Si el destino no hubiera sido tan cabrón, el portero catalán Víctor Valdés y el delantero colombiano Radamel Falcao García habrían coincidido en el año 2014 en el Mónaco del oligarca ruso Dmitry Rybolovlev, que entonces quiso construir un potente equipo capaz de competir con la aristocracia europea. Ambos debían ser el principio y el final de su proyecto. Atrás, un portero consagrado en el apoteósico Barça de Pep Guardiola y arriba, un consumado goleador, según acreditó en el Oporto y después en el Atlético de Madrid, que en junio de 2013 traspasó a su perla colombiana al club monegasco por 60 millones de euros.
Tenía 27 años y Falcao fue considerado como el mejor nueve del mundo. Cuando Víctor Valdés anunció que dejaba el Barça para embarcarse en otra aventura (eso sí, bautizada con un fabuloso contrato), el 26 de marzo de 2014, durante un partido ante el Celta, sufrió la rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Se perdió el Mundial de Brasil. Cumplió su palabra de no renovar su contrato con el Barça y, después de seis meses y muchos esfuerzos por recobrar el físico quebrantado, se encontró con la desagradable noticia de que el Mónaco se había retractado: del fichaje, ni hablamos.
Desde entonces, el exportero azulgrana pasó dos años de suplicios. Terminada su recuperación, en enero de 2015 firmó un contrato de 18 meses con el Manchester United, entonces dirigido por Louis van Gaal, el mismo técnico que le promocionó al primer equipo cuando dirigía al Barça a comienzos del milenio. Pero el entrenador holandés, que recomendó su contratación, se arrepintió, y no le hizo la vida nada fácil.
Ya estaba David De Gea con los red devils, sin discusión el portero titular. Pero una cosa era calentar banquillo y otra ser rebajado al equipo filial. Él, con cinco títulos Zamora al portero menos goleado, seis ligas, dos Copas, tres Champions, y dos Intercontinentales con el Barça, además del Mundial 2010 y la Eurocopa del 2012 con la selección española. Víctor Valdés se enfrentó a Van Gaal y pagó cara su osadía. Le apartó de la plantilla, trasladó su taquilla al vestuario de los reservas, le dejó sin dorsal, le prohibió entrenarse con sus compañeros y hasta le impidió acudir a una gala benéfica.
la apuesta de Karanka El pasado mes de enero, el portero catalán fue cedido al Standard de Lieja con el propósito de recuperar las buenas sensaciones. Tras un paso discreto en el equipo belga, al acabar la temporada, en mayo, se desvinculó del United.
Y Aitor Karanka, que acababa de ascender a la Premier League con el Middlesbrough, decidió ficharle. Sobre todo, explicó, porque necesitaba gente con carisma. Un líder. Cualidades que intuía en el guardameta de L’Hospitalet, que por aquel entonces estaba negociando con el Querétaro mexicano. Al fin y al cabo, ¿qué podía perder? y, quien sabe, a lo mejor Valdés recuperaba aquella fantástica forma. Porque, a sus 34 años, a un portero le queda cuerda para rato. “En una charla que mantuvimos le dije: Tienes que ser consciente de que no eres el Valdés del Barça. Sé que cuesta, porque me pasó cuando regresé al Athletic y vi que ya no estaba igual. Y yo sé que no he firmado al Valdés del Barça”, confesó quien fuera ayudante de Mourinho en el Real Madrid días antes del gran día.
Porque el gran día ya se intuía. Tras unos comienzos difíciles a causa de pequeños problemas físicos y errores que costaron puntos al Boro, Víctor Valdés fue recuperando la forma y la confianza poco a poco en el seno de un club modesto pero amable y paciente. Lo avisó Pep Guardiola la víspera del encuentro: “Volver a ver a Valdés será una de las cosas más bonitas que me podrá pasar. No se merecía acabar de esta forma su carrera. Nuestros éxitos en Barcelona no se entenderían sin él”.
Valdés le devolvió el cumplido con una soberbia actuación, digna de sus mejores tiempos. El Manchester City-Middlesbrough, disputado el pasado sábado, acabó 1-1, el equipo de Guardiola perdió el liderato y los aficionados del Boro se permitieron el lujo de gritar con evidente sorna en el Etihad Stadium: “Víctor Valdés he’s won more than you!” (“¡Víctor Valdés ha ganado más que vosotros!).
Ese mismo día, aquel prodigioso delantero que podía haber sido su compañero dos años atrás cerraba su semana mágica con el Mónaco anotando dos goles al Nancy (6-0) dos días después de marcar otros dos al CSKA Moscú (3-0) en la Liga de Campeones.
Radamel Falcao acababa de salir de la enfermería tras una lesión que le impidió disputar los cinco anteriores encuentros. Nada nuevo en su angustioso historial desde que el 22 de enero de 2014, en un partido de la Copa de Francia ante el modestísimo Chasselay, de la cuarta división gala, el no menos modesto Soner Ertek le hizo una terrorífica entrada y le rompió el ligamento cruzado anterior.
el calvario Tras seis meses de convalecencia, Falcao se entregó en cuerpo y alma para llegar en tiempo y forma al Mundial de Brasil 2014. El intento acabó en fiasco. El último día del mercado de verano de ese año Dmitry Rybolovlev, el mismo que se echó atrás con Valdés, acuciado por un divorcio carísimo, una sanción de 50 millones de la liga francesa y la estrecha vigilancia de la UEFA por si incumplía el fair play financiero optó por ceder al delantero colombiano al Manchester United con una opción de compra de 50 millones.
¿Y quién estaba en el United? El mismo técnico que acabó desquiciando a Valdés. Van Gaal también mandó a Falcao al filial y en su siguiente destino, el Chelsea, Mourinho incluso le sacó de la lista para disputar la Champions. Regresó al Mónaco, donde le quedaban dos años más de contrato con una ficha anual de 10 millones, y aunque padeció una lesión muscular y una conmoción cerebral contó con el apoyo total de otro entrenador irredento, el portugués Leonardo Jardim. El pasado jueves regresó con la selección colombiana 394 días después de la última vez. Le aclamaron con fervor. Y el Tigre volvió a rugir.