bressanone brixen - Las hojas del almanaque rosa del Giro y su catedralicia última semana, la de la pasión y las moles por encima de los 2.700 metros de altitud, caen con distinto peso el día de descanso. La manzana de Newton, la ley de la gravedad, es interpretable, cuando el deseo se interpone. El de Steven Kruijswijk, el líder, es un rezo. “¡Virgencita, virgencita, que me quede como estoy!”. El holandés, protegido por una renta cómoda: más de dos minutos respecto a Esteban Chaves; 2:51 con Vincenzo Nibali y 3:29 ante Alejandro Valverde, anhela que el tiempo pase rápido, que Turín y su fanfarria asomen cuanto antes y se mantenga el status quo, al menos el suyo.
No esperaba verse de rosa el barbilampiño holandés cuando el Giro corretea hacia el tercer acto, el del epílogo. “Realmente no esperaba ser el líder. Es un poco sorprendente. Para mí todo es nuevo”. Pero decididamente se siente a gusto dentro de ese color Kruijswijk, el más sólido en los Dolomitas. “Si puedo ganar más tiempo, por supuesto que atacaré”, lanzó en el hotel Flötscherhof el holandés. “El año pasado vi que podía estar con ciclistas como Contador, Aru y Landa, que fueron podio”, remarcó Kruijswijk ante la semana que decidirá el Giro con tres finales que hacen vivac sobre una azotea: Andalo, hoy; Risoul el viernes, previo paso por el gigantesco Agnello (2.744 metros), cima Coppi de la presente edición, -21 kilómetros de ascensión al 9% de media-; y Sant’Anna di Vinadio, el sábado, con Col de Vars, Col de la Bonette (2.715 metros) y Colle della Lombarda que apilan prácticamente 60 kilómetros de subida en un día de 134 kilómetros.
En la carrera italiana nunca falta horizonte, paisaje y skyline para volar la carrera por los aires. En el Giro, el confeti y el luto conviven en la misma buhardilla. En esa volatilidad que esculpe la corsa rosa piensan quienes persiguen la silueta geométrica del holandés, falto de experiencia como líder y con un equipo escueto, el LottoNL holandés, para acometer un reto majestuoso: abrir el Giro a Holanda. “Está claro que si nos fijamos en las dos últimas etapas, especialmente en la contrarreloj, no se puede negar que Kruijswijk está en una condición envidiable. Pero yo y Valverde tenemos la oportunidad y la capacidad de dar la vuelta a la situación”, determinó Vincenzo Nibali, apaleada la moral en la cronoescalada de Alpe di Siusi. El siciliano, ganador del Tour, del Giro y de la Vuelta, comandante del ofensivo y demoledor Astana, intentará hacer palanca en el flanco débil del holandés. “Kruijswijk no tiene ninguna experiencia como líder, no es muy joven y hasta ahora en las grandes carreras por etapas siempre ha tenido un día negro y no tiene un gran equipo”.
la rabia de nibali Suspira Nibali por el fundido a negro del líder, por un apagón. “Es el que más rabia tiene por atacar”, determinó Alejandro Valverde sobre el campeón siciliano, dispuesto a la esgrima con Steven Kruijswijk. El español, cuarto, recompuso su figura el domingo en la cronoescalada después de padecer el mal de altura de los Dolomitas, unas cumbres despiadadas, un cementerio de ilusiones. Valverde las conoció de sopetón en toda su crudeza. Se estrelló. Montañas que devoran hombres. Caníbales. Reconfortado, la esperanza rehabilitada en Alpe di Siusi, el líder del Movistar también se suma a la rebelión. Nadie se borra frente a un recorrido majestuoso, colosal. “Quien me conoce sabe que no me rindo, tengo ganas de dar batalla y de dar todo lo que tenemos, es verdad que podemos recuperar tiempo y acercarnos al podium”.
La bisagra del podio es Esteban Chaves, el colombiano sonriente -“está muy bien pero lo veo conforme con su puesto”, describió Valverde-, el más próximo a líder holandés. Chaves, que se destapó en la Vuelta del pasado curso, sueña en rosa. No lo oculta. “Todavía hay un largo camino por recorrer y vamos a seguir como hasta ahora y mantener una actitud positiva para la próxima etapa”, apuntó el corredor colombiano, el hombre que junto a Kruijswijk mayor fortaleza ha mostrado en los duelos en las alturas del Giro. “Estamos en buena situación y habrá competencia en la última semana. Las etapas de montaña que quedan son complicadas”, advirtió Chaves en medio de su perenne alegría, entre los rezos por el rosa y los suspiros por los días negros.