VITORIA - Probablemente solo una capa o un antifaz separen a Kilian Jornet (27 de octubre de 1987, Sabadell) de la fisionomía con la que se construyen los superhéroes, seres extraordinarios. “Tiene unas cualidades sobrehumanas”, lanza Alex Txikon, alpinista, deportista extremo, cuando reposa su opinión sobre el organismo de Jornet, corredor de montaña, que pretende realiza el ascenso y descenso del Everest, la cumbre más alta del planeta (8.848 metros) durante el mismo día, un asunto mayestático. “Es posible conseguirlo desde el pie de montaña, hacer cumbre y regresar hasta el pie de montaña, al menos, es la idea que tenemos”, sugiere Jornet, el mejor corredor de montañas del mundo, en una entrevista para la revista Desnivel. “El día que lo intente los planetas tienen que estar alineados en su favor; de lo contrario es imposible. El Everest es un inmensa mole que le va a sorprender. La experiencia cuenta muchísimo en el Himalaya”, sugiere Juanra Madariaga, otro alpinista experto. Erhard Loretan y Jean Troillet hicieron cima y descendieron del Everest en 36 horas sin oxígeno, en estilo alpino. Sin embargo, es un sherpa, Pemba Dorje, quien completó el ascenso en 8 horas y 10 minutos, quien ostenta el récord de subida, si bien existen voces que discrepan sobre su hazaña. “Lo que pretende Jornet no es ni una locura ni una quimera. Si bien no es algo innovador se trata de un proyecto con un horizonte interesante, aunque difícil de conseguir”, expone Sebastián Álvaro, quien fuera director del maravilloso Al filo de lo imposible y alpinista.
En ese filo, donde confluyen los límites, se moverá Jornet, que intentará una ascensión minimalista, sin lastres que le penalicen en una subida con un desnivel aproximado de 3.000 metros. “Más que el desnivel en sí, la verdadera dificultad del Everest está su altitud, las exigencias de la propia montaña. En cumbres tan altas, donde las condiciones son extremas, el cuerpo sufre muchísimo. La fatiga, el cansancio... se multiplican allí arriba y los errores se pagan muy caros”, reconocen los tres expertos a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. La alta montaña no perdona. No hace prisioneros ni existe Convención de Ginebra capaz de negociar un armisticio. “Por eso es tan importante el conocimiento y la experiencia, algo que Jornet no tiene a esas altitudes”, dictamina Álvaro. Aunque Jornet es un hombre de las alturas, no es un himalayista.
El deportista creció en un refugio de montaña (Cap del Rec, en la Cerdanya) a 2.000 metros de altitud. De alguna manera es un sherpa. “Pero el Everest son palabras mayores”, lanzan los expertos sobre el desafío que pretende el corredor, dispuesto a ir ligero de equipaje. “Con una mochila de 40 litros puedes ir a todas partes, que son unos 10 kilos. Más peso significa que vas a ir más lento, que vas a necesitar más días... es un círculo vicioso”. Jornet lo tiene claro. Ocurre que quedarse corto en equipación en un paraje tan radical, es una apuesta fuerte. “Para subir rápido tienes que ir ligero también de peso. Eso implica que tomas riesgos porque vas menos equipado de lo habitual. Lo normal es llevar repuestos: dos pares de guantes, dos pares de gafas, por si las pierdes. Perder un guante en un lugar donde las temperaturas son extremadamente bajas es una invitación a la congelación. Del mismo modo, si asciendes con una chaqueta más fina de lo que exigen las condiciones meteorológicas para no llevar tanto peso y ganar en agilidad, no te puedes parar porque te puedes quedar tieso”, analiza Juanra Madariaga, convencido no obstante de que el planteamiento de Jornet se sostiene sobre sólidos cimientos. “En el minimalismo, Kilian es una estrella”, aporta Madariaga.
La arquitectura de la aventura se antoja la red de seguridad para un ejercicio que implica arrojo, precisión, conocimiento y determinación. Una preparación exacta, detallada, es innegociable cuando se encara el Himalaya, un planeta con sus propias leyes. “Los ochomiles son palabras mayores”, recalca Sebastián Álvaro. Jornet, que no cuenta con experiencia en ese tipo de escenarios, estará asesorado por expertos alpinistas. “Necesitará información de primera mano porque él no tiene experiencia en este tipo de montañas. El Everest no tiene nada que ver con el Mont Blanc, el Kilimanjaro u otro tipo de cumbres que ha pisado”, advierte Álvaro. Las dudas no son demasiado convenientes en una aventura donde la improvisación debe ser residual. Los ángulos muertos no se contemplan. Es por ello que la aproximación al objetivo resulta clave. “En alta montaña hay que centrarse, saber escoger y ser paciente. No hay que intentar hacer muchas cosas porque luego es cuando ocurren los accidentes”, sostiene Jornet, que necesitará que el cubo Rubik cuadre sin fricciones. Cada cara en su sitio porque la hazaña que busca es superlativa. “Lo más probable es que no sea llegar y besar el santo. Creo que Jornet tendrá que intentarlo varias veces, probar antes, para poder hacer lo que quiere. Tendrá que contar con un tiempo excepcional, con temperaturas no muy bajas. Un reto de esta magnitud no solo depende de él”, analiza Alex Txikon. El montañero vasco habla desde la garganta de la experiencia. Txikon fue testigo de las tres intentonas de Chad Kellogg, un alpinista que trató de conquistar la mítica con el mismo planteamiento que Jornet en 2013. No lo logró y eso que era su tercera intentona. “Coincidí con él y tras estar varias horas ascendiendo se tuvo que bajar. A día de hoy creo que es algo imposible por la cara sur”, rememora sobre el montañero, que fallecería después en la Patagonia. “Todo esto es algo muy complicado de llevar a cabo. Se tiene que dar el día perfecto”, apunta Madariaga. Ese día lo buscará Jornet en la primavera de 2015 cuando acuda a la base del Everest junto a otras cuatro personas, los puntales de la expedición. Frente a la mole de 8.848 metros Kilian Jornet pasará un tiempo para aclimatar su cuerpo a las exigencias del Himalaya. “Hay que estar tiempo allí, pero si pasas muchos días en alta montaña, empiezas a tener fatiga. Para hacer cima está bien aclimatar, pero si quieres ir rápido, a partir de cierto punto sube la curva del cansancio”, establece el deportista. El equilibrio es otro de los elementos a tener en cuenta para poder domar la montaña. “El Everest es durísimo, allí arriba hay poquísimo oxígeno”, traza Sebastián Álvaro, que indica que el desnivel de 3.000 metros al que se enfrentará Jornet no es lo más duro de la ascensión: “Lo peor empieza a partir de 7.300 metros, a falta de 1.500 metros para la cumbre. Es lo que marca la diferencia y no digamos ya cuando te esperan los últimos 500 metros, que es cuando la gente se la juega realmente”.
Los alpinistas se refieren a las altitudes superiores a los 8.000 metros como la ‘zona de la muerte’. De hecho, se contabilizan numerosos fallecimientos en montañismo de gran altitud debido a los efectos que se producen cuando se atraviesa esta frontera vertical, ya sea de forma directa (pérdida de signos vitales) o de manera indirecta debido a la toma decisiones incorrectas hechas bajo estrés, debilitamiento físico que conduce a accidentes.
En la conocida como zona de la muerte, no es posible la aclimatación para el ser humano porque el organismo consume su abastecimiento de oxígeno más rápido de lo que lo puede reemplazar. Se vive gracias a las reservas en caso de no emplear oxígeno artificial. La fatiga se dispara. Los últimos 800 metros del Everest son una odisea. Es muy, muy, duro”, subraya Alex Txikon. “Es una altitud extrema, donde uno está al límite física y mentalmente”, desgrana Madariaga. “Descender puede ser incluso más complicado que ascender. Si te vacías subiendo, lo pasas fatal en el descenso. En cumbres de este tipo, los descensos, con el cansancio acumulado, con el físico tocado, son verdaderamente peligrosos y cualquier equivocación puede resultar fatal”, añade.
Caminos hacia la cumbre Para acceder hasta ese balcón que saluda al vacío, Jornet tendrá que recorrer un largo trecho repleto de dificultades, una senda donde convergen las aristas. Existen, principalmente, dos vías para realizar un ataque rápido: el corredor Norton o el Hornbein. “El Hornbein creo que es más difícil por las condiciones. Si está en buenas condiciones se puede subir bien, pero la gente que ha estado dice que muchas veces hay mucho hielo. En el Norton hay más riesgo de avalanchas pero normalmente está en mejores condiciones”, explica el corredor. Las condiciones en las que esté la montaña determinarán el lugar por el que Jornet atacará la cumbre, si bien el corredor Norton es más directo, poco técnico y suele estar en buenas condiciones.
En principio, Kilian obviará el campo base para continuar el legado del estilo ligero, el que definió al extraordinario Reinhold Messner, el señor de las cumbres, y que en estos tiempos representa Ueli Steck como ningún otro. “La idea es suprimir el campo base. Si no estás en el campo base ya no hay multitud”. Después comenzará su reto, su carrera, una apuesta majestuosa, intentar vencer a la montaña más alta de la tierra y bajar de ella en 24 horas. “Al final, en estas montañas el récord es casi una excusa. La idea central es hacer la ascensión desde abajo del todo, ir al Everest sin una expedición...”, confiesa Jornet, que tamborilea los dedos a la espera de la primavera, imaginando el Everest. El gran desafío.