Markel, ahora yo también soy un bizipoz”. Y a Markel Irizar, devoto del ciclismo, partisano de las clásicas, amante de la primavera, entusiasta del pavés y peregrino del campanario de Brujas, desde donde se anuncia el Tour de Flandes, la sonrisa se le agiganta tanto que le alcanza el alma. Al tuétano le llega el agradecimiento de Fabian Cancellara, el mito al que acompañó durante cinco campañas y que se despidió del ciclismo con una fiesta en la que subrayó la entrega de Irizar. Hurra por Cancellara. “Que se acordará de mí para estar con él en un día tan especial me hizo muchísima ilusión”, cuenta Markel Irizar desde Brujas. En Bélgica, icono de las clásicas, territorio de Fabian Cancellara, cerró su historia el suizo del espíritu indomable, el gigantesco gladiador que envainó su espada: Espartaco. Markel Irizar fue uno de sus pretorianos, parte de esa guardia que le acorazó cuando el incontenible Cancellara se desabrochaba a través del Infierno del Norte, camino de Roubaix o cuando se elevaba a través de Flandes y se entusiasmaba por la tierra añeja y vinícola de la Strade-Bianche.

“Fabian ha sido muy exigente consigo mismo y también con el resto. Nos pedía que lo diéramos todo. Sin reservas”, define Irizar, que reconoce que necesitará tomar distancia al apagón de Cancellara para asumir “lo que ha sido compartir tanto tiempo y estar tan cerca de un gran campeón”. Reciente aún el champán y el confeti del último paseo triunfal del suizo, campeón olímpico contrarreloj en Río, despedido con honores, la pechera cubierta de triunfos, a Irizar le cuesta dar con el tallaje exacto de Cancellara, con el tamaño de su ciclismo pasional y emotivo del que cuelga un tremendo palmarés. “Si bien ha ganado carreras por mantener la cabeza fría, sobre todo ha sido un corredor de corazón caliente. No digo que no corriese con la cabeza, pero habitualmente corría con el corazón. Ese ha sido el motor de su ciclismo”. Cancellara, sostiene Irizar, uno de sus fieles, -el club de fans del suizo le premió con el trofeo al ciclista más leal- es un poco Quijote y “dejará una huella no solo por sus triunfos sino también por la forma de conseguirlos, por el modo de correr”. Recompone la memoria Markel Irizar y establece un paralelismo con Indurain. “Indurain ha sido uno de los más grandes, pero él ha trascendido no solo por todo lo que ha ganado, sino por su forma de correr, con elegancia, dejando ganar”.

el sello de espartaco Fabian Cancellara dejará una impronta, una horma de clase y su fuerza bruta. El legado de un ciclismo sin filtros; a borbotones, impulsos y corazonadas. “Él apostaba siempre por sí mismo. Se la jugaba a una carta, la suya, y tenías que darlo todo por él, pero él nunca se arrugaba. Digamos que no esperaba a lo que hicieran los demás. Si tenía que enfrentarse al pelotón lo hacia, si tenía que tirar lo hacía. No se escondía. Era muy valiente”. La trascendencia del suizo, concede Irizar “era ese estilo”. Indomable, dueño de su propio destino, Cancellara, cuatro veces campeón del mundo contrarreloj, vencedor monumental de la París-Roubaix y del Tour de Flandes, además de otro puñado de grandes carreras, siempre siguió su hoja de ruta, sin dobleces ni recovecos. “En eso era muy suizo, muy cuadriculado. Las cosas se hacen así, decía”, rememora con humor Irizar. Italiano por parte de padre, el entusiasmo le llegaba desde ese lado a Cancellara. “La parte italiana era la que le hacía correr con el corazón, pero luego tenía esa parte tozuda, muy suiza”, discurre el oñatiarra, que enfatiza el lujo que “supone para un corredor normalito como yo haber estado al lado de un gran campeón como Fabian”.

La proximidad de Markel, parte indispensable en el engranaje nuclear del equipo tejido para las clásicas, era la de un fiel coequipier, siempre al servicio de Cancellara, que se decantó “más por la unión que por tener un equipo muy fuerte como puede ser el Etixx, que tenía más cartas para ganar”. En el Trek, la baraja entera era el suizo. “Cogía toda las responsabilidad”. El resto, el encole, respondía a la máxima de la “unión hace la fuerza”. Cancellara y sus mosqueteros. En esas travesías por los parajes sagrados del ciclismo, a Irizar le atropellan varios fotogramas. Gestos que realzan el tajo de los gregarios, sacrificados en el altar del anonimato en el asalto de las grandes cumbres. “En la Strade Bianche de hace dos años, a Cancellara se le pinchó la rueda trasera e inmediatamente le di la mía. Pero luego, cien metros más adelante pinchó la rueda delantera. Se paró y me silbó. Recuerdo que hice un sprint con la rueda delantera y con las calas puestas para que él pudiera seguir. Cuando nos vimos, me dijo: Me has salvado la vida”, dice con satisfacción Irizar, que cuando corría en Euskaltel miraba con curiosidad al autobús del CSC, equipo al que pertenecía Cancellara. “Las noches anteriores a las grandes clásicas tenían una reunión en el autobús. Con los años pude ser parte de eso. Cuando se lo decía, a Fabian le hacía gracia”.

En los cónclaves se definía la estrategia, se repasaban los detalles y se asignaban los papeles. Después se imponía la realidad, tan difícil de encriptar y guionizar el metraje de una carrera. Anticipar la corriente interna de una clásica, predecir su comportamiento, resulta un ejercicio de futurología. En esos puntos oscuros, la linterna de los gregarios es un luz cálida. “Corríamos el Tour de Flandes de 2014 y Fabian me pidió un gel para comer. Le ofrecí el mío, con sabor a limón. Pero él no lo quería, quería uno con sabor a cola. La cuestión es que la carrera iba lanzada y yo insistí y le metí el gel en el maillot. Llegaron los últimos diez kilómetros y él necesitaba alimentarse. Pensaba que no tenía comida, pero encontró el gel que le di yo. Lo tomó a falta de seis kilómetros y al final pudo ganar. Cuando llegó al autobús agradeció mi cabezonería, el hecho de que le metiera aquel gel que había rechazado”. Detalles de ese tipo cosen la carrera de los grandes campeones. Cancellara siempre agradeció aquella lealtad, “fueran bien o mal las cosas”. En sus últimas campañas, el suizo sufrió dos caídas importantes. Entonces fijó aún más su mirada sobre Irizar y su energía positiva. “La lucha contra el cáncer me enseñó a tirar para adelante, a no entretenerme demasiado con el pasado”. Cancellara adaptó esa filosofía vital en el tramo final de su carrera y una sonrisa como cierre. “Yo también soy bizipoz, Markel”.

Biografía. Fabian Cancellara (Berna, 18 de marzo de 1981) comenzó con el fútbol para pasar a correr en bicicleta a partir de los 13 años. Saltó al profesionalismo en 2000. El ciclista debutó en el Mapei-Quick Step y después pasó por Fassa Bortolo, CSC/Saxo Bank y posteriormente Leopard/RadioShack/Trek.

Palmarés CRI. Campeón olímpico contrarreloj en 2008 y 2016. Campeón del mundo en 2006, 2007, 2009 y 2010.

Grandes triunfos. Clasicómano por excelencia, Cancellara venció varios Monumentos. La Milán-San Remo (2008), el Tour de Flandes (2010, 2013 y 2014) y la París-Roubaix (2006, 2010 y 2013). Fue líder del Tour y ganó ocho etapas.