bilbao - La mentira y la trampa continúan instaladas conscientemente en el pelotón o eso es al menos lo que concluye la Comisión Independiente para la Reforma del Ciclismo (CIRC) en su informe, encargado por la Unión Ciclista Internacional (UCI). El resultado de la investigación e la comisión de expertos resulta tan aclaratoria como demoledora. Después de interrogar a un total de 174 personas entre dirigentes de equipos, directores, ciclistas en activo y retirados, periodistas y patrocinadores, además de los tres últimos presidentes de la UCI: Brian Cookson, Pat McQuaid y Hein Verbruggen, la CIRC subraya en su escrito que “el dopaje está extendido, aceptado por una mayoría de los participantes”. Ese es el drama del ciclismo, que no acaba de resetear a pesar del cúmulo de escándalos que lo han cercado durante años. “Muchos individuos, equipos y personal de los equipos hacen lo posible para participar en un deporte sin dopaje (...) pero la cultura del dopaje continúa existiendo en el ciclismo”, indica el texto, desarrollado por tres expertos de la CIRC a rebufo del escándalo de Lance Armstrong, despojado de sus siete victorias del Tour por un dopaje sistemático que contaba con la vista gorda del máximo organismo rector del ciclismo, la UCI. Según el informe, el corredor norteamericano empleó su influencia con los dirigentes de la UCI para tapar casos de dopaje.

La memoria pone negro sobre blanco a lo que ya explicaba Tyler Hamilton, el que fuera compañero de equipo de Lance Armstrong, en su libro Ganar a cualquier precio. En la obra confesional de Hamilton, -él también se autoinculpa del empleo de sustancias prohibidas para mejorar el rendimiento deportivo-, éste detallaba cómo funcionaba el método de dopaje de Armstrong, que entre sus ramificaciones incluía las donaciones que el texano hacia a la UCI en su lucha contra el dopaje y que como contrapartida, supuestamente el organismo pasara por alto sus infracciones y no diera cuenta de los positivos.

Esa cultura del dopaje continúa enraizada en el espinazo del ciclismo, imposible de ser erradicada, por el momento a pesar de los altavoces que gritaron aquello del nuevo ciclismo. La trampa es parte del sistema y el dopaje “se mantiene en el pelotón aunque de forma menos endémica que en el pasado”, aunque su incidencia, determina el informe no está tan extendida como antaño. “Muchos aspectos han mejorado en la lucha contra el dopaje en el ciclismo”. El modus operandi de la era Armstrong, aunque con modificaciones y variantes, continúa vigente y el dopaje sigue siendo habitual en el pelotón, un dorsal más. “Es difícil para el deporte cambiar mientras individuos que han corrido durante la era del dopaje sigan teniendo una fuerte influencia”, advierte el documento elaborado por la comisión de expertos.

De hecho, la CIRC establece que el nuevo dopaje, menos aparatoso en las formas, más sofisticado, permite una mejoría en el rendimiento de entre el 3 % y el 5 %, frente al 10 % y el 15 % de los años de Armstrong cuando se sucedían episodios increíbles; las gestas tramposas daría para una enciclopedia. Los avances en la lucha contra el dopaje han obligado a los “tramposos” a perfeccionar sus prácticas para no ser descubiertos por los controles. De ahí el empleo de microdosis de productos dopantes, más difíciles de detectar por los métodos antidopaje, y de nuevos productos, como los medicamentos para oxigenar los músculos, las terapias de ozono, las formas artificiales de testosterona o las combinaciones de tranquilizantes y antidepresivos. Las descritas son algunas de las prácticas que se emplean en la actualidad y pertenecen al paisaje ciclista a su ecosistema.

la trama de la uci En ese escenario oscuro, enfangado, Hein Verbruggen, expresidente de la UCI, asoma como el cerebro del sistema diseñado desde su llegada al organismo, en 1991, y que llevó a ocultar el mecanismo de dopaje puesto en marcha por Armstrong con el objetivo de beneficiarse del tirón del estadounidense en su país. McQuaid, que tomó el relevo en el trono de la UCI, continuó la misma senda de su antecesor. A pesar de eso, la CIRC no ha podido establecer una causa-efecto entre el dinero que entregaba Armstrong a modo de donación para la lucha contra el dopaje y las ocultaciones del mismo, por lo que reconoce no tener “ninguna prueba de corrupción”. Eso sí la investigación apunta cómo en algunos países, los ciclistas pagaban a los empleados de la UCI para que no fueran controlados. El sistema, corrompido hasta el tuétano según señala el informe, alcanzaba al director de la Unidad Antidopaje de la UCI, Lon Schattenberg, que se encargaba de avisar a los equipos de los nuevos sistemas de detección mientras la UCI aceptaba autorizaciones terapéuticas que servían para camuflar el uso de productos dopantes. Autorizaciones que obtenían de doctores como Eufemiano Fuentes o Michele Ferrari, remacha el informe.