Bilbao - Acabó Beñat Intxausti la Vuelta a la Comunidad Valenciana con una sonrisa bordándole el rostro y un par de besos en la mejilla. Símbolo de su tercer lugar en el podio. Aquel fue el último festejo del vizcaíno, al que el cuerpo le negó días después. “Estaba sin fuerzas, con el cuerpo cansado. Al principio, tenía los síntomas de un resfriado fuerte”, expone Intxausti, al que tardaron en detectarle el mal, comúnmente conocido como la enfermedad del beso, porque su sintomatología se camufla con facilidad con dolencias como la gripe o las anginas. “De hecho, tuve las amígdalas muy inflamadas, con pus”, dice Intxausti, que tuvo que renunciar a la Vuelta a Andalucía porque el cuerpo se le había ahuecado. Vacío. Sin fuerza. Era 15 de febrero cuando anunció a través de las redes sociales que no estaría en la carrera andaluza. Durante esos días desconocía el ciclista que estaba incubando un virus que barre el organismo y que en su recorrido inflama órganos como el bazo y el hígado. Intxausti no respondía al tratamiento contra la gripe. “Tenía fiebre. No me podía poner de pie. No mejoraba”. A falta de un diagnóstico certero, la dolencia física se instaló en su mente. Girando. Noria de incertidumbre. “Comencé a darle vueltas al tema porque no daban con el motivo de mi dolencia”, recuerda Intxausti.

Una semana después de que dijera no a Andalucía, el 23 de febrero, unas analíticas especiales le detectaron la enfermedad. Mononucleosis. La enfermedad del beso. “El médico del equipo ya lo sospechaba y una vez que me lo confirmaron, me quedé más tranquilo. La incertidumbre era lo peor que llevaba porque me sentía muy mal y no conseguía mejorar”, explica Beñat Intxausti. La mononucleosis no tiene un medicamento que la combata. Su cura es el tiempo. “Solo se cura con reposo, descanso, paciencia y tranquilidad”, enfatiza Intxausti. El virus que la causa decide cuándo abandonar el organismo que coloniza. Como viene se va. “No hay una fecha o un plazo exacto de recuperación, pero me dijeron que el virus suele estar entre un mes y cuarenta días en el cuerpo”, agrega el corredor, que tuvo que tacharse de la Strade Bianche y la Tirreno-Adriático, dos de sus puntos de apoyo antes de encarar la Vuelta al País Vasco, carrera a la que el corredor desconoce si podrá llegar.

De momento, Intxausti, apoyado en la prudencia, no piensa ni a medio ni a largo plazo. Aquí y ahora es su lema. “Lo importante es recuperarme del todo. No miro al calendario. Volveré cuando pueda hacerlo, cuando el cuerpo responda”. En ese proceso, Intxausti, monitorizado semanalmente mediante analíticas, se someterá hoy a una ecografía para determinar el estado del bazo y el hígado. Los médicos determinarán cuáles serán los siguientes pasos. “Estoy mucho mejor. Al menos he recuperado las ganas de comer porque había perdido el apetito con la enfermedad”, subraya Intxausti, que hace “vida normal”, pero la debilidad le impide subirse a la bicicleta para entrenar y competir, “algo que llegará cuando tenga que ser. Paso a paso”, sugiere el vizcaíno agarrado por la mononucleosis. El peor de los besos. El menos deseado.