Duración: 55:40 minutos de juego.

Saques: 1 de Olaizola II (tanto 9).

Pelotazos: 495 pelotazos en juego.

Tantos en juego: 14 de Olaizola II, 1 de Urrutikoetxea y 7 de Bengoetxea VI.

Errores: 3 de Olaizola II, 2 de Bengoetxea VI y 4 de Untoria.

Marcador: 1-0, 4-1, 5-2, 7-3, 8-4, 14-5, 15-5, 17-8, 17-9, 18-9, 19-10, 20-10 y 22-10.

Botilleros: No hubo botilleros al ser las dos parejas de la misma empresa, Asegarce.

Apuestas: Se cantaron de salida posturas de 100 a 30 a favor de Olaizola II-Urrutikoetxea.

Incidencias: Partido correspondiente a la segunda jornada de la liguilla de semifinales del Parejas de Primera disputado en el frontón Labrit de Iruñea. Lleno.

Se esperaban Oinatz Bengoetxea y Álvaro Untoria un chaparrón, o un ciclón, o un huracán. Y cayó el Diluvio Universal. Entraron en el quirófano de Aimar Olaizola y Mikel Urrutikoetxea, reyes de la disección, amos en la física y en la química. Perfectos. Matemáticos. Desalmados. Uno, el escalpelo; el otro, la anestesia. En un encuentro que comenzó con batalla, los actuales campeones de la competición acabaron por ser víctimas de un dueto imposible de tumbar, genios en casi todas las conjugaciones del juego: desde el saque, la resistencia o el remate. ¡Oh, el remate! Le sacó brillo al arte el delantero de Goizueta, aprovechando las pelotas descolgadas desde el saque porque Untoria no terminaba de quitarle, argumentando que no hay perdón. Que no hace prisioneros. Que solo hay víctimas en la cuneta, que los arcenes de su Parejas están llenos de ellas y que, a cada bamboleo de más del campeonato, más se le acelera el colmillo. Ha necesitado varias semanas de afilador, de sustento de su guardaespaldas, “el mejor compañero que puede tener”, como decían ayer en los vestuarios del Labrit de Iruñea. Porque a Aimar, le viene al pelo que sea Urrutikoetxea, el pelotari total, su compañero, porque dinamiza el juego, le otorga terreno, le quita centímetros de cancha y defiende de aire como los ángeles. Y, si apuran, termina. Como el gancho que puso el 20-10, desde el cuatro. El mejor asesino, el mejor cantante de nanas y, muy probablemente, el mejor billete para la final del Parejas.

Destrozaron los dos finalistas del Manomanista a sus contrincantes con dos tirones brutales. Fue un monólogo, un rodillo. Si bien en Bilbao la certeza asomó, taurina, con una dejada veloz de Mikel por la pared y su cuerpo fibroso arqueado; en Iruñea, la imagen fue la de un hambriento Aimar, con los brazos abiertos, las piernas flexionadas y el alma en vilo, con ojos de pesadilla, virtud de cazador, con más dientes que un banco de tiburones, en busca de terminar un partido controlado en el luminoso desde el primer tanto, un yerro de Untoria.

El dominio fue tal que apenas se distinguieron los envites de sus contrincantes. Oinatz y Untoria asomaron poco erráticos, enchufados, trabajadores y con ganas, pero cayeron de forma inapelable, asombrosa y sin ningún tipo de paliativo.

Demoledor fue el 4-0 inicial, pero letal fue la siguiente tacada colorada, que ascendió desde el 7-4 al 14-4 con tres fallos de Untoria y un despliegue gozoso de Olaizola II. Después, vino la administración y la parada. No hubo arietes azules más que los destellos de un Oinatz arrebolado, pero obligado por la defensa rival. Del 14-4 al 22-10 hubo pequeñas reacciones, pequeñas intenciones, algunos conatos de revolución, pero el tanto azul cotizaba caro en el mercado. Demasiado.

La mano del cirujano de Goizueta no tembló y seccionó a favor de corriente en todo momento, solamente fallando tres pelotas y asumiendo los galones de la experiencia. La custodia de su espalda quedó cerrada de modo extraordinario por Urrutikoetxea, que hace todo fácil, que asusta con su perfección, que impone con la defensa de aire, pega con la derecha y aguanta con la zurda. El dueto perfecto. Bisturí y anestesia. ¡A quirófano!