bilbao - Cuenta la mitología que Pigmalión, rey de Chipre, vivía enfrascado en la frustración. Sus empeños por encontrar una esposa, exigente que era, le hicieron solapar fracaso con fracaso. No había mujer para él, porque no hay ser humano perfecto. Esa era su condición: una mujer perfecta. Cansado de buscar, vacío su corazón, recurrió al ingenio y sus dotes para satisfacer su demanda. Empezó a esculpir. La belleza que imaginaba la creó con sus propias manos. Esculpió y esculpió hasta dar con la figura perfecta. Fue Galatea la mejor de sus obras, la más preciosa. Llegó a soñar Pigmalión, gracias a Afrodita, con el calor que desprendía su escultura, la cual se ablandaba adquiriendo la flexibilidad de un cuerpo humano. El jerarca ya tenía a su amada.
Así nació el que es conocido como efecto Pigmalión, que puede entenderse como la materialización de una profecía. Quiere decir el efecto Pigmalión que una persona posee una expectativa tan grande, tan reaccionaria, tan influyente dentro de uno mismo, que conduce a obrar de tal manera que permite que dicha expectativa se plasme como una realidad.
Jorge Lorenzo fue ayer un Pigmalión cuyas expectativas se vieron cumplidas por su empeño y maestría durante el proceso de tornarlas en verdaderas. El mallorquín alcanzaba el Gran Premio de la Comunitat Valenciana, epílogo de la temporada 2016 del Campeonato del Mundo, con necesidades. Por eso fabricó unas dulces expectativas, porque es poderoso en cuanto a voluntad, a fin de corresponder a esas necesidades.
Necesitaba Lorenzo una obra de arte para proyectar al mundo antes de dejar atrás su periplo de 9 años en Yamaha, en los que ha obtenido sus tres coronas de la categoría reina (2010, 2012 y 2015), donde se ha moldeado como peso pesado de la historia de la máxima cilindrada del motociclismo. Pretendía un dulce adiós. Una despedida digna. Además, estaba espoleado por las circunstancias: arrastraba una serie de discretos resultados -once carreras sin ganar- y, por si fuera poco, viaja con el halo de haber sido devaluado desde el seno de la marca de los diapasones, donde Valentino Rossi es el tótem, el niño de sus ojos a razón del marketing. “Entiendo a Yamaha, Rossi es un icono en MotoGP”, confesaba en una entrevista concedida a El País, dando a pensar que su mudanza a Ducati es simplemente fruto de la falta de cariño, y que los retos que implican cambiar de moto llegan como cuestión secundaria, como algo colateral. Por todo ello Lorenzo ansiaba la victoria en Cheste. Un hipotética triunfo era dar un golpe sobre la mesa. Era demostrar que hasta el último día está comprometido con la causa. Y también que es capaz de seguir ganando a Rossi, ahora sí indiscutible estandarte de Yamaha con la llegada de un Viñales que para ostentar galones primero debe asentarse con asiduidad en los primeros puestos, para lo cual seguramente esté capacitado el de Roses.
Cualquier esbozo que pudiera fabricar la mente de Lorenzo la noche anterior, donde los sueños danzan con rienda suelta, se hizo realidad. Las expectativas de un fructífero sábado con la pole se prolongaron al primer manguetazo de la carrera dominical. Se cobró el liderato y fue esculpiendo décima a décima, curva a curva, su amado triunfo. Nadie pudo detener su empeño. Nadie se entrometió en esa persecución de la belleza, del idilio de Jorge, que atisbaba a su Galatea a golpe de cincel, maniobrando con genialidad.
De hecho, el segundo plano fue el primero para las cámaras de televisión, que se centraron en la lucha por la segunda posición. Esa que libraban Rossi, Márquez, Iannone, Viñales y Dovizioso con una interesante retahíla de adelantamientos, la sal de una carrera que Lorenzo, por implacable, hizo anodina.
Márquez se reactiva El discurrir de las vueltas separó el grano de la paja. A falta de 12 giros para el desenlace de la prueba y también del curso, Márquez se activó, rebasó a Rossi, seguido a Iannone y se fugó. El vertiginoso ritmo del campeón del mundo dio pie a una vacía especulación. ¿Podía alcanzar a Jorge? Pero la respuesta fue clara: solamente si Jorge quería. Se relajó el mallorquín, que llegó a tener una ventaja de más de 5 segundos y ganó con un margen de casi 2 sobre el endiablado Márquez. Por detrás, Iannone sacó del podio a Rossi a horcajadas de un proyectil llamado Ducati, ese con el Lorenzo ya hace cábalas.
Con Galatea entre sus manos, satisfechas las expectativas, moldeado el bello triunfo, Lorenzo se despidió entre abrazos de sus compañeros de filas con el ego que da el sabor de las mieles del éxito, mientras que Márquez encendía la mascletá con una mano gigante -símbolo del “Give me five” (Choca esos cinco), con el que celebró en Japón su quinto título mundial-. “Hace mucho que no podía hacer una carrera así: salida perfecta, unas primeras cinco vueltas muy precisas y muy concentrado”. Fueron los cimientos de la victoria de Jorge, el proceso para crear su amada e inolvidable escultura. “Este es mi último regalo para Yamaha”, dijo. También lo fue para sí mismo. Porque Lorenzo, fábrica de profecías transformadas en realidad, fue un Pigmalión en Valencia, telón para el 2016.
G. P. Comunitat Valenciana
1. Jorge Lorenzo (Yamaha) 45:54,228
2. Marc Márquez (Honda) a 1,185
3. Andrea Iannone (Ducati)a 6,603
4. Valentino Rossi (Yamaha) a 7,668
5. Maverick Viñales (Suzuki) a 10,610
Campeonato del Mundo
1. Marc Márquez (ESP) 298 puntos
2. Valentino Rossi (ITA) 249
3. Jorge Lorenzo (ESP) 233
4. Maverick Viñales (ESP) 202
5. Andrea Dovizioso (ITA) 171
G. P. Comunitat Valenciana
1. Johann Zarco (Kalex) 43:17,626
2. Thomas Luthi (Kalex) a 3,281
3. Franco Morbidelli (Kalex)a 4,981
Campeonato del Mundo
1. Johann Zarco (FRA) 276 puntos
2. Thomas Luthi (SUI) 234
3. Alex Rins (ESP) 214
G. P. Comunitat Valenciana
1. Brad Binder (KTM) 40:13,777
2. Joan Mir (KTM) a 0,056
3. Andrea Migno (KTM) a 0,081
Campeonato del Mundo
1. Brad Binder (SUD) 319 puntos
2. Enea Bastanini (ITA) 177
3. Jorge Navarro (ESP) 150