueltas a aclimatar y al frío. Finalmente, llevé bien las bajas temperaturas, pero la altura me paró los pies y me echó para abajo. Eso viene bien, porque te baja de la burra. Crees que puedes ir bien y, después, no vas tan bien. Eso sí, me sorprendió que tan abajo estuviera tan mal.

El primer paso desde el Campo Base al Campo 1 es la temida Cascada del Khumbu. ¿Le sorprendió?

-Una vez equipada con cuerdas, tal y como hicimos, solo tienes que ir con un yumar. Sorprende sobre todo el Callejón de la Muerte. Es un castillo de naipes con bloques de hielo como furgonetas y, si viene un golpe de viento o hay un pequeño movimiento sísmico, se te cae todo encima. Se cayó en dos ocasiones y nos rompió las líneas de cuerdas. Allí viví uno de mis momentos más emocionantes.

Cuente.

-Estaba haciendo un porteo yo solo del CB a poca distancia por debajo del Campo 1. Pasé el Callejón, situado a 5.700, yo solo a todo correr. Únicamente pensaba en que si se me caía un bloque no me iba a encontrar nadie.

Está siguiendo la aventura de Txikon. ¿Cómo está viviendo estos últimos acontecimientos?

-Me dio mucha pena que no hiciera cumbre. Tengo ganas de que llegue. Me ha dado tanta pena irme, de lo que me he dado cuenta al llegar, que siento cierta envidia. No estoy allí para actuar, pero para mí no ha terminado la expedición. Quizás sea un poco egoísta por mi parte, pero quiero que acabe para no morirme de envidia. Ojalá hagan cumbre. El que persigue su sueño, lo consigue. Alex es una persona que lo hace, porque realmente es su sueño. Él lo busca. Le deseo que llegue.

¿Cómo son las condiciones físicas y mentales de Alex Txikon?

-Los sherpas le piden mus (risas). Es un portento. Tiene un nivel físico alucinante y no se cansa nunca. Hubo un día que subió del Campo 2 al 3 directo, se bajó y celebró el cumpleaños de Pablo en el Campo Base. Da gusto. Es un montañero que tumba a todos.

¿De dónde sale esa fuerza?

-Eso se lleva dentro. Es un tío que no para. Ahí se gana ese fondo. Es una bestia. Txikon no frena ni un día, lo de estar en el sofá sentado no le pega. Es mi teoría. También tiene una cabeza que no le deja parar. Le digo siempre que es un poco hiperactivo.