cassano d’adda - En los días en los que no ocurre nada, salvo la escapada, puro costumbrismo, que ayer trazaron Oss, Brutt y Zhupa, y se espera al sprint, de los que se desapuntaron Marcel Kittel y André, dominadores de la velocidad en el Giro, suceden cosas extraordinarias como el triunfo de Roger Kluge en una volata que no lo fue. A Kluge, un alemán crecido en la elipsis del velódromo - medallista olímpico, plata en la puntuación de Pekín 2008, y subcampeón del mundo en Londres 2016 en el omnium-, poderoso pistard, le llegó el sonido de la campana antes que a nadie. Fue su despertador. Desorientado el pelotón, que sin los lebreles alemanes en el escenario les faltó decisión para tirar y encolumnar la llegada -como si todos dudaran de las posibilidades de sus velocistas-, Roger Kluge no perdió ni un segundo en sorprender a los esprinters, que se activaron tarde y mal. Salió el alemán del IAM Cycling a por el rastro de Pozzato que se atrevió con un salto al vacío; un ataque a un kilómetro de meta. El italiano braceó con el tesón de los desesperados, pero no pudo mantener su espíritu inconformista, absorbido por Kluge, que pespuntó en una curva y se fue derecho hacia Pozzato. El italiano le abrió la puerta, una invitación para que fisgoneara, para que viera de cerca la pancarta de meta.
Nadie creía en Kluge, que de repente, se vio en el centro mismo de la acción. Llegados a ese punto, optó por apurar, por darle rienda suelta a la imaginación y verse ganador. “No estaba planeado en absoluto. Yo estaba trabajando para Heinrich Haussler, cerrando la diferencia para él, pero vi una posibilidad de escaparme. La línea de llegada estaba muy cerca”. Tan cerca que fue el primero en atravesarla. De la sorpresa que se llevó se agarró la cabeza, tratando de comprender qué había ocurrido para que él, que llevaba seis años buscando una victoria, la encontrase de sopetón, como un empujón en el metro. “He sido un profesional durante seis años y esta es la gran victoria que he estado buscando. Es un sueño”. La pesadilla la había vivido él junto a sus compañeros horas antes, cuando su equipo el IAM Cycling anunció que no seguirían en el ciclismo. Al menos, en un día que nada ocurrió, sucedió algo magnífico: Kluge pudo cumplir su sueño.