vitoria - Ningún deportista en el mundo es capaz de alcanzar el éxito por sí mismo. Ni aunque sus facultades resulten extraordinarias y sus rendimientos sean fuera de lo normal, siempre será necesario el apoyo técnico o moral de algún colaborador de confianza que estimule sus fortalezas y penalice sus debilidades. Solo así, en ese delicado equilibrio entre la mente y el cuerpo, las metas y los retos estarán al alcance la mano. En el atletismo, donde el acento individual de lucha permanente contra el crono es intrínseca a todas sus modalidades, esta realidad tampoco es una excepción. Todos los atletas, sin discusión, necesitan un ángel de la guarda que vele no ya por sus propios intereses sino por esa peligrosa rutina en la que puede convertirse el día a día de cualquier corredor. Por eso siempre detrás de cada kilómetro, serie o sesión en el gimnasio, el valor humano, la magia de las personas, acaba teniendo al final la misma importancia que la parte más física de un entrenamiento, por muy dura que ésta sea. Si la cabeza o el corazón no están en su sitio, es más que probable que las piernas acaben por tirar hacia el lado contrario.
Y eso es algo que desde siempre ha mimado con pasmosa naturalidad el atleta Iván Fernández (Vitoria, 27 años), tan familiar en casa como en el asfalto, donde hace ya años que planifica sus exigentes entrenamientos con la misma tinta que desprenden los nombres del pequeño grupo de amigos que suelen acompañarle en los retos más importantes. Unas veces, las menos por aquello de evitar las molestias físicas que genera el correr siempre en el mismo sentido y la gravilla del suelo, en el parque del Prado; otras, en ese circuito improvisado que los runners de la capital han fijado en la zona de las universidades, donde las distancias están rigurosamente marcadas y permiten llevar a cabo exigentes series de mil, dos mil y hasta seis mil metros; y también en el entorno rural de la Llanada alavesa (Mendoza, Margarita, Yurre...) donde resulta más fácil concentrarse para las grandes tiradas, la de 25 y 30 kilómetros, alejados del ruido de la capital.
Ha sido en este tipo de escenarios tan peculiares donde Iván Fernández se ha encerrado los últimos tres meses con una disciplina castrense propia de quien se sabe a las puertas de un reto mayúsculo, en su caso, lograr una plaza para competir el año que viene en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, hazaña que ya en su día lograron otros colegas como Blanca Lacambra (Seúl’88), Maite Zuñiga (Seúl’88, Barcelona’92 y Atlanta’96) o Martín Fíz (Barcelona’92, Atlanta’96 y Sidney’00), que desde hace años le guía como entrenador. Para bien o para mal, todo pasa ahora por Berlín, por la carrera de mañana y por ser capaz de parar el crono de la maratón alemana -comenzará a las 9.00 horas y podrá ser vista a través de internet- en menos de 2 horas y 13 minutos, que es la mínima exigida por la RFEA para conseguir una plaza en los próximos Juegos.
once semanas de trabajo En ese empeño ha invertido el joven atleta las últimas doce semanas de su vida, en jornadas durísimas de trabajo -cabe recordar la altas temperaturas que este año se han registrado en julio y agosto en Vitoria- que en determinadas fases contemplaban incluso sesiones de mañana y tarde. Han sido esta vez 2.000 kilómetros de trabajo de calidad en sus piernas enfocados exclusivamente a llegar mañana domingo a Berlín con el punto exacto de forma. Una carrera mucho más trabajada que la anterior de Hamburgo -debutó en la gran distancia con un espectacular 2h, 13m. y 43s.- que no ha estado exenta de molestias físicas y dudas irremediables por la responsabilidad de la empresa que según lo previsto, se ha cumplido con creces.
Y en este contexto mucho ha tenido que ver el grupo de amigos que durante este tiempo le han ido acompañando en los diferentes ciclos de sus entrenamientos. No ha sido ningún favor personal ni tampoco una petición expresa por parte de Iván, si no un ejercicio de puro compañerismo entre una serie de atletas que se conocen desde hace ya muchos años.
Esta particular guardia pretoriana la forman Guillermo Santamaría (23 años), Edu Sánchez Quintela (48 años), a quien todos conocen como Dandy o Bombero, Alberto Alba (39 años), Jorge Asín (24 años), en el grupeto conocido como Giorgio, y un mítico del atletismo alavés como Toñín Blanco, que a sus 46 años continúa siendo el fondista local que mejor marca ha fijado hasta la fecha en el maratón de Berlín (2 horas y 34 minutos).
El buen rollo dentro del grupo salta a la vista nada más llegar. La quedada auspiciada por parte de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA para la elaboración de este reportaje coincide con uno de los últimos entrenos de Iván en el Prado. Ese sábado y a esa hora (9.45 horas) a penas un puñado de amateurs trotan sobre el tartán del parque. Hace sol y la temperatura es perfecta para firmar hoy varias series de mil metros que serán la puntilla para terminar de afinar su estado de forma. A partir de ahí, el trabajo ya estará hecho y solo restará descanso y trote muy suave.
Por eso no hay mucho tiempo que perder y enseguida el fotógrafo despliega su equipo para la sesión. Una foto así, la otra allá, vuelta a repetir... En éstas aparece en escena Martín Fiz, que acaba de concluir su entrenamiento por la zona de Armentia. También él se incorpora a la foto pero no sin antes tener que aguantar el chorreo de los presentes por su impuntualidad. “¿Se te ha parado el crono, Fiz?”, le espeta con ironía su discípulo. Después de unos minutos aguantando con buena cara los flashes de la cámara, el grupo se suelta a correr. Fuera pantalones y sudaderas y a rodar. Berlín se asoma en el horizonte.
“Su ritmo nos es imposible” “¿Os cambiaríais por él?”, preguntará después el periodista al grupo. “Yo no porque no soy maratoniano, pero envidia por el ambiente y la tensión que habrá allí seguro”, responde Dandy, un cabo del parque de bomberos de Haro que lleva dos décadas corriendo -ahora lo hace en el Club Laudio- y que en relación a su amigo Iván, al que considera como si fuera un hijo, le ha ayudado en las series más explosivas. “Soy pistero, de 800 metros sobre todo, y he podido marcarle ritmos ahí, pero en series más largas ya es imposible seguir el ritmo de este muchacho”, advierte con admiración. Confirma este diagnóstico el benjamín del grupo, Guillermo Santamaría, ahora en Zagreb (Croacia) estudiando cuarto de Arquitectuta Técnica. “Sus ritmos digamos que no son llevaderos para el resto”, ironiza. “En mi caso a los 500 metros ya estoy fundido”, pone como ejemplo. Si el objetivo para Iván Fernández es máximo, la exigencia de los entrenamientos debe estar a la misma altura. Por eso bajar de 2 horas y 13 minutos significa que el vitoriano tendrá que completar, o por lo menos rondar, cada uno de los 42 kilómetros de la prueba en 3 minutos y 9 segundos, una marca extraordinaria que en estos momentos solo unos pocos atletas en todo el Estado son capaces de alcanzar.
Por eso, las sesiones de máxima intensidad en la zona de las universidades han sido una especie de todos contra Iván, teniendo en cuenta que ninguno es capaz de aguantar su frenético ritmo durante tanto tiempo. Uno de esos testigos ha sido Toñín Blanco, del Club La Blanca, fondista full time desde el año 2000 (antes hacía triatlones y duathlones) que junto a Alberto Alba, del mismo club, ha acompañado a Iván en las tiradas más largas, las de 25 y 30 kilómetros. “Y hasta un punto, más o menos por la mitad, porque luego ya nos era del todo imposible seguir su estela”, subrayan los dos. Pero sin duda quien más cerca y durante más tiempo ha estado del vitoriano, pegado como una sombra, ha sido Giorgio Asín y su bicicleta, la única capaz de mantener a raya la fortaleza de atleta vitoriano. “Verle al máximo es espectacular, como el día que hizo una serie de 5.000 y otra de 6.000 metros seguidas con apenas cuatro minutos de descanso y bajó de tres minutos y nueve segundos en cada una. Durante ese tiempo la bici voló a casi 20 kms/h, ¿tú sabes lo que es eso?”, recuerda aún emocionado.
Después de meses de trabajo y durísima exigencia las sensaciones no pueden ser mejores. La confianza es máxima en su entorno y el propio protagonista asegura llegar “más maduro” a la gran cita. Solo resta que mañana al filo de las 11.12 horas celebre con orgullo de campeón una hazaña solo al alcance de unos pocos elegidos.