barcelona - Si hay un mérito atribuible a Luis Enrique al coger el mando del Barcelona es el hecho de que consiguió recuperar virtudes de la mejor época de Pep Guardiola en el banquillo azulgrana, además de añadir alternativas como la verticalidad y el contraataque. Reverdeció Lucho conceptos como la presión alta, en campo contrario, y el desmarque, el ofrecimiento de alternativas de pase. Hizo creer a los jugadores, que tan talentosos corren el riesgo de caer en la autocomplacencia, porque la superioridad es peligrosa si no se maneja con humildad, la necesidad de esforzarse, de avivar el juego, de buscar espacios cuando se ataca, de eliminarlos cuando se defiende, sencillo en el verbo, pero sin embargo características que se fueron extinguiendo después del sextete, porque besar la gloria también tiene sus amenazas. Consiguió Lucho que los jugadores, desde el primero hasta el último, se movieran al unísono sobre el terreno de juego, acompasados, solidarios, tanto en labores ofensivas como defensivas. Dibujó un plantel más compacto.
Pero en los últimos días de fútbol la plantilla culé ha ido cediendo y ha regresado al vicio adquirido por un estilo de posesión que trata de adormecer al rival, pero que en ocasiones relaja a los propios futbolistas que manejan la pelota. El primer tiempo de la vuelta de los cuartos de final de la Champions League en el Vicente Calderón fue prueba de ello, amén del papelón materializado a la perfección por la tropa del Cholo Simeone, un equipo en toda su integridad, un ejemplo mundial, la proyección de un bloque que fue capaz de infundir temor y multiplicar la inseguridad de la escuadra culé, lo cual ya venía engendrado con las derrotas frente al Real Madrid y la Real Sociedad.
El Barça salió al campo a verlas venir, a confiar en el defecto ajeno más que en la virtud propia. En 6 minutos el Atlético de Madrid dispuso de tres ocasiones. Sin reacción, el gol colchonero era cuestión de tiempo. Así fue. Con un Barça fragmentado por la presión alta del cuadro local, sin desmarques, sin ofrecimientos, Ter Stegen parecía Busquets distribuyendo el juego en la boca de su portería. El Barça fue estéril e incapaz de proponer algo diferente. Lo que se tradujo en tirar 45 minutos; de hecho, el primer disparo del Barça entre los tres palos llegó superado el minuto 40, y a la desesperada. Sintomático. Inoperancia. Y eso, ante un poderoso Atlético, asfixiante, la mejor defensa del mundo, es quedar a merced del rival, es alzar las velas y apagar el motor encomendándose en la inercia de los vientos.
Prueba de la falta de esfuerzo del cuadro visitante, porque se puede estar seco de ideas pero compensarlo con sacrificio, es que el Atlético terminó el choque cubriendo 114,5 kilómetros repartidos entre sus jugadores; el Barça alcanzó los 102,5. O sea, el equivalente a jugar con uno menos. Esto, en el partido de ida, debido a la expulsión de Torres, fue determinante en el devenir del cruce, que se saldó con un 2-1. Y es que entonces solo jugando contra diez el Barça fue superior. Así de crucial fue verse aquel día con uno más, como lo fue ayer esa escasez de movimiento, el equivalente a estar uno menos sobre el tapete. No había salida de balón, por la generosidad del equipo colchonero, pero también por haber desmarques.
Además, a la falta de actitud, ya que el Barça está diseñado para fundamentarse en su ataque, e intensidad, porque Messi, máximo exponente y que lo viene haciendo cada día con mayor exageración, caminaba como si anduviera por su casa, apático, fueron claves en la derrota. El talento del equipo de Luis Enrique es incuestionable, pero ganar a medio gas o sin confiar ni apostar por la ofensiva, hace que el ejercicio de la búsqueda de la victoria sea más complejo.
mal inicio: mal fin Mejoró el Barça en el segundo acto por lógica del guión. Por imperiosa necesidad. Pero hasta que el certero Cholo y los suyos aplacaron el arreón culé con compañerismo, oportunas pérdidas de tiempo y sustituciones, con precisa estrategia, con una lectura envidiable de los ciclos. Y eso que Lucho agitó pronto su banquillo, sustituyendo a Alves y Rakitic por Sergi Roberto y Turan. Aunque arreglar lo que mal empieza no es fácil, y esto ya se dio en la ida, similar en desarrollo al de la vuelta. El Barça no aprendió la lección, porque se vio con un triunfo en el zurrón. El peligro del éxito. El Barça está obligado a reinventarse de nuevo, ya que con sus últimas actuaciones ha puesto en riesgo los títulos a los que aspira, la liga y la copa, cuando hace solo un mes era favorito a todo. La gloria también mata.