aquel niño que con solo doce años quedó prendado del ciclismo viéndolo a través de un televisor, en su casa, convencido por las palabras de su progenitora, el mismo que le aseguró a su profesora de arte que sería campeón olímpico y que vestiría el maillot amarillo del Tour, cerró el pasado domingo, con su participación en la París-Roubaix, un círculo. Bradley Wiggins (Gante, Bélgica, 1980) lució por última vez el maillot del Sky, con el que vio cumplidos sus deseos de niño. El año 2012, en el que ganó la Grande Boucle y el Mundial de contrarreloj, quedará grabado a fuego en su memoria, como 1992, cuando se enamoró del ciclismo mientras veía ganar a Chris Boardman en la final de persecución en los Juegos Olímpicos de Barcelona. En aquel apartamento del noroeste de Londres al que se fue a vivir junto a su madre, el pequeño apasionado del fútbol que llegó a probar con el West Ham, se decidió por las dos ruedas. Aparcó el balón. Ahora hace algo similar. Deja la carretera, al menos las pruebas de primer nivel, para centrarse en la pista. Cierra el círculo. Regresa a la modalidad que le encumbró, donde se dio a conocer. Del velódromo de Roubaix a los velódromos de medio mundo.

El británico tiene todo preparado para volver a la pista: desde el equipo hasta el calendario. Wiggins no ha dejado ningún detalle suelto. Disciplina. De hecho, a finales de 2014, consciente de que repetir la gesta de 2012 en el Tour resultaría imposible, sentó las bases de su propio equipo, que se fundó bajo el nombre de Team Wiggins, con un presupuesto ligeramente superior a los 600.000 euros y con un total de ocho ciclistas en nómina, a los que se unirá el propio Wiggo en las próximas fechas, en las que compaginará la dirección deportiva con su presencia en carrera. El objetivo del británico pasa por los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Allí, en Brasil, quiere poner punto y final a su fructífera carrera deportiva en la que será su quinta cita olímpica.

Los éxitos del corredor inglés no se entenderían sin los JJ.OO., quizá porque es en ellos donde mayor repercusión adquiere el ciclismo en pista. Wiggins se formó en los velódromos para dar un salto casi imposible hacia el Tour. Un reto mayúsculo al alcance de unos pocos elegidos. Una obra maestra del Sky, el equipo de los vatios, del potenciómetro, de las matemáticas. La pista tiene algo de ello, indudablemente, pero sin ninguna pantalla sobre el manillar en la que llevar el control de uno mismo, el hueco para la improvisación es mucho mayor. Las sensaciones cobran una importancia vital.

Mientras Lance Armstrong vapuleaba a sus rivales en las carreteras francesas en una época oscura del ciclismo, el joven británico se hacía un nombre entre los pistards. Campeón del Mundo junior en 1998 en la modalidad de persecución individual, su primera gran gesta llegó en Sídney 2000, cuando se hizo con el bronce en la prueba de persecución por equipos. Fue su primer reconocimiento de talla mundial. El definitivo llegó en 2004, en los Juegos Olímpicos de Atenas. En el mayor de los escenarios deportivos posibles, Bradley Wiggins logró tres preseas, una de cada metal. Se confirmaba, así, como uno de los grandes pistards y, de paso, refrendaba su título mundial en persecución individual de un año antes.

problemas de alcoholismo Casi tan rápida como su llegada a la cúspide pudo ser su caída. El británico, afincado cerca de Manchester, comenzó a beber, incluso hubo quien le bautizó con el mote hooligan. Logró dejar atrás su adicción. La misma que tuvo su padre, Gary, que abandonó a Wiggins y a la que entonces era su mujer cuando el pequeño tenía solo dos años. Hubo un conato de acercamiento entre ambos en 1999, durante una concentración del ciclista en Australia. A este no le gustó la situación de su padre, que además de tener problemas con el alcohol coqueteaba con las drogas. No volvieron a verse. Hasta el punto de que en 2008, cuando murió su padre, Bradley no acudió al funeral. Quizá consciente del sufrimiento, para evitar que sus hijos sufrieran una experiencia similar, Wiggins se aferró a su familia para salir de un mundo tan oscuro.

Se recuperó, por el bien del ciclismo. Aunque tozudo, una vez que lo había ganado todo en la pista, decidió regresar al asfalto. Logró alguna victoria, especialmente en pruebas contra el crono, pero nada comparable a sus gestas olímpicas. En 2008, en Pekín, se reencontró con el velódromo y rodó más rápido que nunca, hasta el punto de lograr dos récords del mundo. Regresó de China con dos medallas de oro, cumpliendo con todos los pronósticos tras su exitoso inicio de año, que se saldó con tres títulos del mundo en el Mundial de pista.

Después se centró en la carretera. Se obcecó con el Tour, su gran deseo. Y lo conquistó de la mano del Sky en 2012. No sin polémica, pues su relación con Chris Froome, su gregario de lujo en la cita francesa, pasó por varios momentos de tensión. El equipo mantuvo su apuesta por Wiggo, haciendo caso omiso de las voces que hablaban de un mejor estado de forma del sudafricano. Ese mismo año conquistó el oro en la prueba contrarreloj de los Juegos Olímpicos de Londres. No volvió al Tour, pero el año pasado cerró la temporada con el oro en la prueba contra el crono del Mundial.

Ahora regresa a la pista, a su hábitat natural. En Londres, el 7 de junio, tratará de batir el récord de la hora; en Río de Janeiro, en 2016, buscará ampliar su palmarés olímpico. Sería el broche de oro de una exitosa carrera deportiva, de la que el pasado fin de semana cerró un círculo.

En pista. Tres oros olímpicos (Persecución individual en Atenas 2004 y Pekín 2008; persecución por equipos en Pekín 2008), una plata (persecución por equipos en Atenas 2004) y dos bronces (Madison en Atenas 2004 y persecución por equipos en Sídney 2000). Campeón del Mundo de persecución individual (2003, 2007 y 2008). Campeón del Mundo de persecución por equipos (2007 y 2008). Campeón del Mundo de Madison (2008).

En carretera. Tour de Francia y dos etapas (2012). Campeón del Mundo contrarreloj (2012 y 2014). Campeón del Reino Unido contrarreloj (2009, 2010 y 2014). Campeón del Reino Unido en ruta (2011). Dauphine Libere (2011 y 2012). París-Niza (2012). Tour de Romandía (2012). Una etapa del Giro de Italia (2010).

Récord de la hora. Tal y como desveló el miércoles, Bradley Wiggins tratará de batir el récord de la hora, en manos de Rohann Dennis con 52.491 metros, el próximo 7 de junio en Londres.