La Unión (Colombia) - Mientras se suceden las muestras de dolor tras la tragedia aérea del Chapecoense, los medios de comunicación colombianos comenzaron a distribuir las primeras conversaciones entre la torre de control del aeropuerto de Medellín y el piloto del avión de la compañía Lamia, de matricula boliviana, en el que viajaba el club brasileño. “Señorita, Lamia 933 está en falla total, falla eléctrica total, sin combustible”, afirma una voz que se identifica como el piloto de la aeronave accidentada.

Enseguida la torre de control del aeropuerto internacional José María Córdova le dice que tiene “pista libre”, según la grabación. “Pista libre y esperando lluvia sobre la superficie Lamia 933, bomberos alertados”, responde la controladora aérea. Poco antes, el piloto había solicitado “prioridad para la aproximación” y le pide en varias ocasiones que le indique “vectores de la pista”, es decir, las orientaciones para aproximarse lo más rápido posible al aeropuerto. Al inicio de la grabación se escucha como la controladora de turno estaba dando prioridad a otra nave de la aerolínea Viva Colombia que tenía un problema por “una fuga”. Cuando el piloto de la aeronave de Lamia informó de la gravedad de su situación, la controladora desvió a otros dos aviones comerciales que estaban aproximándose al aeropuerto para que pudiera aterrizar el avión del Chapecoense: “Emergencia de combustible señorita, por eso le pido de una vez curso final. Estamos en falla eléctrica total y de combustible”.

Pilotos colombianos que a esa hora volaban hacia Medellín y escucharon en sus frecuencias de radio la conversación, relataron que efectivamente el capitán del avión de Lamia informó a la torre de problemas eléctricos y de combustible. Poco antes de perder el contacto, la controladora le dice que no tiene la altitud necesaria, a lo que el piloto dice que se encuentra a 9.000 pies.

Según expertos consultados por varios medios colombianos, esa altitud es insuficiente para pasar el Cerro Gordo, cercano al aeropuerto y contra el que se estrelló finalmente la aeronave, apenas a 17 kilómetros de la pista.

Miles de aficionados rindieron un improvisado y emotivo homenaje a las víctimas en su propia casa, el Arena Condá de la localidad brasileña de Chapecó. Las escenas de emoción se repitieron durante todo el día en los alrededores de la sede del club, donde desde primeras horas se congregaron familiares de los jugadores, del cuadro técnico y de los directivos y simpatizantes del Chapecoense.

Confirmada la magnitud de la tragedia, cientos de personas acudieron a una misa en memoria de las víctimas que concluyó entre abrazos, lágrimas y el lema del equipo: “Con mucho orgullo, con mucho amor, chapecoense”.

un héroe de diez años Un niño guió el rescate del primer superviviente hallado en la zona donde se accidentó el avión que transportaba al Chapecoense en el municipio colombiano de La Unión, en el departamento de Antioquia, según relataron varios testigos. El menor, de unos 10 años, coordinó, en medio de su inocencia, la evacuación del jugador brasileño Alan Ruschel del sitio conocido como Cerro El Gordo, donde quedó destruido el sueño del conjunto de Chapecó de conquistar su primera Copa Sudamericana.

“Cuando estábamos preparando las camionetas llegó un niño y nos dijo que a unos heridos los estaban sacando por otro lado”, aseguró Sergio Marulanda, uno de los lugareños que cooperó con el desplazamiento de los seis supervivientes de la tragedia por el terreno agreste donde se estrelló la aeronave la noche del lunes. Marulanda se convirtió en héroe anónimo gracias a una llamada de su hermano, un médico de la región que le pidió traer su camioneta todoterreno y las de otros cuatro amigos para cooperar en la misión de rescate que empezó dos horas después de la colisión del Avro Regional RJ85, de la aerolínea boliviana Lamia.

“Un policía me dijo: usted es el primero en llegar, monte al niño en la camioneta y vaya a recoger los heridos”, recordó el hombre, oriundo de La Unión e hincha de Atlético Nacional. En medio de la “impactante” escena, compuesta por un avión totalmente desintegrado, cuerpos diseminados y el fuselaje esparcido en al menos cien metros de diámetro, Marulanda recibió en su camioneta a Ruschel junto a varios sanitarios que luchaban por estabilizarlo.