Doha, una ciudad tallada da con el cincel del petróleo, esculpida con acero, cristal, grandilocuencia, fastuosidad, y un punto de faraonismo, acogerá la jaima del Mundial de ciclismo más caprichoso, demencial y exótico que se recuerda. En un país, Qatar, donde la bicicleta es un acto contracultural en sí mismo por las altísimas temperaturas y el viento que trae la arena a toneladas, la Unión Ciclista Internacional (UCI), ávida de negocio, rascó el dinero árabe para enroscar los Mundiales en territorio comanche. Despellejada en lo deportivo, arranca una competición que amenaza la asfixia de los corredores si el calor extremo aprieta el gaznate más de la cuenta. La UCI, ahora, sopesa un plan contra el calor y acortará parte de los recorridos si el infierno es demasiado.
La crono por equipos abra las puertas del averno, los estrafalarios Mundiales de Doha. El BMC, jerarca de la especialidad en los dos últimos cursos, asoma con la idea de repetir laurel. “Como defensor del título, hay muchas expectativas en nuestro equipo para ganar por tercer año consecutivo, y creo que tenemos un buen equipo para defender nuestro título”, expone Jackson Stewart, director del BMC. La carrera se desarrollará sobre un recorrido de 40 kilómetros en torno a la Perla, una megalómana construcción de islas interconectadas sobre las aguas que vertebran un escenario futurista. Puro artificio. Al conjunto norteamericano, una maquinaría engrasada con mimo, le retará el Etixx, dos vences vencedor de la modalidad. En Doha se romperá la igualdad de una modalidad surgida en 2012. Movistar, que obtuvo la tercera plaza el pasado año en Richmond, pujará con el BMC y el Etixx. Orica y Sky serán los otros equipos que presentan su candidatura a la victoria.
Del reloj a reloj. El miércoles se disputará el Mundial de crono individual, donde Jonathan Castroviejo, cuarto en Richmond, intentará brincar al cajón. Después de su estupenda actuación en los europeos de la modalidad, donde se colgó el oro, el getxotarra busca la pértiga mundial, si bien el recorrido, para corredores de fuerza y de potencia, no es el idóneo para el vizcaino. Ciclistas de la talla de Tony Martin y Tom Dumoulin serán los muros que deberá derribar Castroviejo, que dice no tener “nada que perder”. El vizcaino, que se estira sobre la bicicleta como pocos, absolutamente aerodinámico su perfil, peleará por irrumpir en el cajón e hincarle el diente a una medalla que se le escurrió en Richmond y posteriormente en los juegos de Río por escasos segundos.
Al escaparate de maillot arcoíris, propiedad de Peter Sagan, se asomará un pelotón de adoradores el domingo día 16. Derribada la ocurrencia de la montaña mágica que pretendían inventarse los jeques con toneladas de arena, el recorrido es la huella de una apisonadora. Sobre un trazado que no se sabe si será de la longitud que se anuncia, -el original suma 257 kilómetros, aunque dependiendo de las condiciones el recorte puede dejar la carrera en los huesos-, mandará el sprint salvo que la prueba entre en el frenopático empujada por el aire del desierto. El bloque alemán, con Greipel, Kittel y Degenkolb, tratará de que la carrera desemboque en un festín de velocistas. Frente a ellos, emboscadas, aventureros y el intrépido Peter Sagan y su extenso manual de supervivencia en un Mundial con arena en los bolsillos.