tarazona - “¡A tope! ¡A tope!” gritaba desaforado, nervioso, Orlando Maini, que acompasaba sus bramidos aporreando con energía la puerta del coche. ¡Pum, pum! Maini, director del Lampre, la cabeza fuera de la ventanilla, exultante, animaba con la furia de la euforia a Nelson Oliveira, un tipo que se lleva de fábula con la manecillas y que caminaba con el semblante inconfundible que dibuja a los contrarrelojistas hacia Tarazona, que acogió al héroe portugués con los brazos abiertos. Anunció Oliveira su llegada en solitario como aquellos correos que se presentaban frente a los gobernantes tras una extenuante travesía. Oliveira garabateó una reverencia en meta. No merecía menor honor su cabalgada en solitario, una vez se desprendió del numeroso grupo que compartió durante la fuga. Oliveira, consciente de que una llegada en manifestación no le convenía en absoluto, apostó por jugar al solitario. Campeón de Portugal de contrarreloj en 2011, 2014 y 2015, el luso se concentró al máximo y atacó los último 30 kilómetros de la etapa como si una lucha contra el crono fuera. Esa es su especialidad. En ese escenario, en un recorrido pestoso, -el asfalto rugoso, la carretera estrecha y el viento molesto y con un grupo al que le costaba ponerse de acuerdo; boicoteado además cualquier movimiento de caza por dos de sus compañeros-, Nelson Oliveira gestionó de maravilla la ventaja que fue acumulando pedalada a pedalada.No se medía el luso al cronómetro. No le perseguían las manecillas. Consumado experto en asuntos relojeros, el portugués calculó en el procesador la distancia a meta y enroscó la mente en esa tarea. La soledad no le asustó. Tampoco el camino. Se trataba de seguir la carretera, mantener la cadencia, la velocidad y el esfuerzo. “Soy un especialista contrarreloj y lo di todo hasta meta”. Es el lenguaje de los contrarrelojistas, tipos que saben sostenerse en el límite incluso cuando la postura de la bicicleta deforma la posición del corredor por antinatural, forzada y exagerada. Oliveira no se torció ni un centímetro. Erguido, con tiempo para recrearse, elevó el tronco y saludó su gloriosa llegada. Solo. Contrarrelojista. “Se puede decir que ha sido la contrarreloj de mi vida”, dijo al finalizar la etapa .