Mende es la prefectura más pequeña de Francia, pero los buenos perfumes se venden en frascos muy pequeños. El río Lot, serpenteante y ágil, aunque medie julio, es saludado por la ciudad y esta le tiende un puente del siglo XIII para salvar su curso. El olor a medievo invade las calles, suena a antiguo en sus plazas. Quizá sea por ello que con solo nombrar el lugar la mente retroceda en el tiempo. Veinte años concretamente. Corría el 14 de julio de 1995 y los franceses celebraban el aniversario de la Toma de la Bastilla, su fiesta nacional. Laurent Jalabert ese día quiso disfrazarse de Camille Desmoulins -el legendario instigador de la revolución- y convertir a Miguel Indurain en su Luis XI particular. Mende era bonita, sí, pero también peligrosa y Manolo Saiz, director del equipo ONCE, quería convertirla en un infierno para el campionissimo.

En una etapa de 222 kilómetros, los ataques comenzaron desde la salida. A 198 kilómetros de meta Jalabert, Melchor Mauri y Neil Stephens habían abierto brecha. En el pelotón estaba Ramontxu González Arrieta, gregario de Indurain, quien recuerda ese día: “Fue muy complicado, el grupo reventó”. El Banesto no tenían su día y venía ya muy desgastado. Indurain pensó en dar algo de aire a su equipo para trabajar más tarde todos juntos, “como hacíamos siempre”. Pero cuando los del ONCE olieron la sangre los minutos de la fuga engordaban como si fuesen segundos y a 91 kilómetros de meta Jalabert sacaba al grupo del maillot amarillo casi once minutos de ventaja, vistiéndose, -si la etapa hubiese terminado así- de líder con un minuto y medio de renta. “Pero entonces clasicómanos como Guido Bontempi o Leon Van Bon se pusieron a tirar y reducir distancias rápidamente”, rememora González. Las malas lenguas llegaron a decir que José Miguel Echavarri, director del Banesto, había primado al pelotón para encontrar ayuda, pero González defiende que lo sucedido tuvo más que ver con las simpatías que Miguel despertaba.

Antes de subir camino del velódromo donde terminaba la etapa, Indurain ya podía seguir vistiendo de líder por dos minutos de ventaja. Pero la valentía y descaro de Jaja tampoco quedaron sin premio y el ciclista francés se convirtió sin paliativos en héroe nacional. A Indurain no le robó el amarillo pero a Mende sí le robo su nombre, que ahora es también conocido como Montée Laurent Jalabert, por donde el pelotón pasará mañana.