bilbao - Amador Granados ha cambiado esta madrugada el mullido colchón de su casa por los incómodos asientos de la parte trasera de su Citröen C5 verde, que lleva aparcado desde ayer a media mañana frente a la sede del BAT Basque Team en Fadura (Getxo). El ciclista paralímpico del Zuzenak, campeón del Mundo hace ahora justo un año en México, cumple hoy su primer día en huelga de hambre por una causa que obece más a preceptos vinculados al honor y la justicia que, casi, a cuestiones económicas. En el fondo del asunto, ya relatado por este periódico en sus ediciones del pasado sábado y domingo, una polémica llena de aristas y matices entre el propio corredor y la fundación impulsada por el Gobierno Vasco a cuenta de unas becas no concedidas que el corredor considera que sí se le adeudan. En ese tira y afloja mediático en el que unos y otros afirman estar en disposición de la verdad, Granados habla de una “injusticia manifiesta” y un “incumplimiento de las normas establecidas” para defender y exigir el respeto que se merece su carrera y sus éxitos, mientras que desde Basque Team se argumenta que éstos no fueron tales y que la concesión de las becas está supeditada a una serie de logros deportivos que el corredor, según explicó la fundación en una nota el pasado fin de semana, no cumplió.
En este escenario de acusaciones y reproches mutuos que han alterado la tranquilidad de una fundación llamad a velar por los intereses de los deportistas vascos, la única certeza a estas alturas es que la huega de hambre iniciada por Granados no solo no tiene marcha atrás sino que amaga con continuar “hasta cuando haga falta”, según reconocidó ayer a este periódico el propio protagonista.
De momento su estado de ánimo es bueno. “Resulta muy alentador”, explicaba el ciclista, “comprobar el apoyo de la gente que pasa por aquí y se interesa por mi situación; cuando les cuento lo ocurrido todos coinciden en calificar lo que me ha pasado de vergüenza”. Tampoco después de las primeras horas de ayuno los síntoma físicos son apreciables más allá de la sensación “evidente” de hambruna. Para evitar en este caso la deshidratación, lo único que Granados ingiere en su estado es agua y suero. El resto es todo una cuestión de aguante y paciencia “porque en este tipo de situaciones las horas se hacen eternas y la cabeza te da muchas vueltas a lo largo del día”.
Lejos de lo que cabría esperar ante una decisión tan drástica, ningún responsable de la fundación quiso acercarse ayer hasta el campo base de Granados para dialogar con él o, siquiera, tratar de convencerle de que depusiera su actuación. “No han querido hablar conmigo hoy, así que mañana les esperaré aquí, en el mismo sitio”, avisa el corredor, campeón del Mundo hace justo un año en velocidad olímpica en México y hoy, sorprendentemente, en huelga de hambre. Cosas del deporte minoritario o, puede, cosas del deporte paralímpico que tanto enervan al pistard. “Ya está bien de que nos traten de manera diferente a otros deportistas y nos obliguen a cumplir objetivos distintos para la obtención de las becas. ¿Por qué a nosotros se nos exigen hacer pódiums y al resto no?”, se pregunta Granados, que no espera grandes gestos por parte de Basque Team hacia su persona después del “ruido que estoy haciendo”. “Sé que soy un grano en el culo ahora para ellos pero no voy a parar hasta conseguir lo que pido”, advierte. ¿Y qué es exactamente eso? “Lo primero respeto y lo segundo que reconozcan por escrito que estaba equivocados conmigo, que soy un deportista de elite que era y sigo siendo competitivo y a partir de ahí que se me concedan las becas que merezca, pero con el mismo trato que al resto. Aquí se dan las becas a quien quieren y como quieren”.