gijón - Pura esencia concentrada, Joaquim Rodríguez es un ciclista denso, volátil. Es un kilómetro Purito, ¡Pero qué kilómetro! No necesita más distancia el dinamitero catalán, que es la traca final del mejor concurso pirotécnico. Estruendoso, luminoso, intenso y escueto. Purito es una tormenta. Una galerna sobre Asturias. En Sotres, una tapia en sus últimos peldaños, descargó Joaquim Rodríguez todo su voltaje. Ira y fuego. Electrocutó el grupo de los mejores, abrasado por el chasquido de su látigo. Giró la curva y retorció a todos. Nadie pudo sostenerle la mirada al explosivo Purito. Un día de furia. Purito quiere la Vuelta. La busca a su manera que no es otra que reventando burbujas. Pinchó la de Fabio Aru, que se quedó con el liderato por un suspiro. Un segundo sostiene la casaca roja sobre la piel del italiano, presionado por Purito, un átomo de pura potencia cuando se trata de trepar imposibles. En Sotres, donde tuvo que rendirse Haimar Zubeldia, el último mohicano de la fuga, se apiñó la carrera, mansa hasta que Purito, incontenible, una avalancha, le arrancó las costuras. Desabrochada la camisa, Purito, ambicioso, cercó a Aru, al que no pudo despojar del liderato por un aliento, y alejó a Dumoulin, el estoico holandés que corre con la conciencia del buen gestor. En Sotres, desconectado a más de dos kilómetros de meta, tampoco claudicó Dumoulin, que se maneja con la paciencia de un ajedrecista, pensando en el largo plazo.
Purito, volcánico, es el aquí y ahora. El gozo y el sufrimiento en la misma frase. El catalán soltó amarras después de que Quintana buscará una quimera -atacó a 10 kilómetros de meta con la intención de reventar la Vuelta, pero no cuajó- elevando el tono de una ascensión monótona, ensillado el grupo en la mecedora. Esa marcheta, emocionante como el hilo musical de la sala de espera de un dentista, se quebró cuando rompieron filas Movistar y Astana, que hasta entonces gobernaron a larga distancia el deambular de los escapados, condenados. Haimar Zubeldia, diesel, sabio, resistente, apuró en las rampas de Sotres más que ningún otro entre sus compañeros de aventura. Se concedió una oportunidad. Peleó por cada pulgada de asfalto. Intacto el orgullo, el estilo inconfundible, la clase permanente, mantuvo una renta que se le escurrió. Su ilusión la interceptó Mikel Nieve. El leitzarra robó el último plano a Haimar Zubeldia. La carrera había entrado en otra dimensión agitada por Visconti, Luis León Sánchez y Diego Rosa.
Desgajado el grupo, sin huella de Dumoulin, que llevaba un rato haciendo cuentas con el ábaco y observando con prismáticos, restaba una empalizada. En la coral, con Purito, Aru, Mikel Landa, Majka, Moreno, Quintana, Valverde, Chaves, Nieve.... se percibía esa calma que resulta tan ficticia, sumamente teatral. Todos atados a la prudencia hasta que se alzó el telón y la obra se iluminó de par en par. Purito, un cohete, dobló la esquina y aceleró. El efecto resultó inmediato. Demoledor. A Quintana, que pretendió anudarse a su dorsal, se le secó la fuente. Al colombiano, un magnífico escalador, le faltó centrifugado para enredar a Purito, exuberante, majestuoso. Aru fue el siguiente al que descontó el catalán. El líder no quería demorarse y trató de soldarse a Joaquim. Lo tuvo cerca, pero Purito no le dio resuello. El último kilómetro era una vida intensa. Inmisericorde. Por eso Aru quiso ver a Purito a una brazada de distancia. Espejismo. En realidad, les separaba un océano. Landa, plegado al italiano, tampoco pudo desbaratar al catalán, rechinando los dientes, el ácido láctico inundándole el paladar. Dumoulin, lejos de aquella escena, continuaba templado. Piano, piano si va lontano. Supo que lo suyo no era el campo abierto. En la trinchera su futuro es más halagüeño. No se dejó embaucar el holandés por el señuelo. Corre Dumoulin con la astucia de los expertos, tipos que conocen sus límites, que cuidan sus virtudes y ocultan sus debilidades. De ese libro se nutre Purito.
la tranquilidad de purito Joaquim Rodríguez, que reconoce cada uno de sus vericuetos, sabe que es un kilómetro estupendo. Resulta inabordable en esa distancia. Su hogar. El pasillo de su casa. Ahí es capaz de pulverizar a todos sin alharacas. Simplemente siendo él. Sin presión y sin diván, se encendió la mecha de Purito, que descorchado, espumoso y burbujeante, ahogó a todos en su jacuzzi. Aru, encolado a Quintana, se dejó 15 segundos, que con las bonificaciones se convirtieron en 25 segundos. Por un pestañeó se quedó de rojo el italiano. Dani Moreno y Majka, grandiosa su etapa, rastrearon a Purito. Dumoulin, camuflado en la eficacia, sin fanfarrea que le recibiera, acumuló un minuto de retraso con Purito. “Quizá es de las Vueltas a España que más tranquilo he venido. En casi todas he tenido mucho estrés, ganas de comerme el mundo, y este año me está saliendo todo muy bien. No me quiero estresar”. En Sotres mostró Purito su tratamiento antiestrés.