BILBAO. Txikon, con diez "ochomiles" en su haber, buscaba ser el primer montañero en hollar en invierno el Nanga (Pakistán). Le acompañaban en su aventura el paquistaní Muhammad Ali "Sadpara" y el italiano Daniele Nardi.
De vuelta a casa, ha narrado hoy en Bilbao su aventura, en la que un error al equivocarse de corredor a unos 7.800 metros les hizo perder la cumbre, y sus vivencias en una expedición invernal, muy diferente a las habituales de primavera. De los catorce ochomiles, sólo el K-2 y el Nanga quedan por conquistar en invierno.
En los últimos treinta años ha habido 27 expediciones que han intentado el Nanga en invierno, todas fracasadas. Txikon y sus dos compañeros han sido los que más cerca que se han quedado de la cumbre, a pesar de estar solos, es decir, tener que abrir huella y montar 2.500 metros de cuerdas fijas.
La diferencia con una expedición de verano es radical: por ejemplo, la subida del base al campo 1, que en verano lleva dos horas o dos horas y media, les costaba entre ocho y diez horas, "abriendo mucha huella".
"Había mucha nieve, no esperaba tanta; nos hemos encontrado depósitos en el C1 enterrados a tres metros", ha dicho.
El exceso de nieve también provocó numerosas avalanchas, que por fortuna, no les afectaron, aunque algunas les dieron "unos sustos tremendos".
Tras superar todas las dificultades, el día del ataque a cumbre cometieron el error que les costó caro.
Desde el C4, a 7.200 metros, Ali, que había estado dos veces en la cumbre en verano, Txikon y Nardi salieron hacia la cima a muy buen ritmo, unos 150 metros de ascensión por hora. El método: "Caminar 25 pasos, parar, dar cuatro o cinco bocanadas, taparse la cara, mover los dedos, y seguir, contando los pasos para que el cebrero funcione".
Entre 7.800 y 7.900 metros llegó el punto crítico. De noche, solo con las frontales, a 40 bajo cero, Alí dice que la vía por la que van no es el camino. "Yo no soy capaz de sacar en claro qué pasa, vamos a grito pelado, le metía mucha presión, y él insistía en que no,no, no. Entonces me eché la culpa a mí mismo por presionarle".
Pero Ali estaba equivocado, estaban en el buen corredor, como se demostró luego de día. Horas después, tras regresar al C4, descubrieron el motivo de la desorientación, ya que Ali tenía mal del altura y tuvieron que bajar rápidamente al base.
Txikon erró también porque tenía una solución: "llamar al campo base por el walkie y preguntar por la ruta", pero no lo hizo. "Lo sencillo y evidente aquí, allí, a 40 bajo cero, es complicado", ha admitido.
"¿Por qué no continué solo hacia la cima? Me dio mucho miedo seguir solo allá arriba. No hubiera sido lo acertado y no me gusta estar solo, la montaña es para compartir", ha afirmado.
El resultado fue una gran oportunidad perdida. Entre las enseñanzas, dos: la primera, que la vertiente buena para acceder a la cumbre en invierno es la Diamir, por la que ascendieron ellos. Las otras permiten llegar también a los siete mil metros, pero desde allí quedan aún dos o tres días de travesía, cuando ellos se quedaron a unas tres hora de la cima.
La segunda, que les ha faltado "un buen meteorólogo, pero cuesta unos mil euros más por mes", uno capaz de precisar al máximo las ventanas de buen tiempo,
Por ello, a Txikon le gustaría regresar al Nanga: "Cada vez lo tengo más claro. Con ilusión y motivación se puede escalar". En cambio, ve mucho más complicado que alguien alcance el K-2 en invierno. "Costará años, hasta que alguien tenga la suerte de tener un buen invierno".
Por eso, ha terminado con un ruego a la comunidad internacional de himalayistas: "Que nos respeten esta ruta al Nanga. Cuando llegas a 7.800 o 7.900 metros como nosotros siempre salen enanitos detrás que intentan aprovecharlo. Que nos dejen la ruta", ha pedido, para regresar en los próximos años y ser los primeros en escalarla.