madrid- En paralelo al paseo marítimo, triste en el invierno, mustias las palmares que miran al oleaje, a la espera del salitre de los veraneantes, en San Benedetto del Tronto, conocida como la ribera de las palmas, vigilada por su monumento al pescador, que mira la mar desde su catalejo, emergió al felicidad de Nairo Quintana, rey de los dos mares, de la Tirreno-Adriático. “Esta victoria ha sido muy buena para la moral: después de la caída en la Vuelta a España, había pasado un período importante sin vivir un momento de felicidad como hoy, ese para el que uno se prepara e invierte tanto trabajo”.
En San Benedetto del Tronto, con la persianas bajadas, la ciudad a media luz, ni soleada ni gris, con la carretera más húmeda que mojada, seca a ronchones, había más palmeras que personas. Allí, en ese paisaje, sobre una contrarreloj de 10 kilómetros, un epílogo, se escondía el gozo de Nairo Quintana, que validó la ventaja que tenía en su caja de caudales para obtener el triunfo final en la Tirreno-Adriático, símbolo de Italia, de su querida Italia. El billete para la dicha, para el tridente que corona al monarca de la carrera, lo había adquirido el colombiano un par de días antes. El domingo, lejos del mar; en la montaña, Quintana agarró la felicidad. Nairo encontró el paraíso en el infierno nevado del Terminillo, donde el ciclista de Movistar extendió sus alas para encumbrarse y sobrevolar sobre Contador (Tinkoff-Saxo), Nibali (Astana), Urán (Etixx), Mollema (Trek) y Pinot (FDJ). Quintana fue incluso más grande que el colosal y helado Terminillo. Aquel trozo de alegría no lo soltó en San Benedetto del Tronto. Era suyo.
Su tiempo en la contrarreloj, plana, que echaba el candado a la Tirreno-Adriático, fue muy discreto, el peor entre los favoritos. Bauke Mollema (Trek), segundo en la general, que no es precisamente un especialista, le recortó 21 segundos en una sorprendente actuación. El ciclista holandés rindió de maravilla, al nivel de Alberto Contador, tres segundos mejor que Mollema o Pinot, que le aventajó en uno, y fue mejor que Urán, quien menos se aproximó a lo que se esperaba de él. Con todo, el tanque de ventaja que disponía Nairo era suficiente. “Los rivales tenían un poco más de ventaja sobre mí en este terreno y he hecho la crono a tope; por suerte, ha salido normal, lo suficiente como para no perder el liderato, y estoy muy contento”, desgranaba el colombiano, un mar de felicidad que otea el Tour.
castroviejo, a gran nivel En la otra contrarreloj, la de los aspirantes al triunfo de etapa, se impuso el expreso suizo, Fabian Cancellara (Trek). A Spartacus le discutió la sonrisa Jonathan Castroviejo (Movistar), excepcional su actuación. El getxotarra, cuarto en meta, mejoró el crono de Cancellara en el paso intermedio, -era dos segundos mejor que el cuádruple campeón del mundo contrarreloj-, pero no pudo sostenerle la mirada en el segundo acto, donde el suizo, un martillo, trituró a sus rivales. No dejó que nadie se interpusiera después de que el prólogo de la carrera se le esfumara por un segundo y Malori, segundo ayer.