Hoy martes comienza otra semana de tres partidos para Baskonia con su visita a Milán. El viernes recibirá al Brose alemán y el domingo a un equipo de cuarta en la Liga ACB como el, venido a menos, CAI Zaragoza. La Euroliga está aprovechando las semanas sin Champions League para cargar su calendario y multiplicar por dos su oferta de entretenimiento en días en los que no existe la competencia del fútbol. Una medida inteligente para un producto sin un espacio definido aún en la parrilla televisiva. Donde sí ha marcado su territorio la competición continental es en lo relativo al interés del jugador y el aficionado. La Euroliga es una organización compacta y lustrosa donde el baloncestista se puede exhibir y el hincha sacar pecho de pertenecer a una competición ya existente pero que ahora se produce vanguardista. La ACB a día de hoy no pasa de pastiche, de ciudad gigante en la que los barrios residenciales nada tienen que ver con los suburbios. Una tiene escenarios de película de James Bond y pabellones futuristas, y la otra arrabales torrentianos gobernados por la CUP. La Euroliga es cosmopolita y la ACB es caspa.
Con el nuevo formato continental además le ha terminado por robar a la ACB su último reducto de influencia, que era ostentar el título nobiliario de ser la competición de la regularidad, de marcar el pulso y el día a día de un equipo. Ahora eso también se lo lleva Europa, donde además del glamour debes abrazar la disciplina. De lo contrario, y lo estamos viendo en estas primeras jornadas, cualquier equipo está en condiciones de pintarte la cara con todo el descaro del mundo. Así están las cosas... Con el desgaste físico de jugar cada dos días, el mental que supone gestionar el subidón de aplastar al Fenerbahce turco del amigo Obradovic y el inevitable bajón que te llega a las cuatro o cinco horas, la seguridad de saberse dentro de la Copa del Rey en calidad de organizador y la casi certeza de estar en los play off por el título, intuyo que nos dirigimos hacia un Baskonia de dos caras en la primera mitad de la temporada, especialmente cuando le toca jugar fuera de casa.
de exhibiciones y petardadas... En este sentido va a haber que acostumbrarse a exhibiciones como las protagonizadas ante el Real Madrid o el citado Fenerbahce otomano seguidas de petardos infumables como los de Unicaja o Valencia, dos buenos conjuntos por otra parte. Ya la temporada pasada, especialmente cuando se empezó a sentir en condición de pelear por el título europeo empezó a dejar de lado la Liga. Aquel Baskonia de Perasovic, Bourousis, Adams y compañía tenía en las piernas y en la cabeza un gran partido por semana y le era prácticamente imposible no desconectar después hasta el siguiente envite continental. Ahora todo esto se multiplica por dos ante el nuevo sistema de temporada regular. Teniendo todo en cuenta, tampoco es serio convertir el análisis de la derrota en Valencia en una competición de quién se rasga más las vestiduras solo 48 horas después de una de las mayores exhibiciones del Baskonia en los últimos años. Tampoco hay mucho tiempo además con este calendario. Ni para chupársela demasiado en la victoria ni para el catastrofismo en la derrota.
Las crónicas de Valencia han dejado paso a las previas de Milán. Creo que lo mejor va a ser ir asumiendo que las habichuelas están en la Euroliga, que los Larkin, Beaubois, Bargnani o Budinger han llegado con Europa como reclamo y vehículo para pagar sus minutas. Si los propios aficionados baskonistas y analistas giramos nuestra atención deliberadamente a la Euroliga, ¿cómo vamos a exigir al equipo que entrene su mente para jugar contra el CSKA de Moscú y dos días después contra el UCAM Murcia? Va a resultar que es como pasar de Bob Dylan a Melendi...
‘show must go on’ En este contexto, acierto a adivinar que ni siquiera estamos ante un Baskonia bipolar, simplemente es una organización coherente en todos sus estamentos. El club hace pivotar su sostenibilidad en la presencia garantizada en la Euroliga durante diez años. El departamento de comunicación y marketing se afana en las promociones y puesta en escena de los partidos europeos. Los aficionados responden mucho mejor a estos encuentros. Y los jugadores, simplemente se dejan llevar por la ola (insisto, coherente e inteligente) que marca el club y la masa social. En esas se queda Sito Alonso, extraordinario entrenador, aprendiendo a convivir con la gran miseria de la NBA: cada vez menos tiempo para preparar los partidos. Rueda de prensa, maletas, avión, sesión de recuperación, sesión de tiro en el pabellón de Milán y partido por la noche. Tres días. Tres ciudades. Dos competiciones. Dos partidos. Show must go on.