saratxo (amurrio) - La joven Ibarrola habla despacio, muy despacio, y bajo, muy bajo. Casi tanto como cuando susurra a esos ponis salvajes que una amiga de la familia le suele llevar para que los dome en el caserío de Sartas, cerca de Amurrio, en esa misma finca en la que, con apenas un puñado de años, ya montaba caballos con el mismo brío que ahora doma el manillar de su bicicleta, con la que el pasado fin de semana se proclamó campeona de España de ciclocrós en Torrelavega en la categoría de Cadetes. Un triunfo extraordinario en la historia del ciclismo alavés femenino que sin embargo sí tiene parangón en la categoría masculina, donde el precedente más exitoso responde al nombre de Javier Ruiz de Larrinaga, Larri, natural de Zuia y ganador el domingo de su quinto título de campeón de España sobre el mismo embarrado circuito cántabro donde horas antes su paisana Luisa había dado buena muestra del gran estado de forma con el que ha llegado al tramo final de la temporada. Y es que la ciclista del Bizikleta.com se impuso con rotundidad a Saioa Gil, su rival y favorita, una vez que fue cogiendo ritmo de carrera y sus piernas no dejaron de pedalear en el tramo de arena, uno de los más duros del circuito. A partir de ahí, y ya con una ventaja evidente, solo tuvo que dejarse llevar para terminar sacando a la vizcaína un minuto y ocho segundos en la línea de meta y casi dos a Sara Yusto. Fue el triunfo a la fuerza y honestidad de una joven -el próximo mes de marzo cumplirá 16 años- que ahora mismo se toma el asunto del ciclismo como un pasatiempo con el que poder disfrutar de lo que más le gusta, ponerse de barro hasta arriba. “Mi aita ya decía que de pequeña me gustaba mucho jugar con los charcos y el barro cuando llovía, y por lo que veo me sigue gustando porque disfruto un montón con las carreras complicadas”, reconoce la joven a este periódico en conversación telefónica. Es media tarde y acaba de llegar al caserío del instituto de Amurrio, donde cursa 4º de la ESO y el día, a pesar de la gesta deportiva del sábado, ha resultado muy normal. Es el escenario perfecto para sus padres, que en casa prefieren andar con pies de plomo ante las consecuencias que puede acarrear la fama. “Ahora que disfrute, que pruebe cosas nuevas y que se lo pase bien; lo que tenga que llegar ya llegará, pero ahora a disfrutar y a estudiar”, advierte también pausado Joseba, el padre de la ciclista, responsable de una explotación para la cría de vacas donde Luisa, de vez en cuando, trata de echar una mano a pesar de no gustarle “nada, nada” este tipo de vida. “No me agrada mucho, es un trabajo muy sacrificados, así que estudiaré cuando me toque, probablemente IVEF en Vitoria”, sospecha la joven.

El triunfo en Torrelavega supondrá, probablemente, la última cita de su particular temporada en ciclocrós, porque a día de hoy no está nada claro que Ibarrola vaya a correr la carrera del próximo fin de semana en Santillana del Mar, donde podría exhibir por primera vez el maillot de campeona. “Algunas compañeras de equipo no van a ir y a mí no me apetece mucho hacerlo sola, así que ya veremos”, añade.

buena estudiante y responsable Decida lo que decida, de lo que no hay duda es de que ahora la ciclista se tomará unas semanas de descanso -este curso ha disputado cerca de una veintena de carreras- y después comenzará con la temporada de mountain bike, que compaginará también con algunas pruebas de ciclismo en carretera. Para ello continuará confiando en la experiencia de su actual entrenador, Ernesto García, y seguirá haciendo las mismas cosas que siempre, es decir, rodando con sus amigos del club ciclista de Amurrio o con su hermano Urko por las inmediaciones de Saratxo y disfrutando los fines de semana escuchando música con su cuadrilla de amigas de Orduña.

“Es buena estudiante, muy responsable y tenaz encima de la bici, así que ahora lo único que tiene que hacer es disfrutar. El recorrido en esto de la bici lo tiene que marcar ella y llegará cuando toque, así que de momento tranquilidad”, insiste su padre.

Sobre el barro, en cambio, la tranquilidad se transforma en electricidad y la pausa con la que Luisa habla y camina muta en un endiablada figura, potente, competitiva y seria a la que únicamente restan por pulir aspectos como un mejor trazado de las curvas -“Estoy más cómoda cuantas menos haya en un circuito”, reconoce- y más agilidad, probablemente la misma que acaban adquiriendo los ponis que doma en Saratxo después de un proceso que puede alargarse hasta los seis meses. “Empecé a montar a los siete años y a entenderme bien con estos animales, por eso me gustan tanto y por eso les susurro con tanta frecuencias”, finaliza con ironía.