La ciudad de Manchester, al norte de Inglaterra, vive dividida en dos. Y no por cuestiones políticas, aunque el fútbol siempre tiene algo de ello. El deporte rey viste la ciudad de rojo o azul, diablo o ciudadano, del United o del City. El equipo que es considerado por muchos como el más poderoso del planeta -ha firmado un acuerdo con Adidas para las próximas diez temporadas a razón de unos 94 millones de euros en cada una de ellas- contra el que aspira a serlo a golpe de petrodólares; el hermano mayor contra el pequeño. Desde que en septiembre de 2008 un grupo inversor de los Emiratos Árabes se hiciera con el poder del Manchester City, las diferencias entre ambos se han ido acortando. “El vecino ruidoso” al que se refirió Sir Alex Ferguson en 2009, cuando estos aún no habían conquistado ningún título de la Premier League -ahora tienen dos en sus vitrinas de una competición fundada en la campaña 1992-93-, le ha ido ganando terreno al United. Hasta el punto de que el curso pasado los citizens se alzaron con el título de liga mientras los diablos rojos se tenían que conformar con una discreta séptima posición que les dejaba fuera de Europa 24 años después.

No es el derbi por antonomasia del fútbol inglés, ni tan siquiera se acerca, ese honor recae en el enfrentamiento entre el Liverpool y el Manchester United, pero no por ello deja de vivirse con gran emoción. Ayer, los pupilos de Louis van Gaal recuperaron la hegemonía de la ciudad gracias a un contundente triunfo (4-2) que les aleja cuatro puntos de sus vecinos y con el que pusieron fin a una racha de cuatro derrotas consecutivas. La sufrida afición de Old Trafford vuelve a sonreír tras un año de altibajos. Son ya terceros, solo un punto por detrás del Arsenal, y aunque ganar la liga este año sea algo utópico, acceder a la Champions sin la necesidad de tener que jugar la previa parece al alcance de su mano. De paso, mientras el técnico holandés presume de libreta, y de haber dado con la tecla con un once de garantías, la continuidad de Manuel Pellegrini es toda una incógnita.

Apeado en los octavos de final de la Liga de Campeones por el Barça por segunda temporada consecutiva, el Manchester City ha pasado de pelearle la liga al Chelsea, que con un partido menos aventaja en siete puntos a los gunners, a tener que conformarse con entrar a la máxima competición de clubes del viejo continente por la puerta de atrás, es decir, teniendo que jugar la eliminatoria previa. Y eso si las cosas no van a peor, pues un triunfo del Liverpool esta noche ante el Newcastle dejaría a los reds a solo cuatro puntos y con seis jornadas aún por disputarse. Si bien parece poco tiempo para encontrar un recambio para el chileno, los nombres de Rafa Benítez y Frank de Boer está sonando con fuerza de cara al verano.

Su continuidad en el equipo el próximo curso sería una sorpresa. Cero títulos, quedar por detrás del viejo rival que hace unos meses parecía hundido, y dejar al equipo sin alma, dependiendo únicamente de la magia del Kun Agüero, son los méritos que ha contraído esta temporada. Ríe el United, que ha recuperado la hegemonía de la ciudad; llora el City.