Soy el Sr. Lobo, soluciono problemas”. La frase, una de las tantas genialidades del cine de Quentin Tarantino y su verborrea, aparece en Pulp Fiction, epítome del cine de los noventa, un clásico moderno. El Señor Lobo, interpretado por Harvey Keitel, majestuoso actor, es un profesional repleto de recursos que es capaz de arreglar cualquier desaguisado que surja con pulcritud, discreción y exactitud. Mikel Nieve, ciclista del Sky, no es un personaje de ficción creado por la mente de Tarantino, pero actúa con el molde y las maneras del Sr. Lobo. Sin Mikel Landa, la apuesta del Sky por la carrera italiana, -que, enfermo se vio obligado a dejar la prueba- Nieve, que acudió al giro como un soldado de remplazo, tomó la capitanía del equipo sin alzar la voz. Cumplió con su deber sin mirarse el ombligo. No hay camerino con luces brillantes en Nieve, un ciclista camuflado en el anonimato. Con ese estilo tan suyo de dejar el discurso para el asfalto. Alejado del brillo de los flashes, refractario a las poses, Nieve asoma como el mejor reparador del Sky. Taponó la retirada de Froome en la Vuelta del pasado curso y soldó la ausencia de Mikel Landa en el Giro. “En el equipo ya solo por venir y trabajar estaban contentos, y todos me han felicitado y agradecido por conseguir la victoria y el maillot”.
“El primer objetivo era ganar el Giro con Mikel (Landa) y fue una pena, un palo para todos, porque lo estaba haciendo muy bien y lo tenía muy bien después de la crono. Personalmente, vienes de rebote a ayudarle a él y te quedas como, joder, he venido aquí a ayudarle y ahora no está”, desgranó el leitzarra. El giro de la historia situó a Mikel Landa, un ciclista entre bambalinas, en el centro del escenario. El Sky, consciente de su calidad, se agarró a él cuando la carrera se desenrolló en las cumbres de la última semana. Nieve explotó su talento. “Sí, sí, quizá por eso no me esperaba andar tan bien. En abril, sí que estuve muy tranquilo, incluso unos días sin coger la bici, y empecé a entrenar poco a poco. El Giro los primeros días fui más suave, he cogido la forma y he acabado el Giro bastante bien”, expuso el leitzarra, que se graduó con honores en Cividale del Friuli tras completar una etapa magnífica. “Tampoco soy un ganador. Siempre quieres más, cuando consigues una cosa te da moral para conseguir más. De momento, estoy contento con lo que estoy consiguiendo, pero hay que seguir trabajando y ojalá vengan más oportunidades y las pueda aprovechar”, reveló el corredor del Sky, que luce en la vitrina victoria de excelente bouquet. Nieve alzó los brazos en Cotobello, en la Vuelta a España 2010; en Gardeccia, en el Giro de Italia 2011 y en Courchevel, en el Critérium Dauphiné 2014 antes de hacerlo nuevamente en el Giro.
el reino de la montaña Ese triunfo le aproximó a la clasificación de la montaña del Giro, que internado en los Alpes se debería resolver en un par de bocanadas por las cumbres alpinas. Todo sobriedad, sin alharacas, Nieve festoneó un Giro maravilloso en su entrega final. Conquistada una etapa en Cividale del Fruili, se llevó la maglia azzurra después de ser segundo en Risoul, donde venció Nibali, y cuarto en San’t Anna di Vinadio, la azotea donde un santuario cuelga a más de 2.000 metros de altitud. Allí adquirió la maglia azzurra. En el altar, rey de la montaña. “Ganar la Montaña ha sido una sorpresa. Casi sin querer, me metí en la clasificación al final, así que después de ganar la etapa conseguir este premio extra me ha hecho feliz”, analizó el leitzarra, que completó un fin de semana absolutamente genial. “Después del viernes, sí que vimos que no estaba muy lejos y que se podía conseguir y el domingo el objetivo de la etapa era conseguir el maillot”. La huella de Nieve.