PAMPLONA - “Él quizá no está al cien por cien, pero, aunque no esté como siempre, sigue siendo el mejor. El año pasado tampoco estaba al cien por cien y me ganó. Contra pelotaris de esta talla, nosotros tenemos que jugar perfecto y esperar que ellos no estén bien. Y, aun así, cuesta mucho ganarles”. Lo dice Ekaitz Saralegi, a vueltas con su mano izquierda. Habla sobre Aimar Olaizola, su adversario hoy, a partir de las 18.30 horas en el Labrit, en busca de un hueco para la final del Cuatro y Medio. Lo cierto es que el camino del puntillero goizuetarra, nominado como el principal opositor a mantener txapela por tercer curso consecutivo y máximo dominador histórico de la distancia, no ha estado asfaltado de rosas. Resignado, confiesa que “la semana pasada entrené y las sensaciones son parecidas a las que he tenido durante los anteriores partidos”. Es decir, poco satisfactorias. Arrancó sin chispa ante Bengoetxea VI y a punto estuvo de costarle la vida, contra Olaetxea cayó por vez primeras tras catorce encuentros consecutivos ganados dentro de la jaula y frente a Ezkurdia triunfó, pero por los pelos y sin demostrar su versión más extraordinaria. Victoria de trámite, punto y para semifinales.
“En los tres partidos que he jugado no estaba con chispa”, confirma el puntillero de Asegarce, desconocido por momentos. El saque-remate no le está funcionando. “En otros años he tenido problemas de todo tipo, pero este año el problema es que estoy con poco juego. No le doy velocidad a la pelota y con el remate no me encuentro cómodo. Espero estar mejor en la semifinal”, afirma Olaizola II. El pelotari navarro, punta de lanza de su empresa, no está cómodo. No está a gusto. Aun así, las apuestas en las tablas de contracancha se decantarán tremendamente por el menor de la saga de Goizueta. Lo cierto es que, con problemas o sin ellos, el manista siempre ha dado el callo en situaciones límite. Pero siguen surgiendo preguntas acerca de su situación actual. “Lo que me extrañaba era estar tanto tiempo con juego, es normal que llegue este momento”, relata. No se ve con brillo el delantero, pero el premio es gordo y su actividad dentro del acotado es intachable. De hecho, el curso pasado ya amanecieron dudas, aunque fueron más físicas, puesto que arribó al torneo sin apenas entrenar por una rotura de fibras en el bíceps que le apartó de las canchas desde mediados de septiembre. Su mejor imagen la dejó para el final, para el último acto, en el que entraba un Irujo desbocado y genial hasta que le aguantó la derecha.
Saralegi fue su víctima en semifinales en el mismo escenario en el que hoy se vuelven a encontrar. Día grande en el Labrit. Cosecha del 79. Dos pelotaris hábiles con trayectorias vitales muy parecidas, ya que se cruzaron desde críos y entrenan juntos el apartado físico, pero con vidas deportivas muy distintas. Aimar debutó tres años antes que Ekaitz y desde hace más de tres lustros genera loas y txapelas a partes iguales; mientras que Saralegi tardó en avanzar. Lo hizo el curso pasado. “Fue como ponerme un poco en el mapa”, reconoce el amezketarra. Cosas de la vida: enfrentados desde niños, talluditos ya pugnan por una obligación y un regalo.
Se ve obligado casi el goizuetarra a vencer, a llegar a la final de la distancia que mejor domina. Ha ganado siete txapelas y se cantarán apuestas de cien a treinta a su favor, engordadas por la incertidumbre de un rival que, en teoría, llega a medio gas por la lesión del dedo. El regalo es para Ekaitz: la final redondearía su vida profesional y le daría un plus a su carrera. “Normalmente en el Cuatro y Medio tratas de arrimar la pelota y ponerla a la izquierda del rival”, confiesa Olaizola. Su partido pasa por ahí. También su oxígeno y su búsqueda de respuestas.