Cuchillo, se afila Oinatz Bengoetxea entre el gris y el verde de Leitza. Gris perla, verde vegetal. Puro contraste. Se afila el leitzarra mientras el mundo corre a su alrededor. Él destila tranquilidad. Oinatz suda tranquilidad y hace cierta la frase de Rubén Beloki, quien se ató a él en 2005 hasta la misma circunstancia en la que se encuentra ahora: la final del Parejas. Confesaba el expelotari, ahora técnico de Asegarce, un hecho: “Oinatz es acelerado con los pies, no con la cabeza”. Tiene razón. En la cancha, el leitzarra es un soñador y un partisano. Es Bengoetxea VI. En tierra firme es Oinatz y es un poco como Leitza al ojo colorista: de contrastes. Mientras da vueltas las noches y los días, el leitzarra, en un alarde paradójico, más balneario que volcán.

Porque la virtud del pelotari es la del trabajo por encima de todo. Por encima de él mismo. Adicto al sufrimiento, sus piernas espídicas secundan a una cabeza privilegiada. Todo se trata de velocidad. Quien más imprime, más recolecta. Agricultura deportiva. Oinatz está cuchillo. Y el ruido de sables le coloca como el más destacado del campeonato. A él le importa poco, ha pasado muchas guerras en esto: va ya por su duodécimo curso en la élite. Él reconoce que “sí que es mi mejor Parejas. Es el número once y en el que mejor me he encontrado”. Muchos tantos, pocos fallos y mucho trabajo con tres zagueros distintos: Andoni Aretxabaleta, el titular, Ibai Zabala y Álvaro Untoria, el sustituto de lujo, con quien jugará la final del domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao. “Han pasado diez años pero así ha tocado”, manifiesta entre risas y agrega que “Rubén entonces le quitó hierro al partido”. Así es Oinatz, afilado en todos los sentidos.

Es un buen momento, no obstante, cuenta el pizpireto delantero navarro, quien argumenta que el Parejas siempre “se me hacía demasiado largo, pero este año no tanto”. El curso pasado se rompió el tobillo derecho y algunos ligamentos en Huesca y se vio abocado al barbecho. Quizás por eso, cuando mira a su alrededor, al pasado, ve con cierta distancia la realidad y observa su buen instante. “Hace un año estaba parado. Después de la lesión, llegó el verano y andaba a trancas y barrancas. Me costó coger juego. Creo que luego hice un Cuatro y Medio muy bueno, en el que estuve cerca de la final. Después, en un Parejas muy largo, muy duro y que siempre se me hace muy, muy largo, hemos podido ir paso a paso luchando”, declara el de Asegarce, quien agrega que “ha ido exigente y duro mentalmente. La verdad es que estoy muy satisfecho por llegar a una final del torneo”. Apela siempre a la lucha, a la pelea. Por eso Oinatz es fuego, un manista rocoso y peleón, curtido en el frontón de la plaza de Leitza, con pose antigua pero moderna.

“No veo necesario ganar txapelas”. La teoría de la relatividad de Oinatz: fuego entre trincheras, manos de estibador y conciencia obrera. Sacrificio. El factor humano. “No veo como algo necesario para mi vida deportiva llegar a una final o no. Lo que veo necesario es luchar con todo lo que puedo. Eso sí que lo estoy consiguiendo. Por eso no me quita el sueño llegar a una final o no ganar txapelas”, especifica el leitzarra, quien remata que “eso es lo máximo, está claro, pero yo la verdad es que me siento muy satisfecho si hago bien mi trabajo y juego al máximo. Si llegan las finales y las txapelas, estaría muy feliz, pero yo estoy satisfecho con el trabajo que realizo a diario”. Y la figura del delantero se rompe en tranquilidad. Es el camino. Y más cuando echa la vista atrás. “Mientras uno está lesionado se te pasan muchas cosas por la cabeza: tanto malas como buenas. Hay que intentar hacerlo lo mejor posible. Desde la operación hicieron un buen trabajo conmigo. Luego, con los médicos y los fisios hice un trabajo bueno. No me crea ningún problema. Con alta exigencia, está todo bien. La lesión está olvidada”.

Y la relatividad continúa: ¿Qué vale una final? “Hay cosas más importantes en la vida, aunque deportivamente sea algo grande”, especifica el leitzarra. ¡Pues claro! Es la tecla. “Lo importante es tener confianza en uno mismo y saber que puedes ganar o perder. El resto, da igual. No ganas nada por darle importancia y no sacar lo que tienes dentro. Vamos a jugar a pelota y nada más”, revela el puntillero de Asegarce, el segundo en el ranking de la empresa pelotari. Es la anatomía de la relajación la que atraviesa a Bengoetxea VI. “Solo se trata de hora y media de trabajo y saldré a tope”, manifiesta. Aun así, sí que reconoce que “tendré la tensión de los partidos grandes”. Pero, el domingo por la mañana saldrá a pasear por el monte y se hará los tacos para aplacarla. “Llevo tiempo en esto y en los últimos años no me he puesto nervioso en los partidos decisivos”, analiza.

El Parejas y el despegue de Irun Le faltaba a Bengoetxea VI un despegue en el Parejas. Le faltaba reconciliarse con la competición, aunque haber dado todo ya sea un premio para él. Y este campeonato ha sido una montaña rusa: bajas, tensión y agua en el cuello. “Si lo das todo, nadie podrá recriminarte nada”, dicen. “Empezamos tranquilos, no teníamos presión porque con Andoni sabíamos que no éramos de los favoritos a llegar hasta aquí. Empezamos bien, tuvimos algunos partidos más flojos, pero desde ahí él comenzó a tener problemas en la mano. Hemos luchado todo el campeonato, los catorce partidos. Los últimos de la liguilla los pudimos ganar, tanto a Xala-Merino, en el Labrit, como a Irujo-Barriola, sobre todo, en Irun. Aquel partido fue clave. Fue un partido que nadie pensó que iba a ser así. Ellos no dieron lo que tenían y pudimos ganar”, justifica el mejor pelotari del torneo hasta ahora, quien cuenta que el duelo contra Irujo en el frontón Uranzu “es algo que nunca olvidaré”. “Quizás es el mejor que he jugado. Por lo menos, en cuestión de remate. No fue un partido duro, de exigencia física, de ritmo o potente; sin embargo, en cuestión de acertar, creo que nunca había conseguido hacer tantos tantos: 19”.

Otra de las circunstancias que han marcado su senda hasta la última fase del Parejas ha sido la decisión de Aretxabaleta, quien vistos los problemas de manos se decantó por no jugar más y dejar su hueco a un Untoria en vena. Argumenta el lei-tzarra que “es un gran chico y profesionalmente lo ha demostrado. Era una decisión que no tenía que haber tomado. Él era el titular y con todas las de la ley, sin que nadie le juzgara, podía haber tomado la opción de seguir en semifinales porque era su puesto. Él no sentía que tenía que jugar y Álvaro ha demostrado que se lo ha merecido”, y apostilla que “la decisión de Andoni es elegante y reitera que es un gran chico”.

El cuchillo en el gaznate A cinco jornadas del final de la liguilla de cuartos, una chapa en el Beotibar de Tolosa derribó sus opciones de semifinales y parapetó a Iñaki Artola y Jon Ander Albisu a la parte alta. Ese encuentro fue el último que jugó con el markinarra. Entonces, arribó Untoria, entre desconocido y resucitado. Con el najerino, extraído de Segunda, se revolvieron contra las musas, las estadísticas y las matemáticas. También sus propios compañeros de empresa Urrutikoetxea y Elezkano II les pusieron contra las cuerdas. Pasaron un mes con el agua al cuello, casi sepultados por la tensión competitiva. Almas de lucha. Fuego en el cuerpo. Y no frenaron. Todo a un cartón: el 22. “Nosotros hemos ido a remolque. Muchos partidos han sido cruciales. Estos últimos encuentros han sido muy importantes. Álvaro ha podido estar tranquilo y creo que en la final podremos completar una gran actuación”, declara Oinatz, quien añade que “no ha cambiado nada en su preparación para alcanzar este nivel de juego. Son rachas”. “Aparte del estado de gracia en el que esté el pelotari, si la suerte te acompaña, esto va viento en popa”, finaliza. Al final, “solo juega a pelota”. La relatividad. Conciencia obrera.