RÍO DE JANEIRO- La familia de Katie Ledecky hizo circular ayer por las redes sociales una entrañable fotografía en la que una niña de nueve años sonríe de oreja a oreja después de que Michael Phelps le firmara un autógrafo. Ahora los dos son las grandes estrellas de la natación en los Juegos de Río, con permiso de Katinka Hosszu. Son un trío acaparador de oro y de gloria, que ayer elevó su botín en otra jornada memorable y que aún pueden aumentar su cuenta de aquí al fin de semana cuando se clausure la piscina del Centro Acuático para las pruebas de natación.

Hace diez años, el nadador de Baltimore ya había ganado seis oros olímpicos y ayer, tres Juegos después, añadió otros dos a una cuenta que ya alcanza los 21. Los datos, los registros, se agotan con Phelps que también se convirtió, con 31 años cumplidos el mes pasado, en el nadador más veterano en lograr una medalla de oro olímpico individual. El anterior hombre había sido el estadounidense Duke Kahanamoku, que ganó en Amberes 1920 con 30 años. Y la holandesa Inge De Bruijn lo logró con esa misma edad en Sydney 2000. Además, Michael Phelps igualó las catorce medallas individuales olímpicas de la gimnasta rusa Larisa Latynina.

El de Baltimore lo hizo en su prueba, los 200 mariposa, quizás la razón última de su presencia en los Juegos de Río. Phelps masticó su venganza durante cuatro años y se la cobró con creces. Si algún oro quería, era este. “Quería recuperar este título. Llevaba clavada la final de Londres”, admitió.

A su lado, nadaba en la final Chad Le Clos, el surafricano que le arrebató el triunfo en Londres. Un poco más allá, iba Laszlo Cseh, el veterano húngaro que parecía la otra amenaza para el estadounidense. El Tiburón de Baltimore salió decidido a destrozar a sus dos grandes rivales. El surafricano le aguantó tres largos, el húngaro menos aún. Pero la última media piscina se le hizo eterna a Phelps y donde se esperaba a Le Clos y Cseh, aparecieron desde atrás Masato Sakai y Tamas Kenderesi.

juventud descarada El japonés, de 21 años, estuvo a cuatro centésimas de birlarle el oro a Michael Phelps al que le quitó casi un segundo en los últimos 50 metros. El otro húngaro, de 19 años, fue tercero tras haber marcado en el mejor registro en semifinales. Promesas de futuro, un metro y medio más de agua y quizás el orden del podio habría sido otro.

Al estadounidense le dio igual tan escaso margen. Por una centésima más le ganó Le Clos en Londres. El tercer oro olímpico en la prueba era suyo y él lo subrayó con gestos como de que la medalla volvía a casa. Phelpslandia, ese país imaginario, sigue subiendo en el ranking histórico de medallas olímpicas. “Esta fue la última vez. Ver que esto se acaba me resulta extraño. Solo poder ver el número uno junto a mi nombre una vez más en 200 mariposa? No pudo haber resultado mejor”, resumió un Phelps agotado y emocionado aún en la conferencia de prensa.

Aún le quedaba el relevo de 4x200 libre donde sumó otro oro con el cuarteto estadounidense (Tawnley Haas, Conor Dwyer, Ryan Lochte y Michael Phelps) que distanció en dos segundos largos a Gran Bretaña y Japón.

La niña aquella que le pedía un autógrafo hace diez, convertida ahora en una nadadora prodigiosa, logró ayer su segunda medalla de oro en los Juegos de Río, la tercera en total. Y como le ocurrió a Phelps, Katie Ledecky encontró una seria oposición en la calle de al lado. La sueca Sarah Sjostrom obligó a la de Bethesda a exprimirse al máximo en una prueba que quizás se le queda un poco corta para su vocación de fondista. “Tenía todo controlado, pero no quería que me escapara la medalla de oro y tuve que exprimirme al máximo. Por eso, estuve a punto de vomitar en la piscina”, confesó una deportista que acumula ya tres medallas de oro olímpicas con solo 19 años.

Ledecky tocó la pared en 1.53:73 y Sjostrom acabó a solo 25 centésimas, después de estirar su aliento de velocista y llegar a nadar a la par hasta que quedaban 20 metros, mientras que la australiana Emma McKeon fue tercera. El récord del mundo de Federica Pellegrini, logrado en 2009 con bañador de poliuretano, aún no peligró, pero sí se produjo la entrega del testigo de la italiana que fue una amarga cuarta plaza, lo que le llevó a cuestionarse su futuro.

A la estadounidense con rostro de no haber roto nunca un plato, le espera otro oro seguro, salvo desastre, en los 800 metros y quizás otro en el relevo de 4x200 libre. “Me siento muy emocionada”, dijo Ledecky en la sala de prensa con sonrisa pícara cuando se le sugirió esa posibilidad.

Al show de Phelps y Ledecky aún le quedan algunos capítulos en Río donde pueden seguir acaparando oros y bocados de gloria. Estados Unidos está dominando de largo en la piscina de Río y cinco de sus siete victorias han tenido como protagonistas a dos nadadores de leyenda.