El Alavés lleva un mes en la UCI y los aficionados ese mismo tiempo asistimos primero perplejos a su súbita enfermedad y ahora ya no sabemos si ha llegado el momento de empezar a velarlo. Al principio, cuando se empezó a apagar su llama, todos pensábamos que era cuestión de tiempo, que el paciente reaccionaría y que no era más que un constipado de invierno, pero la cosa no mejoró. En Pamplona se presentó en los huesos, como Camarón en Estados Unidos buscando una cura milagrosa. Y allí se vio que no es solo que el equipo se esté dejando morir, la sensación que se quiso llevar mucha gente, empezando por Bordalás, es que lo quieren matar. Es cierto que el Alavés fue robado en Pamplona, pero también es cierto que tener un partido que escapa a cualquier tipo de análisis futbolístico era lo mejor que le podía pasar a Bordalás en este momento. Porque, al menos durante una semana, nadie va a hablar de por qué el equipo ha sumado tres puntos de los últimos quince. De por qué Osasuna fue capaz de oler sangre cuando se quedó en superioridad numérica y el Alavés, en idéntica situación una jornada antes (también tras expulsión así así), fue incapaz de liarse la manta a la cabeza y buscar la victoria. De por qué una situación que escapa a su control hizo al entrenador perder el control de lo que estaba sucediendo sobre el terreno de juego. De por qué al equipo, jugando con diez, le pillaron dos veces a la contra en cinco minutos. De por qué cada vez le cuesta más recuperar el balón y los defensas, especialmente Pelegrín, que es un auténtico drama, tiene cuarenta metros para correr a su espalda. De por qué Bordalás no reaccionó y recompuso el dibujo con otro centrocampista, al que ya metió con el 3-1. De por qué los fichajes de invierno no han tenido ningún impacto sobre el bloque. En realidad, el calvo de amarillo estuvo más cerca de aniquilar la perspectiva que de cercenar la temporada del Alavés. Hay que tomar Twitter con la misma prudencia que las encuestas que dan a Ciudadanos como tercera fuerza, pero lo que se volvió a palpar en la red social es que mucha gente ha abrazado la teoría de que no van a dejar subir al Alavés. Lo interesante de esta veta es que lleva siendo explorada desde casi el principio y predicada por el propio Bordalás. “Venimos arrastrando este tipo de situaciones desde el tercer partido de Liga en Llagostera”, dijo el domingo el entrenador. Aquí Don Pepe y sus siete enanitos me van a explicar cómo un conjunto perseguido llegó a dominar la categoría durante varios meses. Y también Don Pepe me puede explicar por qué tiene que retrotraerse a la jornada tres para encontrar un arbitraje realmente decisivo en contra del Alavés.

Por intervencionismo del árbitro e inacción de Bordalás, el partido contra Osasuna duró 26 minutos. Y sería estéril un análisis de ese rato porque los encuentros cambian, pero la tendencia que se advertía era más de lo mismo, con un rival cercando la portería de un Alavés en manos y piernas de Pacheco. Encontró el gol con un pase del interior como los que daba De Pedro en Corea. Y luego vino la cafrada del árbitro. Vistos esos minutos y los cinco partidos anteriores, es plausible pensar que el Alavés no hubiera ganado. No lo sabremos. Lo que está claro es que ha comprado una semana de ceguera en medio de la crisis para Bordalás, el equipo y también la afición. Queda unirse, poner el corazón y el fútbol, las piernas y las gargantas en el partido del Lugo y volver a ganar de una puta vez antes de que se acaben las excusas y los complejos.