Logroño - ¿Cómo ha sido su despedida?
-Ha sido algo muy emocionante. Ha ido todo bien y no se puede pedir más. Ha sido un año muy especial por lo que conlleva la retirada. No me puedo quejar de nada, he sido un privilegiado y este año es el último. Cuando piensas que ha llegado la hora, partido a partido, va siendo especial. Este último ha sido muy bonito y muy fuerte.
¿Duro?
-No, porque he hecho lo que me ha gustado y me voy a retirar como a mí me hubiera gustado: consensuado con la empresa, que me apoya en todo momento, y como yo tenía pensado. Ha sido un año que se me ha hecho corto incluso. Al principio, parecía que no llegaba y ahora se me ha pasado rapidísimo.
Parece que fue ayer cuando anunció su retirada.
-¿Quizás podíamos haber esperado algo más? Puede ser, pero yo creía que era el mejor momento. Normalmente, se comunica a tres o cuatro meses vista, pero había pensado en seguir compitiendo en los partidos que me pidiera la empresa. Yo quería seguir compitiendo, no jugar diez o doce partidos en un momento determinado. Si tenía bien las manos y el físico, quería jugar. Por eso lo anuncié con ese tiempo.
Su intención era competir en el Cuatro y Medio y en el Parejas, ¿no?
-Yo creo que es la salsa. Es lo que quiere todo deportista. Al deportista le gusta competir, jugar, estar en el frontón y, estando bien, salir todos los fines de semana. El Cuatro y Medio quizás no fue mi mejor Cuatro y Medio y ¿quizás no debería haberlo jugado? No lo sé, pero yo quería hacerlo. En el Parejas estuvimos a punto de entrar en semifinales. Y en estos partidos, igual. Es lo que quería, lo que deseaba. A mí me gusta estar en el frontón. La mejor forma de dar las gracias a toda la gente que me ha apoyado estos años es saltando al frontón. También había hablado con la empresa que si no me veía no me tenía que poner. Si había otros compañeros mejor, tenían que jugar. Gracias a Dios, hemos llevado un año competitivo y he jugado bastantes partidos.
¿Buen verano?
-Sí. Quizás los resultados de finales de mayo y junio no fueron buenos, pero sí. La empresa me ha puesto los partidos que ha creído conveniente y he jugado más casi que años anteriores.
¡Con las botas puestas!
-Yo creo que sí. Mis compañeros han tenido mala suerte y a mí me hubiera gustado no tener que sustituirles. Ha tocado así y soy uno más de la plantilla. Si tocaba una baja y, estando bien, ahí estaba. Ha sido un año positivo por eso, porque no he tenido lesiones: pero el lado negativo es que he tenido que sustituir a compañeros en los que se han cebado.
¿La competición puede ser lo que más eche de menos?
-Sí. Quizás lo de ponerme los tacos es lo que peor llevaba, es lo que más me cuesta. El ambiente de vestuarios es lo mejor y también se echará de menos. La competición y saber que tienes que hacerte la mochila y estar con los compañeros se echará de menos. También el estar entrenando con el grupo de La Rioja. Son muchas cosas. Vestirte de blanco y poder competir es lo más grande, lo hemos hecho toda la vida, quizás sea lo que más eche de menos. Además, echas la vista atrás y ves que han pasado muchos compañeros, todos muy amigos, se ha creado un ambiente inmejorable... Será lo primordial.
A medida que se va a acercando el momento, ¿se va removiendo algo por dentro?
-Ahora prefiero que no se remueva nada. Espero que llegue y no darle muchas vueltas. En momentos puntuales piensas en cómo será ese día, por ramalazos vas pensando lo que has hecho, te vienen recuerdos... Pero la verdad que no quiero darle muchas vueltas. Ya se verá. Hay muchas anécdotas y muchos partidos.
Como para pedirle que se acuerde de una.
-Ha habido muchas. En cada partido. Ahora no me acuerdo ni de la cuarta parte. Viajes, entrenamientos, aficionados... Una divertida que me pasó fue en Peñaranda de Bracamonte. Casualmente, coinciden con fiestas de mi pueblo, así que salí a las siete u ocho de la mañana con la bolsa y tuve que apartar a los que estaban de fiesta. Estando jugando allá, la gente no nos chiflaba por hacer el tanto bien y había unos niños que decían que yo era muy malo. Decían: “Eso no vale, que echa la pelota donde el contrario no está. ¡Qué tramposo!”. Eso siempre lo recuerdo. ¡Nunca me habían llamado malo por eso!
Comenta siempre que el día que nunca se le olvidará de su carrera deportiva es el debut.
-Deportivamente para mí es el más importante. Lo ha sido y lo será. Será igual de nervios y alegría que cuando me retire. En medio, ha habido un montón de cosas: victorias, derrotas..., pero lo que nunca se me olvidará será el debut. Era lo soñado y me llegó en un momento en el que no me lo imaginaba, porque estaba trabajando y en aficionados. Tenía 23 años ya y el sueño de debutar estaba aparcado. Fue muy especial porque era o ese momento o nunca jamás. Por eso le tengo tanto apego.
Coger el tren que pasaba.
-Sí. Ese era mi tren. Por suerte, a mí me invitaron a subir en él. Fue en el momento en el que salió Asegarce y me dieron la oportunidad. Fue inolvidable.
El día de los cortes afeitándose, ¿no?
-Sí, es una de las anécdotas. Estaba como un flan y cuando me afeité antes del partido me hice una carnicería. Además, no me dio tiempo a pensarlo. Estaba trabajando hasta julio y me comentaron entonces que me iban a seguir; en agosto cogí vacaciones, seguí jugando; en septiembre firmé el contrato y el 13 debuté en Baños de Río Tobia. Imagínese, en tres meses pasé de compaginar trabajo y pelota, a debutar sin una preparación específica. Fue un cambio brusco, dejé de trabajar y firmé por tres años.
¿Apostó por cumplir un sueño?
-Sí. Cuando luchas por algo y tienes la oportunidad al menos tienes que intentarlo. Sabía que si seguía trabajando no iba a dar el cien por cien. Podía haberlo hecho y probar, pero hay momentos en la vida en los que tienes que tomar una decisión. Había que tomarla y salió bien.
Hablando de dar el cien por cien, eso siempre ha sido una constante en su carrera.
-No conozco al pelotari que no quiera ganar y salir a darlo todo. Es para lo que nos pagan y nuestra ilusión. Yo tengo igual de respeto a un aficionado que a mil que han pagado por la entrada. Pero todos igual. Una vez que sales te cabreas con todo, sales a por todas y juegas a tope igual.
¿Fue también una apuesta el cambio de empresa?
-No fue una apuesta. Fue un cambio brusco, pero fue una decisión. No aposté porque la empresa que iba a salir me dio todo tipo de facilidades. Era un contrato mejor que el que tenía y estaba todo asegurado. Fue un cambio que parecía arriesgado. Yo estaba contento con Asegarce, pero salió esa oportunidad y tomé esa decisión. Sin riesgos.
En el 97 fue la final del Cuatro y Medio contra Julián Retegi, ¿aún se la recuerdan?
-Sí. Fue un partido muy importante para el Cuatro y Medio. Pero no solo ese partido, todo el campeonato. Las empresas estaban apostando fuerte por la competición, metiéndola dentro del circuito. Fue un empujón al torneo. Ese año, además, se empezaban a ver los frontones llenos y los pelotaris nos preparábamos ya para eso. Por desgracia para mí, esa final la ganó Julián pero para mí ha sido un punto de inflexión a la hora de afrontar los partidos individuales. Fue un cambio muy agradable. El ambiente fue increíble aquel día.
Muchas veces se le ha considerado un revolucionario de la pelota a mano, ¿cuál es su opinión?
-No me gusta opinar de mí. Son otros los que tienen que comentarlo. Más que un pelotari, o un nombre, fue la época la que revolucionó la pelota a mano. Se regeneró. Cambiaron muchas cosas. Fue modalidad olímpica, salió la televisión, debutamos una serie de pelotaris que hasta el momento no habíamos tenido la oportunidad y que teníamos otra forma de entender la pelota, los medios se interesaron... Fue un cúmulo de circunstancias y nosotros estábamos ahí.
¿Sacó rendimiento al juego de aire?
-Yo intenté sacar rendimiento de lo que jugaba, de mis características. Antes, quizás, se jugaba de modo distinto. Cada uno jugamos de una forma y no es mejor ni peor que la del resto. No hay ni revolución ni nada de eso, es una manera de entender la pelota y ya está. Fue un cambio de juego porque entramos otro tipo de pelotaris. Fue un cambio de ciclo: cambió la preparación, el juego... En definitiva, todo tuvo que ver.
¿Cómo estaba la pelota a mano profesional cuando debuta Titín III y cómo está cuando se retira, 22 años después?
-Todo ha cambiado. En todos los aspectos. Ha ido evolucionando en todo: medios, pelotaris, gente... Es muy agradable ver a gente joven, chicos y chicas, en los frontones. También en el aspecto físico ha cambiado mucho. Debutar también fue muy difícil para mí por eso. Hasta entonces no había hecho nunca físico, no había tenido la oportunidad. Cambió todo: el físico, ahora los contratos son distintos y tenemos nuestra seguridad social, el pelotari tiene más obligaciones y más derechos, el juego es más rápido, la indumentaria, los frontones, las pelotas blancas, que nos costó... La pelota a mano ha evolucionado y ha ido a mejor. Con los cambios que se han hecho parecía que iba a desaparecer la pelota y no ha sido así.
También el público, ¿no?
-Fíjese, la primera final que jugué, en el 93 junto a Arretxe II en el Parejas contra Alustiza-Maiz, no había más de quinientas personas en el frontón de Gasteiz. Al año siguiente, jugamos otra vez contra Retegi II-Beloki y estaba lleno hasta la bandera. A reventar. Fíjese lo que cambió en un año.
¿Qué plan tiene para después de su retirada?
-De momento, ninguno. No me ha dado tiempo a pensarlo. A mí me gustaría seguir ligado a la pelota, pero hay tiempo en los meses siguientes. El grupo que tenemos aquí en La Rioja es fenomenal y me gustaría seguir con el gusanillo de entrenar y seguir ligado a la pelota para quitarlo. En la escuela seguiré con los chavales, eso seguro. No tenemos nada hablado hasta ahora, no hay nada cerrado y prefiero pensarlo tranquilamente después. Para mí el deporte lo es todo.
¿Seguirá entrenando?
-No sé si me pondré los tacos (risas). La pelota me lo ha dado todo y seguiré de alguna manera.
¿Qué significa para usted la pelota?
-Con palabras no se puede explicar lo que ha sido para mí y lo que seguirá siendo. No sé. Los que amamos este deporte y hemos tenido el privilegio de vivir de él no podemos definirlo. Lo ha sido todo. Me lo ha dado todo en lo personal y en lo deportivo. Desde pequeño he estado en ambiente pelotazale, lo he mamado. Para mí, vestirme de blanco y saltar a un frontón todavía me pone los pelos de punta. Han sido unos años maravillosos. Desde pequeño ya tenía en el bolsillo una pelota de lana que hacía mi abuela. Yo levantaba la persiana de la habitación y veía el frontón, veía a gente jugar... Siempre ha sido mi vida, no solo en estos años de profesional.
¿Alguna espinita clavada?
-No. Quizás no haber tenido las cualidades para jugar mano a mano, pero eso no es una espinita. Entiendo que tener opciones de jugar el Manomanista no lo he tenido. En mi vida he jugado competiciones individuales, solo Cuatro y Medio. Algún año me tocó jugar el Manomanista pero no tenía cualidades. Sí que me hubiera gustado ser más competitivo. Pero no daba para más (risas).
Además, es muy querido entre los aficionados.
-El aficionado de la pelota es único. Es especial. Mucha gente que ha ido a ver la pelota por primera vez lo primero que dice es que el partido ha estado bien, sí; pero que el ambiente es increíble. La gente que va a los frontones se queda enganchada. Es excepcional. Ahora podré estar en la grada.
¿Queda un hueco grande cuando lo deja Titín?
-Imprescindible no hay nadie. Vendrán más pelotaris, más nombres, mejores que yo, con más carrera, con más títulos... En el mundo del deporte dejas recuerdo, yo por lo canso que he sido (risas), pero hueco no. Me gustaría que me recordaran como un pelotari que lo ha dado todo.
¿Hay alguien que pueda acercarse?
-En el mundo de la pelota hay chavales que vienen, pero esto da muchas vueltas. En profesionales es complicado. Ahora estás cinco o seis años y, con menos de treinta, te vas para casa porque dicen que no puedes dar más. Recuerdo que antes se decía que la mejor edad era desde los 27 a los 35. Hay pelotaris que con esa edad se están yendo a la calle. El futuro es muy prometedor: Altuna, Artola y una camada de zagueros espectacular, David Merino, Albisu, Zabaleta, Beroiz... hay que darles confianza.