Duración: 58:34 minutos de juego. 24:20 tiempo real.

Saques: 1 de Ezkurdia.

Pelotazos: Se cruzaron 463 pelotazos a buena.

Tantos en juego: 4 de Ezkurdia, 1 de Merino II, 8 de Víctor y 2 de Albisu.

Errores: 1 de Ezkurdia, 1 de Merino II, 8 de Víctor y 8 de Albisu.

Marcador: 2-0, 2-2, 3-2, 3-4, 4-4, 5-5, 6-6, 15-7, 16-8, 18-8, 18-9, 20-9, 20-10, 20-11, 21-11, 21-12 y 22-12.

Incidencias: Partido de la undécima jornada de la liguilla de cuartos del Campeonato de Parejas. Frontón Ereta de Tafalla. Buena entrada. El dinero salió a la par .

TAFALLA - ¿Es posible alcanzar un triunfo, tasado en 22 tantos, sumando solo seis? La respuesta no requiere de una nueva formulación matemática, ni tan siquiera de un diabólico cálculo mental, basta con amontonar 16 fallos en el otro plato de la balanza para certificar la cuadratura del círculo y desentrañar un duelo famélico, únicamente con algo de lumbre en el inicio, antes de un apagón inopinado que dejó el Ereta de Tafalla a oscuras. El extraordinario empeño de Víctor y Albisu, hermanados en el error, en tirotearse en el pie como si no hubiera mañana fue una oferta irrechazable para Ezkurdia y Merino, que sumaron con alivio un triunfo vital para continuar caminando por la acera de la calle esperanza en un vecindario bullicioso como el Parejas, convertido en un caos de puro apretado por una plaza en las semifinales. Entronizados Irribarria y Rezusta, cómodos en la azotea de su dúplex, el resto de competidores se apretuja como en el camarote de los hermanos Marx.

A esa estancia entraron Ezkurdia y Merino sin tener que tocar la puerta y menos aún derribarla. Simplemente esperaron en el descansillo. Haciendo tiempo hasta que Víctor y Albisu, pésimos en el fotomatón, sin pose alguna, les entregaron las llaves de la casa y las joyas. Sin alharacas, con el rictus serio y el trabajo como bisagra observaron Ezkurdia y Merino la estrepitosa caída de Víctor y Albisu, desplomados de mala manera, ensartados por sus cuantiosos yerros.

El amanecer fue apretado, tenso y prevaleció el espíritu minero. Era preciso el esfuerzo y el tajo. Pico y pala para la más mínima conquista. Pleiteaban con fiereza Merino II, en su mejor versión en lo que va de torneo y al fin parejo al perfil que ofreció muchas lunas atrás, y Albisu, un virtuoso de la pegada que leía la partitura con soltura. Sin grandes grietas en las que hacer palanca, ambas parejas se mecieron en la igualdad. Nadie era capaz de destacarse más de un dedo. Víctor mostraba su relampagueante pegada, ese latigazo eléctrico tan suyo, y Ezkurdia se parapetaba en su fortaleza. En ese ecosistema no había quién se elevara por encima del resto. Los tantos no se lograban, se arrancaban. Se ganaban palmo a palmo. Igualados a seis. Restaba un mundo, pero el aire, caprichoso, juguetón, roló.

Una huracán de dudas y desconfianza anidó en Albisu, que de repente, quedo deshabitado, atribulado, incapaz de articular su discurso. Su pegada, hasta ese momento alegre, vitalista y dañina, se evaporó. Jon Ander carcomido por la inestabilidad, sin dirección se quedó tieso. En el diván. Acumuló un saco de errores. Cuentas de un rosario de desesperanza. Una letanía se instaló sobre sus hombros, que sostenían una petate de fallos, alas para Ezkurdia y Merino, que simplemente mantuvieron la dirección correcta. Enredado en sus pensamientos, lo peor para un deportista que funciona en las coordenadas de acción-reacción. Albisu contagió a Víctor, de natural inestable, siempre subido en el carro de la nitroglicerina. Para cuando el riojano conectó un par de ganchos, Ezkurdia y Merino vencían 15-6. Una tacada de 10-0.

Obligado a tomar riesgos, apurado por el marcador, desplomado el luminoso sobre sus cabezas, Víctor trató de enlazar otro tanto, pero no concretó su remate. Las chapas le perforaron los tímpanos. Peleado consigo mismo, desquiciado, Albisu no pudo zafarse de su aire melancólico, de una actuación fatalista y sumó otra ristra de errores. El de Ataun era una sombra errante. 18-8. Ezkurdia y Merino II silbaban. Les bastaba con estar en el partido y no ceder a la tentación del buen samaritano. Agarrados al rigor y a una material danzarín que acartonaba al zaguero de Ataun, incomodísimo, dejaron que Víctor y Albisu compartieran destino hasta el final y se quemaran en su propia impotencia. Consumidos ambos en la pira de la desazón, aplastados por sus errores. Condenados.