“Tienen todos mirada de loco”. Valentino Rossi no podía dar crédito cuando hace unos años visitó la Isla de Man con motivo de la Tourist Trophy. Acostumbrado a los circuitos del Mundial de Velocidad, con sus escapatorias y demás medidas de seguridad diseñadas para pilotos más conscientes de su condición humana, le parecía imposible la manera en que centenares de motoristas flirteaban con la muerte sobre el asfalto de la Isla de Man. Porque nadie en la Isla de Man duda de que en el Tourist Trophy la parca también se inscribe cada año.

El pasado 28 de mayo se inició la 108ª edición de una prueba odiada y amada a partes iguales. Durante 14 días el circuito Snaefell Mountain Course, de 30 kilómetros de longitud, ha acogido un sinfín de carreras de diferentes modalidades. La actividad cesó el pasado viernes con dos récords de velocidad firmados por el norirlandés Michael Dunlop, pero también con un macabro saldo: cinco pilotos pasan a engrosar la lista fúnebre que asciende a 253 motoristas fallecidos desde 1907. Entre ellos está el bilbaíno Santiago Herrero, que pereció en 1970.

Dean Martin, de 58 años, moría el 28 de mayo en los entrenamientos de la categoría de motos clásicas de hasta 850 c.c. en un accidente en el que también estuvieron implicados otro piloto y dos comisarios. El 4 de junio, un día después de que el mallorquín Luis Salom tiñese de luto el Mundial de Velocidad en el circuito de Catalunya, Paul Shoesmith y Dwight Beare perdían la vida en diferentes accidentes. El primero, de 50 años, era también jefe del equipo Ice Valley Racing BMW y fallecía en la carrera de Superstock, mientras que Beare, un australiano de 27 años, moría en un accidente de una carrera de sidecars.

La fatal lista se completaría el último día de competición, el pasado viernes. Ian Bell, de 58 años, fallecía en otro accidente de sidecar. Con él viajaba su hijo Carl, que salió ileso. En la prueba reina, la Senior TT, fallecía Andrew Boar, de 32 años. Fue precisamente en esa carrera donde Michael Dunlop saboreó la gloria con su BMW. El norirlandés, además de conseguir la victoria, la décimo tercera en el Tourist Trophy de la Isla de Man, batía su propio récord de velocidad al completar una de sus vueltas en 16 minutos, 59 segundos y 304 milésimas. Es la primera vez en la historia que un piloto hace un giro al mítico circuito insular por debajo de los 17 minutos. La velocidad media de la vuelta fue 215,59 km/h.

Por si esto fuera poco, el sobrino de Joey Dunlop, el hombre que más veces ha ganado en esta prueba (26), también firmaba el récord de mejor tiempo en las 6 vueltas al Mountain Course: 1h 43:56.129, lo que le sirvió para relegar al segundo y tercer cajón del podio a quienes ya son leyenda: Ian Hutchinson y John McGuinness, quienes cuentan, respectivamente, 14 y 23 triunfos en la isla.

El emblema de Isla de Man es un trisquel formado por tres piernas y su lema reza Quocunque jeceris stabit (Comoquiera que lo tires, permanecerá de pie), todo un derroche de ironía atendiendo al número de caídas y accidentes que sufren los pilotos cada año en un paraíso fiscal que, entre otras cosas, es famoso por no tener límite de velocidad en sus carreteras y por sus gatos sin cola.

Se cumplen 40 años de que el Tourist Trophy fuese eliminado del Mundial de Velocidad. Tras la muerte de Gilberto Parlotti, en 1972, un boicot de lo pilotos encabezado por Giacomo Agostini consiguió sacar la prueba del calendario, llevándose el Gran Premio de Gran Bretaña a Silverstone. Aunque esto supuso una crisis para la prueba, los organizadores la mantuvieron fiel a su esencia y el Tourist Trophy solo se suspendió en 2001 por una epidemia de fiebre aftosa. Si algún forastero pone reparos a este idilio de la isla con la velocidad, es advertido con un cartel que luce en el puerto de la Isla de Man: “Estas son nuestras reglas. Si no te gustan, sale un barco cada media hora”.