Acontinuación, una de esas apuestas, cuasi surrealistas, que no tendría mayor sentido sino fuera por el interés comercial y mediático que la parte interesada busca con ella. En este caso, la reconocida marca de refrescos Red Bull -a través de su equipo Red Bull Racing F1-, que en su última exploración en el mundo del marketing no se le ocurrió otra cosa que plantear una cuestión de fuerza bruta entre la potencia de uno de sus bólidos de Fórmula 1 -800 CV y velocidades punta de 300 kilómetros por hora- y una melé de rugby formada por ocho fornidos jugadores del Bath Rugby Club. Enfrentados uno contra el otro en la localidad de Farleigh House, el reto estaba servido. Daniel Ricciardo, piloto del RB8, campeón del mundo de 2012, debía pisar el acelerador hasta el fondo y comprobar si el vehículo era capaz de avanzar ante la mole humana que formaban los jugadores, separados del coche únicamente por una plataforma que hacía posible el singular desafío, celebrado en el centro de formación de Farleigh House (Reino Unido). Llegado el momento, los 800 cavallos de potencia del bólido comenzaron a rugir. Las ruedas empezaron a cubrirse de humo y la distancia recorrida después de unos segundos era prácticamente indescriptible. ¿La razón? La melé humana no solo estaba plantando cara a la deslumbrante fuerza motora de semejante prodigio tecnológico sino que en su tramo final fue incluso capaz de hacerle retroceder. Un triunfo coral en toda regla para reivindicar una vez más papel del hombre frente a la máquina.
A la conclusión del desafío, el piloto no pudo sino felicitar a sus adversarios. “Les respeto mucho como atletas. Son grandes, extremadamente fuertes y saben aguantar golpes que solo ellos pueden soportar”, reconoció. Y en cuanto al RB8, se le decoró para que se pareciera lo máximo posible a un jugador de rugby, incluso añadiéndole un nuevo morro que quedará para el recuerdo.