Bartali campeón y héroe
ejemplo ciclista y humano, el mito italiano cumpliría hoy 100 años
donostia ? Hace exactamente 100 años, el mundo vivió uno de los episodios más tristes de su historia. Un conflicto que se llevó por delante a más de ocho millones de almas, la Primera Guerra Mundial. Uno de los países más castigados fue Francia y por eso el Tour ha decidido recordar aquella época trágica con el motivo de “acordarse de la tragedia con el fin de que nunca más se repita”. Los organizadores han decidido que la carrera pase por lugares que fueron campo de batalla y recordar a ciclistas que perdieron la vida en la guerra. Pero no todo fue desgracia en ese año. Unas semanas después de estallar el conflicto, el 18 de julio, en el pequeño pueblo de Florencia llamado Ponte a Emma, nació Gino Bartali. Un hombre que triunfó en las carreras ciclistas y que se convirtió en leyenda en la Segunda Guerra Mundial, al salvar la vida a cerca de centenares de judíos.
En los años treinta, el ciclismo estaba marcado por la épica. Etapas interminables y carreteras sin asfaltar que hacían que los ciclistas tuvieran que realizar esfuerzos sobrehumanos para terminar cada una de las etapas. Una auténtica epopeya en la que solo los corredores más fuertes, tanto mental como físicamente, conseguían salir adelante. Antonin Magne, André Leduq o los hermanos Romain y Silvère Maes fueron los protagonistas de la época. Corredores que escribieron su nombre con las letras amarillas del Tour en unos años en los que la épica y el ciclismo iban de la mano.
Pero entre todos ellos, hubo un hombre que superó a cada uno de sus rivales: Bartali. Conocido también como Il Ginettaccio, el ciclista italiano fue considerado por muchos cronistas de la época como uno de los corredores más fuertes del momento. Gran escalador, Bartali era todo un luchador, capaz de rendir bien cuando el sol abrasaba y de destrozar a sus oponentes cuando los mayores temporales castigaban la carretera. Con ese estilo tan arrollador, siempre al ataque, el florentino consiguió tres Giros, dos Tours, nueve clásicas y más de noventa victorias, entre las que se encuentra una Vuelta al País Vasco.
El Tour del 38 En 1938, el fascismo de Benito Mussolini estaba en su apogeo y, al igual que Adolf Hitler hizo con los Juegos Olímpicos de 1936, el dictador italiano quiso promocionar su régimen por medio del deporte. Obligó a que Bartali renunciara a su carrera predilecta, el Giro de Italia, para hacer su sueño realidad: ver a un italiano en lo más alto del podio de los Campos Elíseos. Il Ginetaccio no tuvo rival y aventajó en casi veinte minutos al segundo clasificado, el belga Félicien Vervaecke. Al día siguiente, las portadas de los periódicos italianos ensalzaron la figura de Bartali, que a pesar de que no hay ninguna foto de él realizando el saludo romano, se le consideró a partir de ese momento como el ciclista del régimen. Pero al florentino no le interesaba la política, era un católico convencido que solamente hacía lo que mejor sabía hacer: “Montar en bici”.
El florentino estaba en su mejor momento. En plena madurez y dispuesto a seguir cosechando triunfos por las carreteras de Europa. Sin embargo, otra vez la guerra se cruzó en su camino. El ciclista italiano vio interrumpida su carrera debido a la Segunda Guerra Mundial. Seis ediciones suspendidas que evitaron a Il Ginettaccio convertirse en uno de los más laureados dentro de la ronda gala y solamente en 1948 pudo volver a degustar las mieles del triunfo en el Tour, después de remontar más de veinte minutos en una semana y realizar una demostración de fortaleza en el Col d’Izoard, superando con amplitud a todos sus rivales y a la fuerte tormenta que convirtió la ascensión en un infierno. Esa fue la segunda y última victoria del Tour para Bartali, que llegó a correr hasta los cuarenta años y abandonó el ciclismo como uno de los más grandes. Todo un héroe para Italia, tal como se demostró tras su fallecimiento en el año 2000, cuando miles de personas salieron a la calle para despedirse de él en su funeral.
Su gran victoria La trayectoria de Bartali estuvo llena de grandes éxitos, pero no se conoció su verdadero triunfo hasta después de su muerte. En 2003, los hermanos Nissim sacaron a la luz un diario de su padre Giorgio, en el que se relataba cómo funcionaba una red clandestina interreligiosa para salvar a los judíos italianos ayudándoles a escapar a zonas seguras y entregándoles documentos falsificados. Sin embargo, para llevar a cabo dicha misión se necesitaba un mensajero, un hombre capaz de arriesgar su vida por hacer lo correcto y con unas condiciones físicas excepcionales. Ese hombre era Gino Bartali.
En los conventos y monasterios de la red se falsificaron una gran cantidad de documentos que Bartali escondía en el cuadro de su bicicleta. Con la apariencia de simples entrenamientos, el ciclista florentino realizó viajes de más de 300 kilómetros entre Lucca, Pisa y Florencia. Eran rutas peligrosas, llenas de minas y controles de los soldados fascistas. Sin embargo, Bartali usó su conocimiento para llevar a cabo cada uno de sus arriesgados viajes.
En ese momento, Bartali estaba considerado como el ciclista del fascismo y nadie se imaginaba que alguien supuestamente afín al Duce estaba utilizando al régimen para luchar contra él. El ciclista consiguió burlar muchos controles gracias a su fama, ya que muchos soldados solamente le paraban para saludarle y le dejaban seguir su marcha sin inspeccionarle. Solo una vez fue interrogado, pero el miedo al descontento popular provocó que el caso fuera archivado.
Bartali nunca habló de sus peculiares entrenamientos con nadie. Un secreto que se llevó a la tumba, a pesar de que muchos todavía le acusaban de ser el ciclista del fascismo. Cuando su historia vio la luz, la institución religiosa Yad Vashem le nombró Justo entre las Naciones. Un reconocimiento reservado a los grandes héroes de la Segunda Guerra Mundial y Bartali, campeón en las carreteras, fue una leyenda anónima de aquel conflicto. Una enorme fuente de esperanza en un mundo oscuro. l