MELBOURNE - Las verdades, tan preciadas socialmente, no son tan valiosas en el deporte, donde la mentira, o más bien la omisión de la certeza, a veces es el único camino para recurrir al profesionalismo. En cualquier caso, son objetos empleados para la consecución de planes urdidos, meditados. Entre las consecuencias que puede dejar una verdad está la activación de la relajación. Y esto sí que es peligroso en el deporte cuando de lo que se trata es de alcanzar una finalidad. De ahí las técnicas de subterfugio.
La mentira es generalmente despreciada, pero en la actividad deportiva, en el gremio del motor, es un utilitario para el engaño, un remedio para propiciar la distracción ajena. Niki Lauda es uno de esos tipos que no se muerde la lengua. A menudo, mucho, dispara insensateces. Es mentiroso compulsivo como actuación para la consecución de un fin. Es un argumento estratégico más. Una alternativa. Lauda es el mariscal de campo que adelanta un ataque a orillas del río y lo lleva a cabo por la cota más elevada del cerro. El discurso, manipulado, sobreactuado, le va en su cargo, catalizador en el equipo Mercedes de Fórmula 1 como presidente ejecutivo. Aunque lo suyo son mentiras piadosas, plagadas de motivos, pero incluso sin credibilidad, obligadas, porque, al fin y al cabo, la inerte pista no miente. De fondo van solapados los intereses y sus cronologías. Por eso Lauda tiene un discurso ilógico, volátil. Hoy entrona; mañana entierra. Hoy sí; mañana no. Una veleta. “El dominio de Mercedes se descompondrá esta temporada”, proclama a los cuatro vientos. Los resultados en pista, la opinión global de la Fórmula 1, reza totalmente lo contrario: Mercedes volverá a reinar con mano de hierro este Campeonato del Mundo de 2015. Para lo contrario, el cambio en el garaje rival debería ser radical, y el margen para ello en pleno proceso de una guerra es tardío y estrecho. ¿Lewis Hamilton o Nico Rosberg? Las dudas por estas fechas pueden brotar ahí: ¿en qué volante viaja el título?
Sin la tensión de la carreras, no obstante, Lauda se ha relajado. Ha florecido su sinceridad. El subconsciente le ha traicionado, para explicar y además justificar su mentira, la que trataba de ocultar su satisfacción actual: “El papel de favorito lo tenemos nosotros y eso, en realidad, te puede hacer perder”. El tricampeón mundial prefiere canalizar la presión hacia otra escudería para eludir así el inconformismo en la suya, porque las carreras son un mundo en constante cambio, caduco, mutable como es su verso.
Lo cierto es que el equipo Mercedes ha sido el que más kilómetros ha rodado en pretemporada: 6.121 durante las tres 3 sesiones oficiales, un total de 12 días (4 en Jerez y 8 en Barcelona); McLaren, último en la relación, ha completado 1.751. El trono es de las flechas plateadas, pero como no solo es quemar goma lo que acerca el éxito, además del buen hacer del curso 2014, con la conquista del Mundial de Pilotos y de Constructores, Mercedes ha demostrado que la resaca de los mismos es dulce. La estrella de tres puntas ha encabezado los últimos test celebrados en Montmeló, que son los que ciertamente han arrojado conclusiones mirando al inmediato devenir. La escudería alemana, con Rosberg a los mandos, ha copado la clasificación en el Circuit de Barcelona, secundado por Hamilton. El alemán detuvo el crono en 1:22,792 y el inglés firmó un 1:23,022. El dato resalta al ser comparado con la pole establecida por Hamilton en Montmeló el pasado curso (1:25,232). Si bien, la firma de neumáticos Pirelli, vanagloriándose de su labor, asegura que los registros se rebajarán por sus nuevos calzos hasta 2 segundos respecto al pasado curso.
El caso es que Mercedes, además, tuvo tiempo en Catalunya para invertir en fiabilidad. El último de los cuatro días de la última ronda preparatoria lo dedicó a tandas largas. Rosberg completó un total de 146 vueltas (la carrera del Gran Premio de España albergó 66 el año pasado); Fernando Alonso, como paradigma de malos augurios, aunque ausente en estos últimos test, ha sumado 117 en el total del ciclo de preparación. Acabó el piloto germano retrasado en la tabla de tiempos aquel 1 de marzo. El esfuerzo por liderar la clasificación general se había plasmado en las jornadas previas. Rosberg cerró la pretemporada abandonando su box sonriente, tratando sobre lo bien que le había sentado la cena de la noche anterior en Barcelona. El ilusionante porvenir permite desviar la atención del asfalto. Aunque Lauda trate de evitarlo. Renovarse o morir, inculca. “El equipo ha estado trabajando muy duro durante el invierno y fue genial ver a todos en la fábrica antes de viajar a Melbourne (para afrontar el Gran Premio de Australia que arranca hoy)”, comentaba, por su parte, Hamilton, cuyo discurso da cuenta de una realidad que es motivo de preocupación en la casa del prójimo.
“Hay muy buenos pilotos y todos quieren ganar, por lo que solo tienes que desearlo más que ellos”, expresaba en vigente campeón del mundo, cual receta para el éxito, “relajado, positivo y preparado”. Como si querer fuera poder. Hamilton aplica una regla de tres: “Como piloto te haces más fuerte con cada temporada, por lo que tengo la intención de ser mejor que el año pasado”. El inglés lo dice impulsado por la confianza que destila su máquina, sin duda, más determinante en los circuitos que la propia fe. “Un nuevo dominio de Mercedes no tiene por qué dañar a la F-1”, dice el patrón del Gran Circo, Bernie Ecclestone, que pone ya una tirita para la posible tiranía.
Williams es la alternativa Lo saben todos, concretamente Valtteri Bottas. “Parece que están (los monoplazas del equipo Mercedes) al menos medio segundo por delante de todo el mundo, que es algo duro a estas alturas de la temporada”, confesaba el finlandés para la cadena compatriota MTV3. El piloto de Williams es el tercero (1:23,063) en la relación de tiempos de Barcelona, tras la estela de los oficiales Mercedes y secundado por su compañero de filas, Felipe Massa (1:23,262). Por tanto, las unidades de potencia Mercedes, que también montan los Williams, se mecen en el altar, intimidatorias, y a día de hoy, como única alternativa para la victoria. “Por el momento, parece que nuestro rival directo es Ferrari. Parece que son los que han hecho el mayor progreso, pero no puedes descartar a ningún buen equipo. Red Bull estará ahí, y una vez que McLaren resuelva sus problemas, seguro de que también estará ahí”, auguraba Pat Symonds, director del equipo Williams, que añade: “Parece como si Mercedes estuviera todavía un poco lejos del resto de nosotros”.
En Ferrari, a juzgar por su mandamás, más que en presente se piensa en futuro. “Queremos ganar el título como muy tarde en 2018. Si es posible, intentaremos lograrlo antes”, expresa el presidente de la Scuderia, Sergio Marchionne. Siendo así, una máquina del tiempo sería la solución. No obstante, Kimi Räikkönen y Sebastian Vettel parecen gozar de un monoplaza más competitivo que otrora. El podio se vislumbra con la naturalidad de unos ojos en lugar de con catalejos. Aunque quizás sea así por los problemas que presenta el equipo Red Bull, que no termina de encontrar el máximo rendimiento para sus unidades de potencia.
No pinta bien McLaren. El accidente de Fernando Alonso y las vías libres para las especulaciones, más allá de los modestos resultados, no invitan al optimismo. Su rodaje ha sido el menor y su puntal, el asturiano, por de pronto cederá puntos en Australia. Su piloto de pruebas y sustituto del asturiano en la carrera inaugural, Kevin Magnussen, no oculta su impresión, quizás, porque sería irrisorio jugar a verdades y mentiras, como hace Lauda. “El coche aún no es rápido”, exponía. Por de pronto, la Federación Internacional de Automovilismo aún mantiene contactos con McLaren y los médicos que trataron a Alonso a fin de esclarecer lo que sucedió en el grave incidente: “Todavía estamos hablando con McLaren sobre algo mecánico”. Y si es una cuestión mecánica, el peor de los escenarios podría terminar en deshomologación del modelo del coche.
Los cambios de unidades de potencia de los equipos Force India y Lotus, ambos ahora con Mercedes, generan incertidumbre, como la apuesta por la juventud de Toro Rosso, con Max Verstappen, el piloto más joven de la historia de la F-1, y Carlos Sainz, así como la confianza depositada por Manor-Marussia en Will Stevens y Roberto Merhi. En total, habrá ocho cambios de pilotos en los equipos. Todos aspiran a destronar a Mercedes. “El año pasado fue una gran temporada y, por supuesto, nos gustaría repetirla, aunque los rivales no habrán cesado en su intención de cazarnos”, reza Hamilton. Cierto, pero la voluntad no decide.
Cambios de regulaciones Para este curso se impone el coche de seguridad virtual; se elimina la doble puntuación en la última carrera, así como las restricciones de los mensajes por radio; el número de motores que un piloto podrá emplear este año se reduce de cinco a cuatro; el peso mínimo de los bólidos se incrementa a 702 kg., y se prohíbe el cambio de estilo del casco del piloto, que debe exhibir todo el año el mismo.