aia - A Fabio Felline (Trek), vencedor el martes en la meta de Gasteiz, Matxin le tenía ya ‘calado’ cuando en 2009, con 19 años, corría en el De Nardi aficionado. Aprovechando la normativa italiana que exige dos años en el pelotón amateur a cualquier corredor de ese país antes de pasar a profesionales, se lo llevó a Basauri, le empadronó allí y en 2010 le hizo debutar con su Footon-Servetto, llevándoselo incluso al Tour. El vizcaíno siempre ha tenido buen ojo para descubrir nuevos talentos y ese es ahora su trabajo. “Me encanta”, asegura.

Cazatalentos, ojeador, ‘scout’... ¿Cómo se denomina su función en el Etixx-Quick Step?

-A nivel internacional lo denominan scouting pero realmente lo que hago es dedicarme a lo que he hecho toda la vida, estar con los amateurs, con los jóvenes talentos... Un poco lo que hice en su día en Mapei. La verdad es que es un trabajo muy agradable y a la vez muy reconocido y que un equipo como este haya confiado en mí para desempeñarlo es todo un orgullo.

Esta figura es habitual en muchos deportes, pero es novedosa en el ciclismo.

-Es cierto. Mucha gente me dice que a nivel mundial soy la única persona con este cometido concreto en un equipo. Me refiero a nivel profesional pues, evidentemente, hay mucha gente que acude a carreras a seguir a chavales jóvenes. Es un cometido agradable y en constante evolución. Por ejemplo, corredores como Michal Kwiatkowski o Fabio Aru hace prácticamente tres años eran amateurs y ahora han irrumpido con muchísima fuerza en profesionales, son ganadores. Eso hay que verlo.

¿En qué consiste concretamente su nueva función?

-Te centras en seguir las evoluciones de los corredores jóvenes, pero hay mucho más. Negociaciones con managers, con representantes, con otros equipos... No hablo de quitar corredores a otras escuadras, sino de llevar a cabo acercamientos, llegar a acuerdos. Básicamente trabajo en las carreras. Empecé en Mallorca y he hecho Normandía, Croacia, Colombia, me marcho ahora para hacer Tour de Flandes sub’23, vuelvo y hago Valenciaga el domingo... Es un trabajo que me encanta.

¿Más que el de director de equipo?

-Es diferente, una cuestión de cierto egoísmo. Cuando estás 280 días fuera de casa como estuve yo el año pasado te gustaría tener más tiempo sin hacer maletas y ahora que estás 90 días aquí echas de menos tener alguna carrera como director. Vives sensaciones encontradas pero satisfactorias, sobre todo porque estoy en un grandísimo equipo, en una estructura muy seria. Lo que veía desde fuera lo he confirmado ahora que estoy dentro, en mi opinión las estructuras de Etixx y Sky están por encima del resto.

En un mundo cada vez más globalizado, con tanta información al alcance de la mano, cada vez es más complicado descubrir un diamante antes que el resto.

-Muchas veces vemos muchos lo mismo, seguimos todos lo mismo, pero falta la posibilidad para materializarlo, el paso decisivo. Un ejemplo: en su día todo el mundo sabía que Samuel Sánchez iba a ser buenísimo pero le costó subir a profesionales, también a Patxi Vila. Son circunstancias que a veces viendo y estando en las carreras las entiendes un poco más.

Cada vez hay más caladeros de los que salen nuevas camadas de ciclistas.

-Sí. Lo que ocurre es que a nivel internacional hay mucho y muy bueno, pero a nivel nacional nos faltan equipos de formación. Hablo, por ejemplo, de que faltan más estructuras como la del Caja Rural. Fundación Contador tiene un equipo para formar a chavales pero le falta una escuadra profesional que les permita llegar. Ahora hay equipos amateurs buenos, pero faltan más conjuntos como Caja Rural o Movistar para que los talentos tengan cabida en profesionales. Porque hay talento.

¿Y en Euskadi?

-Hay, y muchísimo. Julen Amezqueta está dominando el arranque de temporada, Jonathan Lastra ha ganado Gorka merecidamente, Peio Goikoetxea... Y me dejo nombres. Ahora mismo hay muchos corredores vascos que merecen una oportunidad en profesionales, sin ninguna duda. ¿Pero dónde van? También tenemos a muchos corredores de la Fundación Euskadi ya contrastados a nivel continental y que no tienen sitio.

¿Ha cambiado también la tipología de corredor que se espera encontrar en un sitio concreto? ¿Se ha abierto el abanico? Me refiero, por ejemplo, al ejemplo de Fernando Gaviria, colombiano y esprinter.

-Recuerdo los inicios de Óscar Freire, que de amateur corrió conmigo, y era muy difícil que brillara porque o pasabas la montaña o no ganabas una carrera, tenía que pasar siete puertos con los mejores para que luego sus facultades luciesen en las llegadas. Un esprinter en un calendario como el vasco o incluso en el español es muy complicado que triunfe y encontrar un colombiano velocista tampoco es lo normal. A Gaviria yo le tenía echado el ojo antes de sus triunfos en San Luis y la primera vez que hablé de él al equipo sí que me miraban raro con un “¿de verdad me estás ofreciendo un esprinter colombiano?”. Choca mucho porque nunca había habido otro, pero el palmarés que tenía y la forma en la que ganaba hacían que nosotros ya le tuviéramos vigilado desde antes, también a su compatriota Contreras.

¿Y quedan territorios por explorar en la búsqueda de nuevos valores?

-Seguro que sí, pero no existe una fórmula matemática. Por ejemplo, los corredores noruegos y austriacos en categorías inferiores son muy fuertes y ganan prácticamente todo a nivel internacional, pero es algo irreal. Los sub’23 españoles, incluso analizando a Valverde, Contador y Purito, no tienen a nivel internacional ningún resultado relevante, ni siquiera discreto. ¿Son mejores o peores que los que ganaron campeonatos del mundo o europeos en su época? Hay que tener en cuenta muchas cosas y no centrarte exclusivamente en el que gana a nivel internacional en esas categorías. Un español no tiene que salir fuera a competir porque ya tiene un calendario excelente aquí; el noruego o sale fuera o no corre.