pAMPLONA - El tiempo es caro. El tiempo no se puede medir porque es una deformación constante. Unas veces un minuto equivale a muy poco; otras, en cambio, parece alargarse hasta la eternidad. El tiempo es algo caprichoso que domina cada una de las esquinas del mundo. Iker Irribarria ha comprado tiempo. Una porción. La que necesitaba. El precio es jugarse las semifinales Cuatro y Medio a todo o nada. Demasiado premio o demasiado poco. Depende. Cuestión de mirar por un lado del catalejo u otro. El zurdo de Arama, con un juego cuyo leitmotiv es la incomodidad y un camino allanado por los problemas ajenos, necesitaba que el reloj no le marcara las horas como segundos en los preparativos para la jaula y que no se transformara en una tortura, larga, impenitente, infinita, cuando se encontraba dentro de ella. El campeón del Manomanista pedía a gritos estirar la agonía para compactarse a la especialidad, tan dura para los pelotaris largos, que viven en la tensión constante de poder pasarse de la raya. Aprisionado en esa cárcel psicológica, de colorado y con la presión de ser figura, el agujero negro se le aparecía a Irribarria a modo de final incierto.

Compró tiempo contra Jon Jaunarena a base de resistir y aplacar a un pelotari dotado pero tímido: una semana. Compró tiempo contra Víctor Esteban, al que se le vino el mundo abajo después de dominar: dos semanas más. Ante Mikel Urrutikoetxea llegó la agonía. La tortura. El fin de la esperanza. Pero, también, a pesar de la derrota, el fin de la incomodidad. “Aunque perdí con Urruti, las sensaciones fueron mejores. Según avanza el Cuatro y Medio, me encuentro mejor, me adapto mejor a la distancia. Durante el enfrentamiento me encontré más cómodo, aunque cometí muchos errores. Tengo muchas cosas que pulir todavía”, desvela el puntillero guipuzcoano. Cuando mira a su muñeca izquierda, el reloj se le ha quedado a cero. Todo el tiempo comprado, a base de sufrir, de no sentirse con juego, atado, “verde”, como reveló él mismo, cristaliza en una oportunidad en el Atano III el domingo que puede ponerle en órbita a las semifinales de una competición que no termina de manejar. El esquema ante Jokin Altuna, manifiesta, pasa por “darle velocidad a la pelota y no precipitarse. Eso sí, cuando tenga alguna oportunidad, hay que aprovecharla”. “Si no juego así, Jokin con la definición que tiene me va a pasar por encima”, desbroza. Irribarria es una bomba de relojería que puede estallarle a cualquiera en la cara, dadas sus virtudes y su mejoría.

Casualmente, Jokin Altuna alcanza el partido a vida o muerte de modo muy parecido. Dos choques: una derrota y una victoria entre preguntas que vale tiempo, una semana más con vida. “No sé ni cómo estoy”, desgrana el amezketarra. “Tengo muchas dudas con mi juego. No consigo jugar del modo que sé. En los dos partidos anteriores no he conseguido ser yo mismo. Estoy haciendo lo que puedo”, certifica el pelotari guipuzcoano. El cronómetro se parará en Donostia y el premio es jugoso: las semifinales del Cuatro y Medio.