El torneo de exhibición de Abu Dhabi, entre el jueves y el sábado próximos, supone el arranque oficioso del nuevo año tenístico, que se pondrá en marcha en serio en Brisbane a partir del 1 de enero. Seis de los doce mejores del mundo (Murray, Raonic, Nadal, Berdych, Goffin y Tsonga) lanzarán un curso que presenta numerosos alicientes en el circuito masculino. El primero de ellos es ver hasta dónde llega Andy Murray en la defensa de su número 1. Él quiere que sea duradero. Durante la primera mitad del año, Novak Djokovic va a defender muchos puntos, así que el escocés no debe tener problemas para alcanzar, al menos, la primavera en lo más alto. Por otro lado, la campaña anterior dejó abierta la puerta del relevo, con varios jugadores menores de 26 años llamando al Top 10 y dispuestos a quebrar la dictadura del Big Four de los últimos doce años.

Con el Abierto de Australia como primera gran cita desde el 16 de enero, quizás el mayor interés de este año radica en comprobar si ese cuarteto dominador ha quedado definitivamente reducido a la mitad. Rafa Nadal y Roger Federer tienen la palabra para confirmar que sus deseos de volver a ganar algún Grand Slam van acompañados de la necesaria condición física después de sus respectivas lesiones. El balear empezará el año como número 9 del mundo, el suizo como 16. Desde hace 14 años, al menos uno de los dos estaba entre los diez mejores, pero ahora no lo tendrán fácil para regresar a los puestos más altos ni a los domingos decisivos.

Cada vez hay más exigencia y hay que cuidar todos los detalles. Por eso, este invierno ha vivido agitación en los cuerpos técnicos de los jugadores, que buscan voces nuevas para tratar de elevar aún más el nivel. Rafa Nadal ha dado un paso que mucha gente le reclamaba y ha añadido a su equipo a Carlos Moyá, que no deja de ser su amigo y no supondrá un aporte radical, pero sí deberá añadir matices y nuevas ideas al juego del de Manacor, que no juega unas semifinales de Grand Slam desde Roland Garros de 2014. El torneo, cómo no, parisino vuelve a ser el objetivo de Nadal.

Moyá estuvo el año pasado con Milos Raonic, al que ayudó a llegar al número 3 del mundo. Al canadiense le faltó el último paso en cuanto a mentalidad en los torneos grandes y ahora ha contratado a Richard Krajicek, el holandés que ganó Wimbledon en 1996 y que estuvo el año pasado junto a Stan Wawrinka en la gira de hierba. Raonic tiene el Grand Slam londinense entre ceja y ceja y con un antiguo campeón espera encontrar todas las claves.

Pero quizás el movimiento más inesperado de este tiempo entre temporadas ha sido la ruptura entre Novak Djokovic y Boris Becker después de tres años en los que nos les ha ido mal. La segunda mitad de 2016, en la que según el alemán “Nole se entrenó poco”, ha tenido que ver en este cambio brusco que algunos atribuyen también a la influencia de Pepe Imaz, exjugador español que ha entrado en el grupo de Djokovic para transmitir “amor y paz”. El serbio no ha anunciado quién sustituirá a Becker, de quien se dice que podría pasar a colaborar con Federer, que se ha declarado motivado y decidido a intentar otro asalto de Wimbledon.

Andy Murray ya cambió a mitad del año pasado de entrenador, de hecho era algo habitual en su carrera. Regresó a Ivan Lendl y con el checo-estadounidense alcanzó su mejor nivel, así que mejor no tocar lo que al fin funciona. Marin Cilic escogió a Jonas Bjorkman en mitad del año pasado y alcanzó su mejor ranking. Goran Ivanisevic, tras dejar a su compatriota, se ha unido a Tomas Berdych en busca de revitalizar la carrera del checo. En resumen, en un deporte individual y solitario como el tenis el entrenador también influye. Y 2017 empieza con agitación en los palcos.