Aitor Zubieta no lo olvida. Lo reescribe. Lo apunta en el libro de su historia, lo relee y aprende de ello. Es el mantra. “Hay que aprender de todo”, declara. Lo cierto es que ayuda su entorno. Pasea, se relaja y vive en un abrigo natural privilegiado. Despereza el cerebro con la rutina. Es un tipo de costumbres al que le “encanta” la naturaleza. Es una de sus pasiones. El hombre y la tierra. Tiene cinco perros, aunque “van variando según la temporada de caza”. “Me gustan los animales en general. Los perros de caza me apasionan. También ir al monte, a pescar y a cazar. Me siento muy bien cuando estoy a mi aire”, refleja. Tiene dos setter, dos lobos checos -una raza de perro que desciende de los lobos de los Cárpatos- y un mastín de tres meses blanco, listo y tremendamente cariñoso. Especifica que “cazar me encanta, pero no por matar o no matar becadas, sino por andar con los perros. Por ver cómo aprenden, cómo cazan. Además, también suelo ir a pescar, pero la satisfacción que tiene es que puedes soltar las truchas una vez que las has cogido”. Se ata a una de las pasiones de uno de sus mejores amigos dentro de la pelota a mano, Yves Xala, con quien comparte la afición por la pesca. Al zurdo le encanta. Disfruta. Es otra historia.
Pasea con uno de los setter y con Arti, el lobo checo macho, por la llanura verde que se extiende detrás de su borda el etxarriarra con fulgor, relajado. Las distancias con el mundo exterior se miden por latidos y vibraciones, las de su móvil, que no para. “Forma parte de lo que significa una final de este calado”, explica. Aitor comenta que siempre “me han gustado los perros”, siempre había algún que otro en casa, pero “el que se ha lanzado a ello he sido yo”. Le hacen caso, le buscan, sin pedir nada a cambio. Baila entre el lobo y el setter, realmente la raza que idolatra. Explica que lo de los perros checos vino “porque a un amigo mío y a mí nos gustaron, no había demasiados en el Estado y los trajimos de fuera. Fue un capricho. Es una raza que viene del este de Europa, son descendientes de los lobos. Cogimos cada uno alguno y alguna camada hemos sacado. Aun así, los que más me gustan son los setter. Ando variando la cantidad, dependiendo de la temporada de caza”.
Confirma asimismo el etxarriarra que la mayor medicina a la presión viene de la vida relajada, del cronómetro, la agenda y el día a día. “Estos días estás todo el rato sin parar con el móvil. Estás muy distraído. Lo importante es poner un límite y ponerte a la rutina. Me hace falta mi vida diaria para estar concentrado y rendir al máximo”. Y eso implica su vida real. Así las cosas, las localidades han volado y la gente en Sakana tiene ganas de una alegría. “En Etxarri habrá movimiento. En una tarde me quedé sin entradas. Me gustaría cumplir con más gente, pero me quedé enseguida sin ellas”, certifica y apostilla que “hay una carpa y la mantendremos para hacer la cena allí. Los amigos se van a hacer cargo de las entradas y de los tiques para vender. La anterior final, la de 2010, fue terrible, porque el lunes era fiesta al ser Semana Santa. Esta vez, no; pero mucha gente se ha cogido fiesta”.
Las malditas lesiones Regresando al umbral del dolor de los pelotaris, el retrovisor de Aitor Zubieta, como el de los otros tres manistas en liza en el decisivo partido del Bizkaia, está salpicado por problemas importantes. Lo que no mata, hace más fuerte. “Fíjese -cuenta-, a los 26 años llevaba ya dos operaciones de rodilla”. Y ahora revela que se encuentra casi mejor que entonces, que físicamente las articulaciones le dan menos guerra, menos pelea. “El entrenamiento tiene mucho que ver”, revela. Carlos Navarro le acompaña en todos sus movimientos y le ayuda en sus entrenamientos. “Es algo que no cambiaría ni loco”. Continúa con él, fiel, firme, todo honestidad, a pesar del cambio de empresa, la cesión y todo lo que implica el tema. Aun así, a pesar de los problemas en el tren inferior, olvidados mediante estiramientos que son “como beber agua”, lo que de verdad ha sido un quebradero de cabeza para Zubieta han sido las manos.
Aitor, un guardaespaldas pegador, con una zurda exquisita, incide en que “el año pasado llegué a semifinales, estuve cerca de la final y ha sido el que peor he pasado. Tuve meses muy, muy, muy malos hasta junio. Este año, me recuperé y sí que valoro que desde entonces me encuentro bien. Para mí la continuidad es lo más importante”. La vuelta a la tortilla. “Con la pelota no me tengo que reconciliar, pero sí que las lesiones no me han dado tregua desde que debuté. Aunque me he operado dos veces de la rodilla, las manos han sido para mí las que me han parado”.
Y en las semifinales estuvieron a punto de vararle. Para el último encuentro pidió un aplazamiento y las empresas no se lo dieron, haciendo caso omiso, de forma injusta, del precedente del año pasado, en el que le dieron la opción a Martínez de Irujo. “Pedro García me está metiendo caña en la izquierda y las sensaciones son buenas. Probaré el jueves e iré mirando cuánto taco necesito para afrontar la final”, añade.
En Bizkaia Con Pablo Berasaluze, la unión se traduce en una final, pero el pegamento es superior. El ya lugar común de las “ganas” de jugar “juntos” desde que debutó el manista etxarriarra en profesionales, en 2004, se complementa con el arreglo de su cesión a Asegarce, que terminó por completar la historia. “El día anterior de la presentación del Parejas por la tarde me enteré de la noticia. Me llamaron y me comentaron a ver qué me parecía y que era una opción, que lo habían barajado. Por mi parte, no había ningún problema. Todo lo contrario, era un aliciente, una oportunidad”, sostiene Zubieta. Y eso puso los focos sobre el etxarriarra: “Era algo distinto, algo que no se había hecho hasta ahora, la novedad. Fue una rutina muy cómoda”.
“Desde que empezó el campeonato hemos jugado mucho en Bizkaia y noto que la gente se viene muy encima. Siempre nos han apoyado. Desde el principio, siempre decían que iba a ser el año de Pablo. Estamos a las puertas”, revela el zaguero navarro, quien señala que “el otro día Mungia parecía Etxarri. Se agradece. Ya me pasa en Iparralde que, al jugar con Xala y ser su botillero, me siento muy querido. En general, siempre nos tratan bien, pero allí noto que la gente me conoce mucho y es muy especial. Siempre en Bizkaia nos han tratado muy bien y al jugar con Pablo ese buen trato es superior”. De este modo, declara el guardaespaldas que “Berasaluze II ha sido algo diferente en Bizkaia y después de la final hay un componente distinto. El público tiene ganas de verle disputar y disfrutar una final. Esa es la clave. Tenemos que salir a por todas y que quedemos tranquilos. La gente tiene ganas”. La oportunidad la tienen el domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao ante Bengoetxea VI-Untoria. “Saldremos a trabajar”, concreta. Mientras, trata de llamar a Arti, revoltoso, a los pies de San Donato.