Los primeros coletazos de un equipo siempre son interesantes, más cuando estrena un entrenador. Suelen ser momentos para las impresiones rápidas donde los prejuicios, buenos o malos, tienen incluso más peso que la realidad. En LaLiga está ocurriendo con el Sevilla de Sampaoli, de quien se dijo venía a ser protagonista, a trasplantar el frenético estilo de presión alta y permutas de jugadores que le llevó al éxito en Chile y que, sobre todo, era “innegociable”. Esto era sobre el papel y se vio contra el Espanyol en la primera jornada en un partido que terminó 6 a 4. A partir de ahí llegaron los matices de su entrenador, alejando, al menos por ahora, a su equipo del fundamentalismo sampaolista hacia el cartesianismo europeo. Y no le va mal, por mucho que algunos se atrevan a reclamar lo que les habían prometido. Con este reconstruido Baskonia de Sito Alonso creo que pasa un poco lo mismo por ahora y el análisis oscila entre el pasado baloncestístico de su nuevo técnico, el proceso de descubrimiento de sus proyectos de estrella y lo que se va viendo sobre el parqué. En definitiva, un resultado entre lo que se espera y lo que es.
El domingo en Twitter leí dos recordatorios sobre Sito Alonso a dos analistas que respeto. Uno venía a decir que la diversión está asegurada por el estilo alegre que han caracterizado sus equipos y el otro que su especialidad es la defensa y que se mejorará en este aspecto. Si en Alonso convergen las personalidades de Mike D’Antoni y Dusko Ivanovic supongo que tendrá que decidir con lo que tiene a cuál va a darle la victoria, siendo cuidadoso de que no es costa de la derrota masiva de la otra. Casi todos los equipos exitosos del baloncesto en los últimos tiempos se han construido desde una buena respuesta defensiva, o al menos con una capacidad para elevar el nivel en los momentos decisivos. Los propios Golden State Warriors son un ejemplo de esto, por más que hayan reinventado el baloncesto de ataque.
torres sin vocación estajanovista Con la actual configuración de la plantilla de Baskonia no parece plausible pensar en un equipo que va a dominar defensivamente. La mayor disfunción se encuentra seguramente en los pívots. Bargnani y Voigtmann, dos torres exuberantes sin una vocación estajanovista. Una de las actividades más constructivas de un inicio de temporada es reconocer el tipo de jugador que tiene tu equipo y saber lo que le puedes exigir y lo que no. El Calderón se pasó un año esperando que Raúl García fuera un mediocentro de 100 pases por partido y a poco acaba con su carrera. En Baskonia pasó un poco hasta que se entendió lo que eran Adams y James, con sus virtudes y defectos. De Bargnani y Voigtmann conviene conocer que son pívots con poca querencia o habilidad para el juego de espaldas y que en su ADN no está ser un perro de presa ni rebotear para pagar las facturas. A cambio son tiradores contrastados que pueden condicionar la presencia de pares sin movilidad y abrir la defensa rival. Sabidas sus características será misión de Sito Alonso minimizar su desconsideración atrás. Por un lado convenciéndoles de que no se defiende con la mirada, pero sobre todo creando un sistema que enmascare sus carencias.
hanga, nuevo líder emocional Eran muchos los que el domingo pedían también la contratación de un pívot intimidador al que se le pueda aplaudir cada gramo de energía que deja en la pista. Quizás por la indefinición actual el mejor jugador de Baskonia en Barcelona fue Hanga, el único hilo conductor con la pasada temporada, al menos en cuanto a pilares del equipo se refiere. Casi queda en anécdota que fallara el tiro libre que hubiera supuesto la victoria. En parte por todas las cosas buenas que hizo por el camino pero también porque nadie esperaba que convirtiera los dos. Desde su superioridad física y su activación defensiva, Hanga ha ido progresivamente añadiendo registros a su juego y a su carácter. No solo ejerce de líder emocional y arrastra a sus compañeros, también ha crecido en cuanto a versatilidad y facetas del juego en las que puede aportar en ataque. La plenitud física, confianza y una madurez e inteligencia que le llevan a no forzar situaciones han convertido en Hanga en un jugador multidimensional. El húngaro conoce su fórmula para ser un factor a pesar de sus limitaciones. En ese proceso andan todavía Alonso y varios jugadores de Baskonia que tienen una misión: hacer un equipo. Por ahora lo va pareciendo.