VITORIA - Y ahora, el dopaje tecnológico. El ciclismo es un deporte con tendencias suicidas, capaz de enfangar aún más su credibilidad, agujereada por el dopaje, una lacra que le ha manchado hasta el tuétano, hasta el alma. Desprendido de los años salvajes, aquellos en los que la EPO era parte del paisaje, cuando trata de enderezar su figura, incorporado el pasaporte biológico, los códigos éticos de los equipos y la dureza de los castigos, asoma otra vertiente del dopaje: la trampa tecnológica, el empleo de motores que faciliten el pedaleo y la obtención de ventaja sobre los rivales. El del uso de los motores, situados en las entrañas del cuadro, para impulsar los pedales era una circunstancia que contemplaba la UCI (Unión Ciclista Internacional) después de las sospechas que produjeron varios episodios en los últimos años, pero que hasta el momento no había sido detectado. No eran pocas las voces que establecían que el empleo de esos artilugios era un asunto de ciencia-ficción, que nadie en el ciclismo los empleaba. Esas aseveraciones enmudecieron el pasado sábado, cuando se halló un motor eléctrico instalado en la bicicleta de la belga Femke van den Driessche, que competía en la prueba de féminas sub’ 23 de los Mundiales de Zolder, Bélgica.

Lo imposible, sin embargo, es una realidad en el ciclismo. Otra vez. “El fraude tecnológico es inaceptable. Queremos que la minoría que estén considerando hacer trampas lo sepan, que no hay sitio para esconderse, y tarde o temprano pagarán por el daño que están causando a nuestro deporte”, expuso Brian Cookson, presidente de la UCI, que compareció tras conocer el fraude de la corredora belga, que disponía de una bicicleta trucada en el box, si bien no fue empleada en la carrera. “Podemos afirmar que se trata del primer incidente de dopaje mecánico del que tenemos constancia”, subrayó Peter van den Abeele, responsable de ciclocross de la UCI.

El máximo órgano del ciclismo mundial estaba advertido del posible uso de esta tecnología porque en los últimos años se han acumulado tres escenas que provocaron extrañeza. Dos de ellas las protagonizó Fabian Cancellara. La primera se sitúa en el Tour de Flandes 2010 en la que el suizo clavó a Boonen en el Muur-Kapelmuur gracias a una aceleración extraña. El mismo ciclista protagonizó otro episodio similar. Ocurrió en la París Roubaix del mismo año. Cancellara se escapó con una facilidad pasmosa de un grupo lanzado y sin que diera la impresión de dar pedales de manera muy poderosa. Otro fotograma que llamó la atención a los observadores sucedió en la Vuelta a España de 2014. La caída de Ryder Hesjedal dio mucho que hablar. Con la bicicleta deslizándose todavía por el asfalto producto de la caída, el movimiento que produjo la rueda trasera llamó la atención porque esta continuó girando con demasiada fuerza. También hubo observadores que pusieron en tela de juicio la ascensión de Chris Froome al Mont Ventoux en 2013, cuando realizó una aceleración brutal que lapidó a Nairo Quintana. Todos esos capítulos alertaron a la UCI.

camuflaje perfecto Al hilo de esa sospecha, el diario francés L’Equipe mostró el trabajo desarrollado por un ingeniero húngaro, Istvan Varjas. El experto relataba que había vendido sus motores en Mónaco e Italia -a más de 100.000 euros la pieza-, aunque nunca a personas relacionadas con el ciclismo profesional “Son totalmente silenciosos e ilocalizables para los mecánicos. Disponen de distintas medidas de potencia y de mayor o menor autonomía”, aseguró Istvan, que matizó que esta clase de artilugios se emplean desde 1998. El motor puede ir introducido por el tubo vertical en la que descansa el sillín, o según el tipo, en los bujes de las ruedas. Para accionarlo existe un interruptor que puede ir oculto en las manetas, aunque existen otras posibilidades, como que el mecanismo se active mediante la vinculación al pulsómetro. La fuerza del motor se transmitiría al eje de pedalier mediante una punta helicoidal. El motor, que se puede adquirir por Internet por menos de 3.000 euros, no mide más de 22 centímetros de largo, y su diámetro es de 31,6 milímetros. Este mecanismo engorda la bici unos 750 gramos, más las baterías, un peso añadido que depende de la carga de las mismas. Las baterías alimentan el motor, que ofrece 200 vatios de potencia. Un chute.